?Bienvenidos a la neomodernidad!
La posmodernidad ha muerto. Con la crisis termina el culto al caos, el individualismo y lo identitario. Vuelve el Estado, el mejor gestor del orden, la seguridad y la estabilidad, as¨ª como de la igualdad y la protecci¨®n social
Toda crisis, y ¨¦sta parece ser de las m¨¢s profundas, introduce una importante cesura en el tiempo hist¨®rico. Nunca es un corte dr¨¢stico, desde luego, siempre hay elementos de lo viejo que siguen perviviendo en lo nuevo. Pero s¨ª sirven al menos para hablar de un antes y un despu¨¦s. Y creo que esto es lo que va a ocurrir con esta nueva crisis. La gran cuesti¨®n es si somos capaces de anticipar los rasgos b¨¢sicos de la sociedad que viene, si podemos saber en qu¨¦ se diferenciar¨¢ de lo ya conocido. Tengo para m¨ª que la sociedad del futuro inmediato abandonar¨¢ algunos de los rasgos m¨¢s conspicuos de eso que hemos venido calificando como posmodernidad para volver a muchos de los de la anterior fase moderna sin que ello signifique un pleno retorno a ella. Ser¨¢ una novedosa y curiosa s¨ªntesis de presupuestos modernos bajo las condiciones objetivas de una sociedad global y mucho m¨¢s compleja, una neomodernidad. Especulemos.
En la nueva era, orden y seguridad, asociados a bien com¨²n y solidaridad, pueden tomar la delantera
Las pol¨ªticas de izquierdas que propongan un nuevo contrato social tienen una gran oportunidad
El rasgo m¨¢s marcado del cambio, ya lo estamos viendo, es el renovado protagonismo de la econom¨ªa. Frente a la prioridad que en la anterior fase posmoderna acab¨® teniendo lo cultural -en un sentido lato-, se alza ahora lo econ¨®mico como el factor central de la actividad humana. Por el momento, habr¨¢ que arrinconar tesis como la de Huntington, que cre¨ªa ver en lo identitario-cultural la esencia del conflicto contempor¨¢neo. Tanto en la dimensi¨®n pol¨ªtica global como en la interna, los conflictos en torno a la distribuci¨®n de los recursos pasar¨¢n al centro del inter¨¦s y se postergar¨¢n los identitarios. La redistribuci¨®n, la lucha contra la desigualdad, volver¨¢ a dominar el debate pol¨ªtico despu¨¦s de haber sido durante d¨¦cadas la gran cuesti¨®n olvidada. Regresar¨¢n los cl¨¢sicos conflictos sociales con ra¨ªz de clase y es previsible imaginar una reverdecida presi¨®n para alcanzar una mayor equidad fiscal. ?C¨®mo justificar ahora, por ejemplo, ante la nueva menesterosidad, el escapismo fiscal de que han venido disfrutando los m¨¢s privilegiados? No deja de ser ir¨®nico que la elecci¨®n de Obama, que representa un hito en las "luchas por el reconocimiento" posmodernas -de minor¨ªas ¨¦tnicas en este caso-, acabe por significar la afirmaci¨®n de pol¨ªticas de igualdad frente a las de la "diferencia".
Valores como solidaridad, igualdad, autoridad, esfuerzo, responsabilidad, cotizar¨¢n al alza. Los cl¨¢sicos valores densos de nuestra herencia moderna postergar¨¢n a los m¨¢s ligeros -l¨ªquidos, en la jerga de Bauman- del "todo vale", la gratificaci¨®n inmediata, el hiperconsumo, la autorrealizaci¨®n individual. No saldremos de eso que los soci¨®logos califican como "individualizaci¨®n", pero habr¨¢ una tendencia a moderar el individualismo y el privatismo radicalizado en aras de un mayor compromiso con los objetivos sociales generales. Todo ello en nombre del gran valor de la modernidad: el orden. Lo ambivalente, ambiguo, relativo, esos rasgos esenciales del pluralismo posmoderno, ser¨¢n mirados con sospecha. Orden y seguridad, asociados a bien com¨²n y solidaridad, tienen garantizada buena prensa en momentos en los que acucia la necesidad y el miedo. El gran gestor del orden, la seguridad y la estabilidad, pero tambi¨¦n de la protecci¨®n social m¨¢s general, ha sido siempre el Estado, el h¨¦roe de la modernidad cl¨¢sica. Parece obvio que volver¨¢ a gozar de una renovada legitimidad. Un Estado al que seguramente se le exigir¨¢ mucho m¨¢s de lo que est¨¢ en condiciones de dar. Pero ser¨¢ el gran protagonista de los tiempos venideros.
A la vista del actual agotamiento de los procesos de integraci¨®n regional y de la afirmaci¨®n de los nuevos Estados emergentes, la pol¨ªtica de la nueva sociedad global se sujetar¨¢ m¨¢s a la cl¨¢sica pauta de la colaboraci¨®n "inter-nacional" que a la gobernanza "transnacional" propiamente dicha. "Gobernanza entre Estados" y geopol¨ªtica cl¨¢sica. Es un craso error en momentos en los que mandan las interdependencias y la soluci¨®n de problemas pasa por poner en com¨²n importantes dimensiones de la soberan¨ªa (sovereignty pooling).
Ad intra el Estado garantizar¨¢ tambi¨¦n medidas que calmen la ansiedad ante la inmigraci¨®n, m¨¢s fronteras, mayores garant¨ªas de los intereses nacionales, menor predisposici¨®n a tolerar los mecanismos de autoorganizaci¨®n social. Vuelta al big government y a las certidumbres locales, a la tentaci¨®n de reafirmar el ego¨ªsmo de pa¨ªs, la raz¨®n de Estado, el paternalismo burocratizado. Parece una demanda dif¨ªcil de resistir si es reclamada por los ciudadanos y dentro de una competencia entre Estados por ver qui¨¦n es capaz de resolver mejor sus problemas por s¨ª mismo. Aunque, no nos equivoquemos, si emprendemos esta senda entraremos en una importante crisis de gobernabilidad. Necesitamos nuevos instrumentos pol¨ªticos para resolver los acuciantes problemas sociales heredados.
Tanto la vuelta a los nuevos / antiguos valores densos como el protagonismo estatal ofrecer¨¢n una nueva oportunidad a las pol¨ªticas de izquierdas. Habr¨¢n recuperado, por decirlo as¨ª, las palancas sobre las que se apoyaban para emprender reformas. Es hasta posible que los sindicatos recuperen una parte de su poder y prestigio perdido. Pero hu¨¦rfanas de un claro sentido de la idea de progreso y en su ¨¦nfasis por gestionar una pol¨ªtica dirigida a evitar los grandes males -desempleo, pensiones, p¨¦rdida de competitividad- abandonar¨¢n gran parte de su dimensi¨®n ut¨®pica. Se tratar¨¢ de izquierdas administradoras de la nueva escasez, un papel que ya hubieron de asumir en otros tiempos hist¨®ricos. Sus programas los dictar¨¢ m¨¢s la conservaci¨®n de lo ya alcanzado que lo que queda por conseguir; administrar las p¨¦rdidas m¨¢s que anticipar las ganancias derivadas de emprender un nuevo camino.
Un liderazgo acertado podr¨¢, en todo caso, aprovechar la ocasi¨®n para desprenderse de los modelos fracasados y reconducir el orden social hacia un nuevo contrato social, un pacto social-democr¨¢tico de nuevo cu?o que sea capaz de trasladar la parroquial pol¨ªtica estatal hacia una m¨¢s decidida pol¨ªtica de colaboraci¨®n sintonizada a las dos dimensiones ya imprescindibles: la esfera transnacional y la cooperaci¨®n con la sociedad civil. La pol¨ªtica del futuro deber¨¢ estar menos pendiente de la gesti¨®n directa que de la impulsi¨®n y galvanizaci¨®n de acuerdos, iniciativas, persuasi¨®n, movilizaci¨®n ciudadana. Y esto ¨²ltimo parece absolutamente decisivo en unos momentos en los que el imprescindible retorno de la pol¨ªtica sigue encontrando un inmenso escollo en la desconfianza que amplios sectores de la ciudadan¨ªa siguen sintiendo hacia lo pol¨ªtico.
No es de excluir, sin embargo, una alternativa que recupere la esencia del ya conocido populismo de derechas, la tozuda vuelta al Estado de ley y orden alimentado por un nacionalismo revivido. Fronteras, xenofobia, reafirmaci¨®n de las identidades nacionales. Ser¨ªa la otra dimensi¨®n, mucho m¨¢s siniestra, del conservacionismo rampante. Es un discurso que encuentra el terreno abonado en situaciones de crisis, sobre todo si es capaz de engarzarse con ¨¦xito a los nuevos temores y consigue dar con una f¨®rmula ret¨®rica capaz de catalizar el descontento general.
Con todo, el triunfo de Obama nos ha ubicado ante una ruta m¨¢s positiva. Y nos ha dado las claves para recordar que, a pesar de todo, hay una inmensa fuente de poder social creativo que puede ser movilizado pol¨ªticamente si encontramos las claves necesarias para hacerlo realidad. En democracia no hay poderes que est¨¦n cristalizados de una vez por todas. El poder es energ¨ªa social que fluye y que siempre podemos ser capaces de canalizar hacia aquellos fines que merezcan ser emprendidos. Hoy no podemos eludir una orientaci¨®n realista que, pragm¨¢ticamente, tome en consideraci¨®n lo dado. Pero el nuevo pensamiento ¨²nico de la r¨ªgida defensa de lo que existe no ser¨¢ capaz siquiera de satisfacer este objetivo si se aferra a las viejas certidumbres y a los antiguos instrumentos de acci¨®n pol¨ªtica. Se echa en falta imaginaci¨®n, liderazgo y un claro proyecto de futuro. Menos "conservacionismo" y m¨¢s sentido del progreso.
Lo decisivo de esta vuelta a la modernidad que se atisba en el horizonte es el contenido de que vayamos a dotar a lo nuevo de la neomodernidad, la forma en la que seamos capaces de extraer las consecuencias oportunas de la experiencia hist¨®rica y la aprovechemos para innovar social y pol¨ªticamente. Si se recupera la pol¨ªtica el futuro estar¨¢ siempre abierto.
Fernando Vallesp¨ªn es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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