Nostalgia de la ¨¦pica
No deja de resultar una extra?a paradoja el que, al mismo tiempo que cualquier acontecimiento contempor¨¢neo recibe la consideraci¨®n de hist¨®rico, se experimente una acuciante necesidad de recuperar la memoria sobre los hechos m¨¢s dram¨¢ticos del pasado, a los que se convierte en materia pol¨ªtica e, incluso, judicial. Puede que la explicaci¨®n de esta repentina y asfixiante omnipresencia de la historia se encuentre, simplemente, en que han coincidido en el tiempo las ¨ªnfulas con las que algunos dirigentes enjuician su tarea, convencidos de que hasta sus m¨¢s intrascendentes decisiones quedar¨¢n inscritas en m¨¢rmol para la posteridad, y la dificultad de los ciudadanos de los sistemas democr¨¢ticos, y en particular los intelectuales, para identificar causas inatacables a las que servir. Sobre todo, despu¨¦s de que tantas causas que se creyeron dignas en el siglo XX se revelaran como tr¨¢gicos errores, como fines tal vez nobles, aunque perseguidos a trav¨¦s de medios execrables.
Se estimula la quimera de creer que se hace historia cuando en realidad se est¨¢ interpretando
Pero puede que la explicaci¨®n sea distinta y tenga que ver con un sentimiento diferente, con una inconfesada nostalgia de la ¨¦pica. Una nostalgia que, por un lado, lleva a convertir las rutinas del poder democr¨¢tico en gestas sin parang¨®n y, por otro, a establecer una continuidad literal, inextinguible, entre luchas pasadas y presentes, como si, una vez abiertas, nunca se pudieran abandonar las trincheras. En ambos casos lo ¨²nico que se estimula es la quimera de creer que se hace historia cuando, en realidad, se est¨¢ interpretando; lo ¨²nico que se favorece es la utilizaci¨®n de la historia como instrumento para reclamar alg¨²n tipo de m¨¦rito pol¨ªtico, o de legitimidad a?adida, que no tiene cabida en las instituciones democr¨¢ticas y que, por esta raz¨®n, acaba siempre desafi¨¢ndolas. La nostalgia de la ¨¦pica, desde esta perspectiva, tiene puntos en com¨²n con el vivere pericolosamente, aquella vieja consigna desde la que, no por casualidad, se lanzaron algunos de los m¨¢s furibundos ataques contra los sistemas de libertades. Pero, adem¨¢s, guarda un estrecho parentesco con las doctrinas que exigen el sacrificio del presente a abstracciones que se nutren de deudas pendientes con el pasado o que convierten en dogmas de fe sus especulaciones sobre el futuro.
Pocos ant¨ªdotos m¨¢s eficaces contra la nostalgia de la ¨¦pica, contra este deseo de convertir las rutinas del poder democr¨¢tico en historia y, al mismo tiempo, de introducir la historia en el debate pol¨ªtico o los tribunales, que un reciente ensayo de Jean Daniel, Camus, a contracorriente (Galaxia Gutenberg, 2008). A medio camino entre la autobiograf¨ªa y la reflexi¨®n sobre el periodismo, el director de Le Nouvel Observateur traza el retrato de una amistad fraguada en las postrimer¨ªas de la Segunda Guerra Mundial, y m¨¢s tarde sacudida por las opciones pol¨ªticas que, a fin de expresarse ante sus respectivos lectores, adopt¨® cada protagonista. La guerra de Argelia les llev¨® al borde de la ruptura, s¨®lo evitada por la admiraci¨®n que Jean Daniel profesaba hacia Albert Camus y por el afecto con que ¨¦ste le correspond¨ªa. Poco antes de su muerte, y en respuesta a una carta en la que Jean Daniel lamentaba su alejamiento a ra¨ªz de la cuesti¨®n argelina, Camus le respondi¨® escuetamente: "Lo importante es que estemos desgarrados, tanto usted como yo".
El libro de Jean Daniel no invita a sentir nostalgia por no haber asistido a los acontecimientos que comparti¨® con Camus, a los hechos ¨¦picos que les depar¨® la historia, sino que provoca admiraci¨®n por los argumentos que defendieron, y por c¨®mo los defendieron, desde sus respectivas tribunas, haciendo del periodismo una expresi¨®n de la literatura y del pensamiento. Ni uno ni otro tomaba la palabra para saldar deudas pendientes con el pasado ni para convertir en dogma de fe ninguna especulaci¨®n sobre el futuro. Tampoco se pronunciaban s¨®lo para apoyar o para zaherir una posici¨®n pol¨ªtica: si ¨¦se hubiera sido su prop¨®sito, habr¨ªan optado sencillamente por la militancia. Su preocupaci¨®n esencial ten¨ªa que ver con el deseo de afrontar los acuciantes problemas que les planteaba su tiempo, s¨®lo los problemas que les planteaba su tiempo; y, adem¨¢s, de afrontarlos sin preocuparse por agradar, porque, "para agradar", ya fuera a sus propios lectores, ya fuera a uno u otro partido, dec¨ªa Camus, "hay que doblegarse".
Es dif¨ªcil encontrar el m¨¢s m¨ªnimo rastro de la nostalgia de la ¨¦pica en estas p¨¢ginas de Jean Daniel: ni califica de hist¨®ricas unas decisiones pol¨ªticas que en muchos casos lo acabaron siendo ni, menos a¨²n, convierte la historia en materia pol¨ªtica o judicial. Antes por el contrario, su prop¨®sito, como tambi¨¦n el del Camus periodista que va materializ¨¢ndose en este retrato a la vez profundo y conmovedor, es desactivar la ¨¦pica por la que se despe?¨® su tiempo, contribuyendo a reconducirlo en la medida de sus posibilidades a las aguas tranquilas en las que s¨®lo impera la raz¨®n.
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