Pasen y vean el circo de Calder
El mundo de fantas¨ªa del escultor del movimiento se exhibe en Nueva York
La vor¨¢gine electoral y el caos econ¨®mico han dejado exhausta a Manhattan. Pero a¨²n hay esperanza. Un lugar para esconderse de la ¨¢spera realidad y so?ar durante un rato con un mundo imaginario que ya sedujo en los a?os veinte a contempor¨¢neos como Mir¨® o Duchamp. Es el gran espect¨¢culo que se despliega en el universo del estadounidense Alexander Calder (1898-1976) y est¨¢ contenido en el museo Whitney bajo el t¨ªtulo Los a?os de Par¨ªs. 1926-1933.
Francia sirvi¨® de inspiraci¨®n al artista para construir un m¨¢gico circo en miniatura. El museo neoyorquino lo ha sacado de la sala angosta en la que lo esconde habitualmente para dedicarle hasta el 15 de febrero el espacio central de una muestra que adem¨¢s re¨²ne un centenar de dibujos, esculturas y pel¨ªculas con los que se completa el retrato de los primeros a?os parisienses de Calder. La muestra viajar¨¢ el a?o pr¨®ximo al Centro Pompidou de Par¨ªs.
El circo de Calder est¨¢ habitado por leones, malabaristas y trapecistas que casi tienen vida propia, payasos, tragaespadas, lanzadores de cuchillos y contorsionistas del tama?o de una mano. Los construy¨® con alambres, corcho y cuero en Par¨ªs entre 1926 y 1931 tras m¨²ltiples visitas a fascinantes circos franceses y estadounidenses.
El artista era un entusiasta del arte circense. Le gustaba animar sus creaciones, prestarles su voz y hacerlas volar al ritmo de los discos de su Victrola. Transportaba su espect¨¢culo en unas viejas maletas por las calles de Par¨ªs su espect¨¢culo, una suerte de precoz performance.
Todo hab¨ªa empezado en realidad en la m¨¢s remota ni?ez. Uno de sus primeros juguetes fue un peque?o p¨¢jaro de metal de propia construcci¨®n. Un trabajo en el que ya se intu¨ªa la fascinaci¨®n por el movimiento que inundar¨ªa sus c¨¦lebres m¨®viles y el resto de su obra. En su juventud, Calder, hijo de artistas, prefiri¨® tomar el camino seguro de una ingenier¨ªa aunque a la postre no pudiese deso¨ªr la llamada de la creatividad. Y para un artista, Par¨ªs era una parada obligada. Al llegar a la ciudad en 1926 ya hab¨ªa comenzado a trabajar con esos alambres que le permit¨ªan, como ¨¦l dec¨ªa "dibujar en el espacio". Ese material fue el pincel del que luego nacer¨ªan sus llamados m¨®viles, en los que comenzar¨ªa a trabajar tras una visita reveladora al estudio de Piet Mondrian en 1931.
Una de las primeras figuras concebidas en aquellos a?os de Par¨ªs dedicados a la experimentaci¨®n continua, fue la de Josephine Baker, la cantante y cabaretera negra, que defini¨® una ¨¦poca de desenfreno y charlest¨®n. Las figuras de Baker son uno de los atractivos de la muestra. Tambi¨¦n lo es una curiosa e in¨¦dita filmaci¨®n muda titulada Montparnasse, donde las musas dominan, donde se puede ver a Calder realizar un retrato en alambre de la musa de Kiki de Montparnasse.
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