Un viaje de invierno

Lo primero que hay que decir es que estamos ante un gran texto de Jer¨®nimo Cornelles, pese a algunas cursiler¨ªas del Julio Cort¨¢zar de primera hora, donde el g¨¦nero fant¨¢stico en la escena recobra algunos de sus derechos durante tanto tiempo perdidos. No es la fantas¨ªa, sino el imaginario, lo que lleva a estos dos personajes a una desolaci¨®n sin fronteras, hasta el punto de que bien podr¨ªan fundar una ONG con ese nombre. Se trata de todo y de nada. Una pareja, hombre y mujer, de edad y condici¨®n muy diferentes, que se encuentran casi cada d¨ªa durante dos minutos y veinticuatro segundos en una estaci¨®n de metro entre el paso de dos convoyes, establecen una relaci¨®n, cierta o incierta, a trav¨¦s de notas que dejan como al descuido y que van leyendo como quien no quiere la cosa. La obsesiva discursividad de esas breves notas va dejando paso a otras obsesiones de mayor peso, el que se atribuye a la palabra dicha, tal vez tambi¨¦n imaginarias. No conviene olvidar que el asunto discurre en las fechas pr¨®ximas a la Navidad, y quien quiera saber m¨¢s del argumento -?inexistente?-, que acuda sin tardanza a ver la obra. Saldr¨¢ exasperado o extra?ado, tanto importa, pero no lo lamentar¨¢.

S¨®lo dos cosas m¨¢s. El espacio esc¨¦nico y la grabaci¨®n videogr¨¢fica que en ocasiones le sirve de fondo no s¨®lo se complementan, es que se compenetran de una manera admirable para convertirse en otra cosa. Y en cuanto a la interpretaci¨®n, tengo para m¨ª que Vict¨°ria Salvador es esa admirable actriz que ning¨²n cegato a lo Woody Allen ha descubierto todav¨ªa, y que Juan Mandli crece m¨¢s en talento que en barriga, que ya es decir. Una obra, y una puesta en escena, y unas interpretaciones del todo imprescindibles en nuestro teatro. No se la pierdan.