Al borde del precipicio
El deterioro de la econom¨ªa espa?ola es tan brusco, r¨¢pido e intenso que tiene todos los n¨²meros convertirse en la mayor recesi¨®n desde la posguerra, dejando empeque?ecida a la que tuvo lugar en 1992-93.
Nunca fui muy piadoso con los que defend¨ªan la tesis del "aterrizaje suave" y por eso les habl¨¦ ya a finales del a?o pasado, en este misma p¨¢gina, de que ver¨ªamos "algo m¨¢s que una suave desaceleraci¨®n". Pero lo que estamos viendo va m¨¢s all¨¢ de lo imaginado y tiene todas las trazas de una larga y dolorosa recesi¨®n, sin descartar la m¨¢s temida depresi¨®n. No es tremendismo ni pesimismo exagerado.
Nuestra econom¨ªa est¨¢ al borde del precipicio. Y mi temor es que, por falta de liderazgo, el Gobierno acabe d¨¢ndole el empujoncito que la lance al vac¨ªo. Pero antes de seguir con esta cuesti¨®n d¨¦jenme volver a lo que est¨¢ ocurriendo con nuestra econom¨ªa.
Ahora, como en 1993, volvemos a tener el mayor d¨¦ficit exterior del mundo en t¨¦rminos relativos: m¨¢s del 10% del PIB
Para tener un poco de perspectiva puede ser ¨²til ver lo que ocurri¨® a inicios de los noventa. La econom¨ªa espa?ola crec¨ªa a una tasa de alrededor del 4% y creaba mucho empleo bajo el impulso de una fuerte actividad inmobiliaria y de la entrada de capitales. Ese crecimiento ten¨ªa, sin embargo, su tal¨®n de Aquiles en el elevado d¨¦ficit comercial -el segundo mayor del mundo en t¨¦rminos absolutos, despu¨¦s del de Estados Unidos, y el primero con relaci¨®n al PIB-, que se financiaba endeud¨¢ndose en el exterior.
Esa econom¨ªa alegre y confiada se peg¨® un enorme batacazo a finales de 1992. Ese a?o se produjo una crisis monetaria y financiera , derivada de la quiebra del sistema monetario europeo. Y haciendo verdad aquello de que s¨®lo se sabe qui¨¦n se est¨¢ ba?ando desnudo cuando baja la marea, surgieron fuertes especulaciones contra las monedas que, como la peseta, estaban sobrevaloradas y ten¨ªan un elevado d¨¦ficit exterior.
El resultado fue una fuerte recesi¨®n y un retroceso de los niveles de renta. Del 3,8% de crecimiento se pas¨® al 0,9 en 1992 y al -1% en 1993. Es decir, una ca¨ªda de casi cinco puntos porcentuales del PIB en escasamente dos a?os, algo que nunca antes hab¨ªa ocurrido. La tasa de paro dio un brinco espectacular alcanzando el techo del 22,4%; la tasa de inflaci¨®n, pese a la recesi¨®n, se estanc¨® en el 4,6%, lejos de la media europea; el d¨¦ficit p¨²blico se dispar¨® por encima del 6% del PIB, y la deuda p¨²blica super¨® por primera vez el techo del 60% del PIB.
Aquella recesi¨®n dur¨® seis semestres si la medimos por el comportamiento del PIB, y un poco m¨¢s del doble si nos fijamos en el desempleo. La medicina fueron cuatro devaluaciones sucesivas de la peseta, que consiguieron corregir la p¨¦rdida de competitividad; el est¨ªmulo del dinero barato, y una sorprendente moderaci¨®n de los salarios, que crecieron por debajo de la inflaci¨®n. Por eso en 1966, reci¨¦n llegado al poder, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar pudo exclamar: "?Espa?a va bien!".
Como contradiciendo el aforismo que dice que la historia nunca se repite de la misma forma, la econom¨ªa espa?ola ha crecido tambi¨¦n a lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada con un patr¨®n de conducta similar al que acabo de describir. El combustible fue tambi¨¦n la actividad inmobiliaria y el endeudamiento exterior. Id¨¦ntico ha sido tambi¨¦n el tal¨®n de Aquiles: volvemos a tener el mayor d¨¦ficit exterior del mundo en t¨¦rminos relativos, aunque ahora de dimensiones descomunales: m¨¢s del 10% del PIB.
?Ser¨¢ esta recesi¨®n como la de 1992-93? ?Es posible que el desempleo llegue a cotas de m¨¢s de 20% como en los noventa? Sin ning¨²n deseo de cargar las tintas, las cosas ahora podr¨ªan ser peores. Por tres razones. En primer lugar, porque la intensidad de una crisis econ¨®mica es mayor: a) si coincide con una crisis financiera, b) a¨²n mayor si adem¨¢s existe una crisis bancaria, y c) si la econom¨ªa tiene mecanismos de mercado. Y ahora tenemos todo eso. Una tormenta econ¨®mica perfecta.
En segundo lugar, porque, a diferencia de 1993, no podemos usar la devaluaci¨®n de la peseta para corregir r¨¢pidamente la competitividad perdida y retornar a la expansi¨®n. En tercer lugar, porque ahora tampoco est¨¢ en nuestra mano el usar la pol¨ªtica de bajos tipos de inter¨¦s para estimular el consumo y la inversi¨®n, al margen de que, como se?al¨¦ en mi ¨²ltimo art¨ªculo, ahora no se puede confiar en la pol¨ªtica de dinero barato para salir de esta recesi¨®n. Y por ¨²ltimo, porque los ajustes en la econom¨ªa espa?ola acostumbran a hacerse a trav¨¦s de la eficiencia en costes, especialmente los laborales.
Y entonces, ?qu¨¦ nos queda? ?Es posible confiar en que todo el ajuste y la recuperaci¨®n de la competitividad de nuestras empresas recaiga en el nivel de empleo? Al margen de que ser¨ªa injusto y pol¨ªticamente imposible, ser¨ªa una mala medicina econ¨®mica: deprimir¨ªa a¨²n m¨¢s las rentas de los hogares y la confianza de los consumidores, y agravar¨ªa la recesi¨®n, con riesgo de provocar una depresi¨®n, es decir, entrar en una larga y dolorosa anorexia econ¨®mica.
?Es posible una medicina diferente? La hay. Consiste en fuertes ajustes salariales, pero no a trav¨¦s del desempleo, sino a trav¨¦s de acuerdos nacionales entre Gobierno, empresarios y sindicatos; acuerdos acompa?ados de una pol¨ªtica fiscal activa y de una pol¨ªtica empresarial basada en la mejora de la calidad y la innovaci¨®n de producto, y no s¨®lo en la eficiencia en costes laborales.
Pero es una medicina que no se puede imponer al paciente. Requiere liderazgo pol¨ªtico, empresarial y social. Es amarga y dif¨ªcil, pero no imposible. Ya lo hicimos a finales de los a?os setenta, en lo que se llam¨® Acuerdos de La Moncloa. Ahora quiz¨¢ la recesi¨®n sea peor, pero no tenemos una crisis industrial como la de aquella ¨¦poca. Si fuimos capaces antes, ?por qu¨¦ no vamos a serlo ahora? S¨®lo se necesita que el Gobierno abandone la complacencia y corrija el desconcierto en el que se encuentra. Si no, el precipicio.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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