Muerte en la discoteca
No se puede admitir que la brutalidad homicida se instale en las puertas de los locales de ocio
Un peque?o tropiezo dio lugar a una brutal paliza que revent¨® el coraz¨®n y mat¨® a un joven de 18 a?os, ?lvaro Uss¨ªa Caballero, en la madrugada del s¨¢bado en una c¨¦ntrica discoteca de moda en Madrid. Los tres guardias de seguridad que cometieron la agresi¨®n han sido detenidos y puestos a disposici¨®n judicial. Uno de los amigos de la v¨ªctima empuj¨® a una chica en la pista de baile, que result¨® ser la novia de uno de los porteros, y ¨¦stos decidieron expulsar a los que causaron el contratiempo. Hubo discusi¨®n, golpes y, finalmente, un muerto.
Lo que resulta dram¨¢tico es que no sea nada nuevo. La ¨²nica diferencia, frente a los dos magreb¨ªes que han muerto este a?o a manos de los responsables de seguridad de distintos locales de ocio -uno en Alcorc¨®n y el otro en Fuenlabrada, en la Comunidad de Madrid-, es que ocurre en un local de la capital y que esta vez la v¨ªctima no es un inmigrante. Como lo fue tambi¨¦n el ecuatoriano que muri¨® en Barcelona en 2002, tras ser apaleado y arrojado al mar por los porteros de un local nocturno. La pregunta sigue desde entonces abierta: ?c¨®mo es posible que los que, supuestamente, tienen que velar por la seguridad sean los responsables de semejantes abusos?
Es tarea del Estado, tal como establece la Constituci¨®n, proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades del individuo y garantizar, al mismo tiempo, la seguridad ciudadana. La extrema dificultad de garantizar esa seguridad en grandes locales, donde miles de personas se re¨²nen los fines de semana para divertirse, deber¨ªa obligar a las autoridades competentes a regular la letra peque?a de una actividad, la de los porteros de discoteca, que resulta imprescindible para salvaguardar el derecho de cualquier ciudadano a pasarlo bien sin que lo muelan a palos.
Establecer la formaci¨®n que resulte necesaria y reivindicar la licencia que acredite su competencia, sentar de manera transparente sus funciones, fijar con claridad sus responsabilidades y las de las empresas que los contratan, regular su relaci¨®n con las fuerzas de seguridad y todo un sinf¨ªn de normas de actuaci¨®n son aspectos que reclaman con urgencia una reglamentaci¨®n. Las instituciones del Estado tienden cada vez m¨¢s a actuar bajo el brillo de los focos y a golpe de grandes esc¨¢ndalos. Con un reglamento riguroso y un control eficaz de su cumplimiento, es muy posible que no se hubiera tenido que lamentar ahora el comportamiento de los porteros que causaron la muerte a un joven de 18 a?os.
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