Los historiadores del futuro
Afirman los adversarios del esclarecimiento: "Ser¨¢n los futuros historiadores los que escribir¨¢n la Historia". Cierto. Pero ?contando con qu¨¦ testimonios, con qu¨¦ evidencias, con qu¨¦ estad¨ªsticas, con qu¨¦ documentaci¨®n? No olvidemos que la tarea de los historiadores cient¨ªficos se ve -y se ver¨¢ siempre- amenazada y entorpecida por el negacionismo y la ocultaci¨®n de aquellos que ponen todo su empe?o en negar y ocultar importantes espacios de la realidad hist¨®rica. Aqu¨ª est¨¢ la clave de la cuesti¨®n.
Cuando se constituy¨® en Argentina la Comisi¨®n Nacional sobre Desaparici¨®n de Personas (Conadep), tambi¨¦n conocida como Comisi¨®n S¨¢bato (1984), as¨ª como cuando se estableci¨® en Chile la denominada Comisi¨®n de Verdad y Reconciliaci¨®n o Comisi¨®n Rettig (1990), al igual que cuando se cre¨® para El Salvador la Comisi¨®n de la Verdad de la ONU (1992), y a?os despu¨¦s al constituir la Comisi¨®n de Esclarecimiento Hist¨®rico (CEH) de la ONU sobre Guatemala (1997), seg¨²n pudimos comprobar in situ por nuestro trabajo, en cada uno de estos pa¨ªses, tales investigaciones tuvieron invariablemente los siguientes puntos en com¨²n:
El argumento de "no reabrir las heridas" es el cl¨¢sico de los beneficiados por golpes y dictaduras
Durante 40 a?os se airearon las violencias del bando republicano
Todas ellas fueron posteriores a terribles conflictos internos de considerable dramatismo, crueldad y duraci¨®n. Todas ellas tuvieron un notable efecto clarificador al servicio de la verdad hist¨®rica, en cuanto a autor¨ªas, responsabilidades, causas, efectos, y un resultado siempre insuficiente (desde escaso hasta pr¨¢cticamente nulo, seg¨²n los casos) en cuanto a la aplicaci¨®n de la justicia. En todos los casos citados, un poderoso sector de la sociedad rechazaba la creaci¨®n de estos ¨®rganos de investigaci¨®n, mientras otro sector social los reclamaba como imprescindibles. El sector que rechazaba toda investigaci¨®n era siempre el mismo: precisamente el que protagoniz¨®, o se benefici¨®, de un golpe militar o de unos gobiernos militares fuertemente represores que incurrieron en terribles violaciones de derechos humanos. En todos estos casos tuvimos que escuchar esta proclamaci¨®n recurrente: el argumento, inicialmente citado, de que la historia deber¨¢ ser escrita por los historiadores del futuro y no por actuales comisiones de investigaci¨®n. Adem¨¢s, y primero en importancia por sus ¨ªnfulas pretendidamente morales, aparec¨ªa el argumento m¨¢ximo, que siempre era el siguiente: "Esa investigaci¨®n volver¨ªa a sembrar la divisi¨®n y a despertar los viejos odios. Lo que necesita la sociedad es olvidar y cerrar las heridas pasadas".
Si hubieran prevalecido estos criterios paralizantes, aquellas sociedades reci¨¦n mencionadas -y otras en situaciones similares- seguir¨ªan taradas por el venenoso efecto de la mentira y la falsificaci¨®n hist¨®rica, negando interesadamente y ocultando definitiva
-mente la mayor parte de los cr¨ªmenes cometidos. La Armada argentina seguir¨ªa negando oficialmente que sus instalaciones de la ESMA fueron usadas para secuestrar, torturar y asesinar a miles de ciudadanos; el Ej¨¦rcito chileno seguir¨ªa refutando descaradamente sus atrocidades de Villa Grimaldi, Tejas Verdes y tantos otros antros clandestinos, y su Armada seguir¨ªa sin admitir las b¨¢rbaras torturas perpetradas a bordo de su buque escuela Esmeralda y de otras instalaciones navales. El Ej¨¦rcito salvadore?o seguir¨ªa negando las atrocidades de la UCA y de El Mozote, y manteniendo su delirante versi¨®n sobre el asesinato del arzobispo, monse?or Romero. Y los militares guatemaltecos seguir¨ªan negando su brutal genocidio contra las comunidades mayas del Quich¨¦, Pet¨¦n y otros escenarios de aquel horror.
Pero tales falsedades ya no podr¨¢n prevalecer en los futuros libros de historia. Y este logro no ser¨¢ debido a quienes, con argumentos supuestamente pacificadores, quisieron correr un tupido velo sobre los cr¨ªmenes, sino a las incontestables evidencias registradas por las respectivas comisiones de investigaci¨®n, y plasmadas para la posteridad en sus respectivos informes. De no ser por ese esfuerzo investigador, los futuros libros de historia hubieran quedado tarados y falseados para siempre por la mentira y la ocultaci¨®n.
Hablemos ahora de Espa?a. De nuestra Historia, de nuestra memoria, de nuestra verdad. El ¨²ltimo auto del juez Baltasar Garz¨®n encomienda la investigaci¨®n de los asesinatos y desapariciones producidos por la represi¨®n franquista a los 62 juzgados en cuyo ¨¢mbito jurisdiccional existen fosas comunes. Con independencia de que este desenlace procesal pueda repercutir en mayor o menor grado en la eficacia y factibilidad de tales investigaciones, y de que su efectividad ser¨¢ obviamente menor de la que hubiera aportado un esfuerzo unitario y centralizado, en¨¦rgicamente apoyado (y no frontalmente rechazado) por la fiscal¨ªa, aun as¨ª, lo que ya es seguro es la contundencia testimonial de las listas, trabajosamente elaboradas y entregadas al juez por una serie de asociaciones empe?adas en ese rescate de la memoria que nunca pudo hacerse con anterioridad.
Las v¨ªctimas detalladas en las distintas relaciones nominales -130.137 en una de ellas, elevadas a 143.353 en otra posterior, y finalmente 114.340 en otra, al parecer m¨¢s trabajada que las anteriores-, m¨¢s otros datos que puedan ser constatados en el futuro (pues los recopiladores se?alan que subsisten gran n¨²mero de casos no incluidos a¨²n), constituyen informaciones que, una vez depuradas, debidamente cruzadas, contrastadas y suprimidas las posibles repeticiones, acabar¨¢n proporcionando a los historiadores futuros un caudal de s¨®lidas evidencias cuantitativas de irrefutable valor. Pero tambi¨¦n de valiosas precisiones cualitativas sobre la clase y procedencia social de los que fueron encarcelados y asesinados: maestros, alcaldes, concejales, dirigentes y militantes sindicales, activistas agrarios, simples braceros sin tierra, ciudadanos republicanos de cualquier ¨¢rea profesional, militares contrarios al golpe y sentenciados en juicios sumar¨ªsimos sin ninguna garant¨ªa procesal.
Estos datos, que jam¨¢s se hubieran recopilado y entregado oficialmente sin un requerimiento judicial de tan amplio alcance como lo fue el dictado en su momento por el juez Garz¨®n, est¨¢n llamados a convertirse, para los balances hist¨®ricos del futuro, en una aplastante y documentada refutaci¨®n de quienes, a?os atr¨¢s, dec¨ªan y escrib¨ªan que las v¨ªctimas mortales represaliadas por el franquismo despu¨¦s de la guerra pod¨ªan situarse en torno a las 8.000. Afirmaciones y cifras que hubieran quedado ah¨ª, falseando inevitable y brutalmente el balance registrado en los libros del futuro si nadie se hubiera ocupado de afrontar esta ineludible, aunque siempre penosa, labor de clarificaci¨®n.
En Espa?a durante 40 a?os se airearon, multiplicaron, difundieron y escribieron todos los argumentos posibles e imposibles a favor de los vencedores de la Guerra Civil, incluidas las barbaridades -algunas absolutamente ciertas- cometidas por el bando republicano. Datos y argumentos que han estado y siguen estando ah¨ª, superabundantes, a disposici¨®n de los historiadores. Pero al mismo tiempo se impidi¨® toda acumulaci¨®n de datos, argumentos y evidencias por parte de los vencidos. ?De d¨®nde obtendr¨ªan, entonces, los futuros historiadores los datos, argumentos y evidencias documentales aportados por la Espa?a derrotada en 1939, si gran parte de tales datos y evidencias hubieran permanecido ocultos para siempre sin emerger a la luz?
A estas alturas, ning¨²n obst¨¢culo deber¨ªa impedir que se abran plenamente a la investigaci¨®n todos los archivos referentes a las causas, denuncias, procesos, asesinatos individuales y colectivos, as¨ª como sobre las numerosas fosas comunes, sin olvidar aquellas mort¨ªferas c¨¢rceles de 1939-1946 donde miles de espa?oles se consumieron hasta morir de hambre, fr¨ªo, tuberculosis, y tambi¨¦n, en cifras terribles (pero todav¨ªa vergonzosamente indeterminadas), de tantos miles de hombres y mujeres que cayeron ante los infatigables pelotones de ejecuci¨®n.
Prudencio Garc¨ªa, ex miembro de la Comisi¨®n de Esclarecimiento Hist¨®rico de la ONU sobre Guatemala, es investigador y consultor internacional del Instituto Ciencia y Sociedad.
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