"Memoria m¨¢s imaginaci¨®n, eso es literatura"
Manuel Vicent evoca en Valencia las historias de 'Le¨®n de ojos verdes'
"El hotel es real, el lugar es real y esa mirada del narrador es real; pero no es una autobiograf¨ªa". Manuel Vicent (La Vilavella, 1936) se distancia de Manuel, el joven de 17 a?os protagonista de Le¨®n de ojos verdes, su ¨²ltima novela. Amarrada al verano de 1953, aunque los hechos tambi¨¦n remontan hasta la Guerra Civil, la historia mezcla las vidas de unos personajes en el hotel Voramar de Benic¨¤ssim, que a?os atr¨¢s fue un hospital de sangre de los brigadistas, durante el rodaje de una pel¨ªcula.
La presencia perturbadora de una desconocida Brigitte Bardot, su escandaloso biquini rojo y su insistencia en participar en el rodaje solo sirven para hilvanar parte del relato. Para el escritor, Mar¨ªa, la cocinera que enviud¨® joven de un maestro fusilado por los fascistas -"maestros, mataron a todos..., a todos los republicanos, fue una escabechina"-, es el personaje que sustenta la novela. En la supervivencia de Mar¨ªa y su bicicleta roja, en la tragedia de Mar¨ªa y su vestido negro, Vicent simplifica su lenguaje: "Las cosas, llega un momento que cuanto m¨¢s desnudas m¨¢s se ven, cuanto m¨¢s puras m¨¢s profundas son".
Pero hay m¨¢s vidas, cada una capaz de iluminar su propia novela. Un casanova que maquina casi sin darse cuenta el crimen impune, amparado por el C¨®digo Penal, de su esposa rica; Lydia, la bella ni?a de ojos verdes atada a un cuerpo maltrecho que enamor¨® a Manuel; un m¨¦dico republicano represaliado que le prometi¨® un disco de Glenn Miller; el viejo inv¨¢lido que recib¨ªa cartas de amor de una pasi¨®n juvenil... "Todas las personas tienen un verano donde se cruzan unos caminos, donde un adolescente empieza a ser adulto, donde se despierta, donde se enamora, donde tiene el primer desenga?o...". Y as¨ª fue para Manuel.
Pero a Vicent no le interesa nada la nostalgia, tampoco la melancol¨ªa: "Aquel tiempo era cutre; todo se reduc¨ªa a una chocolatada, a tomar un helado o montar en bicicleta".
Los tiempos, cambiados, ayudan a aderezar el relato. Por eso, Vicent se niega a segregar ficci¨®n y realidad: "Eso es literatura, memoria m¨¢s imaginaci¨®n". Una frontera donde es posible que un padre queme un libro de su hijo por ilustrar un cuadro libidinoso de Modigliani. "Y si no ha sucedido pudo haber pasado", reconoce con una sonrisa.
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