Abismo
La cara oculta de la sabidur¨ªa la constituyen todos los manuscritos de la antig¨¹edad que se han perdido, los cuentos que fueron narrados de viva voz en las plazas orientales y las melod¨ªas creadas por millones de pastores con una flauta de ca?a junto con las canciones que tambi¨¦n se disolvieron en el aire, las danzas que ni siquiera quedaron grabadas en las vasijas o en los frisos de los templos. S¨®lo una peque?a parte de la creaci¨®n del mundo cl¨¢sico se ha salvado, pero existe un vaso oscuro de la memoria colectiva donde se guardan las cenizas de la biblioteca de Alejandr¨ªa, los papiros que se pudrieron bajo las aguas del Nilo, los versos que Safo no pudo terminar, otro teorema grabado por Pit¨¢goras en las letrinas de ?feso, que el tiempo ha hecho indescifrable y parte de las ense?anzas de S¨®crates que Plat¨®n no record¨®. Ser sabio consiste en navegar ese mar desconocido, imaginar el tesoro que la historia ha sumergido y rescatar del fondo del abismo, cada uno por su cuenta y riesgo, una parte de ese tesoro que no existe. La cultura desaparecida no est¨¢ en las c¨¢tedras ni en las tribunas ni en los libros, sino en las palabras de las gentes sencillas. Cuando oigas a un marinero o a un campesino decir cosas salidas directamente de su pensamiento sin adherencia alguna, no debe admirarte que hablen con tanto rigor sin haber le¨ªdo nunca nada, puesto que en su mente fluye con naturalidad la sabidur¨ªa que s¨®lo han le¨ªdo en el aire. Desde el fondo de los tiempos, pasando por el coraz¨®n de todos los mortales ya muertos, llegan por el aire c¨¢nticos insonoros, versos rotos en mil pedazos, cuentos de lobos o de hadas, alfombras m¨¢gicas invisibles, aforismos de fil¨®sofos an¨®nimos, que las gentes sencillas respiran y los aposentan en su carne. De no ser as¨ª, no se explica que un marinero analfabeto sentado en la borda de su barca te cuente un naufragio con la misma cadencia de los hex¨¢metros de Virgilio. O que un campesino se mueva con la azada entre los cuatro elementos, la tierra, el fuego, el aire y el agua, que seg¨²n los presocr¨¢ticos componen la naturaleza y haga con ellos unos pimientos, tomates, calabazas y melocotones con los que se puede coronar las cimas m¨¢s altas del esp¨ªritu humano.
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