El 'juggernaut' americano
Del s¨¢nscrito viene el t¨¦rmino juggernaut: "fuerza irrefrenable que en su avance aplasta o destruye todo lo que se interponga en su camino". Con el paso de los siglos el vocablo se ha convertido en sin¨®nimo de organizaci¨®n impecable e implacable, como la de Barack Obama. Despu¨¦s de su victoria viene la disecci¨®n del movimiento que lo llev¨® a la Casa Blanca.
El renovador debe encontrar interlocutores. Barack Obama pens¨® en la juventud y, para entender su manera de ver al mundo, tiene como su asistente personal (una especie de valet) a un joven que, entre sus funciones, ha estado la de poner al d¨ªa al candidato sobre los usos y costumbres de ese sector de la poblaci¨®n. Y la cotidianidad de las nuevas generaciones est¨¢ fundida con la tecnolog¨ªa, y ¨¦sta fue utilizada intensiva, masivamente, por Obama para difundir ideas, comunicarse, organizarse y recolectar peque?os donativos.
Obama ha renovado con ¨¦xito el lenguaje y los medios de los progresistas. Es una lecci¨®n universal
Las grandes empresas son contrarias al dise?o abierto de la red
Obama y los suyos implantaron en los ¨²ltimos a?os sobre el cuerpo pol¨ªtico estadounidense un nuevo sistema circulatorio por el cual fluyeron mensajes de texto en celular, publicidad incluida en videojuegos, el contenido de p¨¢ginas y blogs saturados con informaci¨®n sobre la campa?a, Facebook y Myspace, etc¨¦tera. El mensaje ven¨ªa empaquetado con el desenfado propio de la juventud.
Una innovaci¨®n menos aparente fue la transformaci¨®n del lenguaje progresista o de izquierda. En Estados Unidos la derecha hab¨ªa puesto tan a la defensiva a los liberales (en pa¨ªses como Espa?a ser¨ªan socialistas) que el t¨¦rmino ten¨ªa fuertes connotaciones peyorativas. Eso se acab¨®.
Obama es la expresi¨®n m¨¢s acabada del arte de presentar ideas conocidas con una envoltura diferente. El candidato afroamericano no hablaba de pobres sino de clases medias; no exorcizaba con indignaci¨®n a la discriminaci¨®n, sino que promet¨ªa dignidad y trato justo a los marginados. Los puristas condenan tanto eufemismo que, sin embargo, resultaron ser los adecuados para convencer a una sociedad centrista y conservadora.
La campa?a de Obama tambi¨¦n incorpor¨® rasgos de la cultura de los organismos no gubernamentales. Entre ellos est¨¢ el construir desde la base social los cimientos del cambio, e incorporar la frugalidad como forma de vida. Pese a tener las arcas repletas de fondos, quienes han estado en la n¨®mina de Obama han ganado poco y han tenido la exigencia de respetar estrictas normas de austeridad: utilizar transportes p¨²blicos para ir al aeropuerto, limitar sus gastos en otra ciudad a dietas de 30 d¨®lares diarios, etc¨¦tera. Un contraste notable con los 150.000 d¨®lares gastados por los republicanos para vestir a Sarah Palin.
Lo nuevo sostuvo pr¨¢cticas viejas. Internet y la banda ancha fueron los tent¨¢culos que permitieron captar fortunas, luego utilizadas para pagar los estadios donde hubo manifestaciones o los spots en radio y televisi¨®n. El dinero aceit¨® una maquinaria que planific¨® y se anticip¨® a todas las posibilidades: j¨®venes, jud¨ªos, veteranos de la guerra de Irak, pensionistas, hispanos recibieron un trato adecuado a sus peculiaridades.
Fue igualmente ejemplar el manejo de las campa?as negativas que tanto afean a la democracia estadounidense. Hubo respuestas fulminantes a cualquier ataque infundado y hubo capacidad para aprovechar los errores de McCain. As¨ª, la campa?a de Obama refut¨® las mentiras, record¨® machaconamente que John McCain y George W. Bush eran lo mismo y restreg¨® los deslices del candidato republicano. El peor fue el del 15 de septiembre cuando, en medio de la tempestad financiera, John McCain asegur¨® que las bases de la econom¨ªa eran s¨®lidas. Se equivoc¨® y se supo.
El trabajo sucio lo hicieron otros. El ahora presidente mostr¨® siempre un mensaje de moderaci¨®n y mesura endulzado por una sonrisa f¨¢cil y un lenguaje educado, articulado y asentado en la l¨®gica; lo apropiado para atraer a moderados e indecisos. En un pa¨ªs notable por el sobrepeso y por el descuido a la hora de combinar colores, Obama es delgado y se distingue por una elegancia sobria aunque repetitivamente formal. Pese a su mesura, Obama ejerci¨® a plenitud el liderazgo de una organizaci¨®n disciplinada y con l¨ªneas de mando perfectamente establecidas.
Estar¨ªa, finalmente, la veleidosa fortuna. Las estrellas se alinearon para favorecer al afroamericano cuyo juggernaut se benefici¨® de lo conocido y de lo inesperado: se montaron en el hartazgo con los excesos del neoconservadurismo agresivo y rampl¨®n, aprovecharon una crisis financiera que meti¨® p¨¢nico y deseo de cambio, y se beneficiaron involuntariamente con la simpat¨ªa despertada por la muerte, en la v¨ªspera de la elecci¨®n, de la abuela abnegada que cri¨® al hijo abandonado por un padre desobligado. Hijo que se sobrepuso a la adversidad para llegar del barrio a la c¨²spide.
Barack Obama ya confirm¨® ser un innovador en la campa?a, pero ?tendr¨¢ el mismo ¨¦xito como presidente? Tal vez no, pero queda una lecci¨®n aprovechable para otras latitudes: cuando se organizan y tienen buenos l¨ªderes, las fuerzas progresistas pueden triunfar.
Sergio Aguayo Quezada es profesor del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de M¨¦xico.
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