G-20: Espa?a, de lo regional a lo global
Nuestro pa¨ªs ya estaba en la Uni¨®n Europea, la OTAN y la comunidad iberoamericana. Ahora ha hecho bien en pugnar por incorporarse a un foro que puede sentar las bases de un nuevo escenario internacional
Durante las pasadas semanas se plante¨® un animado debate acerca de si Espa?a deb¨ªa postularse, y de qu¨¦ manera, para participar en la cumbre del G-8 + pa¨ªses emergentes que se celebr¨® en Washington los d¨ªas 14 y 15. Ante la opci¨®n por un formato que, en principio, nos dejaba fuera, el Gobierno puso en marcha una ofensiva dirigida a hacer real esa posibilidad. Caus¨® sorpresa a muchos que la cuesti¨®n se sustanciara p¨²blicamente, pero el resultado demostr¨® la plena compatibilidad entre la discreci¨®n que requieren las gestiones diplom¨¢ticas de importancia y la oportunidad de un debate p¨²blico que implique a la propia sociedad. A la postre, el debate transparente sobre cuestiones relevantes, amplio e inclusivo, es condici¨®n indispensable para tomar conciencia de la trascendencia de determinadas posiciones y, adem¨¢s, en su caso, para fraguar consensos en torno a ellas.
El presidente del Gobierno supo asumir riesgos con una apuesta de gran calado pol¨ªtico
Hay momentos que son decisivos para la historia de un pa¨ªs. ?ste parece ser uno de ellos
Es evidente que nos encontramos ante una crisis del sistema econ¨®mico internacional cuyo alcance todav¨ªa es dif¨ªcil valorar. Y es evidente tambi¨¦n que esta crisis llega en un momento decisivo para las relaciones internacionales, porque estamos asistiendo a un cambio de escenario que, con seguridad, instalar¨¢ en el mundo un nuevo paradigma.
Frente a esto, las instituciones que inciden en la gobernanza global se muestran superadas por los acontecimientos. Naciones Unidas no es una organizaci¨®n pensada para administrar la globalizaci¨®n. Las grandes instituciones econ¨®micas, el FMI, el Banco Mundial, tienen problemas de legitimidad, de recursos, de falta de mandato... Por diversas razones, el G-8 no parece en absoluto un foro adecuado para estos fines y, mientras tanto, el gobierno pol¨ªtico de la globalizaci¨®n se estanca en el comercio (Ronda Doha), en el cambio clim¨¢tico (Kyoto), en la regulaci¨®n del modelo energ¨¦tico (precios), en la lucha contra la pobreza o en la pol¨ªtica sobre la inmigraci¨®n. Urge recomponer las estructuras institucionales del gobierno pol¨ªtico y econ¨®mico mundial para responder con eficacia a los grandes problemas globales.
En estas circunstancias, y ante la virulencia de la crisis financiera, el llamado G-20 s¨ª puede ser un foro adecuado para, al menos, sentar las bases de un nuevo protocolo de actuaci¨®n internacional. Grosso modo, este grupo de pa¨ªses comprende casi el 70% de la poblaci¨®n global, m¨¢s del 80% del PIB nominal mundial, entre el 70% y el 80% del comercio internacional y m¨¢s del 60% de la superficie territorial del planeta. Sus miembros representan una influencia estrat¨¦gica indudable que se reparte entre todas las regiones del mundo. Pero, adem¨¢s, permite reunir a los dirigentes pol¨ªticos con el FMI y el Banco Mundial y con los bancos centrales, que no pueden sentarse en el G-8.
Pues bien, en este punto se abre la pregunta que viene siendo objeto de atenci¨®n p¨²blica durante las ¨²ltimas semanas: ?hicimos bien en estar all¨ª, hicimos bien en pugnar por abrir una posici¨®n a nuestro pa¨ªs en este foro? Es muy claro que s¨ª; que s¨ª, sin duda.
En los d¨ªas previos al encuentro de Washington, menudearon en Espa?a las explicaciones que apelan al PIB, a la inversi¨®n en el exterior, al bienestar o a las infraestructuras, as¨ª como al prestigio internacional del modelo de supervisi¨®n bancaria y a la importancia de los mecanismos puestos en marcha por el Banco de Espa?a para eliminar del mercado productos complejos, dif¨ªciles de valorar y la exposici¨®n a los activos t¨®xicos del mercado americano.
Sin embargo, lo m¨¢s importante es que vivimos en un mundo sin barreras, en el que la informaci¨®n y hasta los capitales fluyen en tiempo real. Espa?a no pod¨ªa estar ausente de una reuni¨®n internacional que estaba llamada a ser el punto de partida de un proceso que afronte con mirada nueva el escenario global. No pudimos estar en Bretton Woods ni participar en la gestaci¨®n de las grandes organizaciones internacionales de las que no form¨¢bamos parte porque nuestro sistema pol¨ªtico estaba lastrado por la dictadura. Ahora se trata, m¨¢s que de estar presentes en una simple reuni¨®n internacional, de hacer valer la posici¨®n de Espa?a en los ¨¢mbitos que pretenden gobernar la globalidad poniendo en marcha nuevas estrategias.
Nuestra participaci¨®n en los foros y organizaciones internacionales ha evolucionado en paralelo a la situaci¨®n pol¨ªtica, al peso econ¨®mico y a la apertura al mundo de Espa?a. La llegada de la democracia permiti¨® el ingreso en instituciones como el Consejo de Europa, que se produjo en 1977 gracias al compromiso del Gobierno y la oposici¨®n de entonces de aprobar una Constituci¨®n que respetara la democracia pluralista y los derechos humanos. Casi al mismo tiempo se iniciaba el debate sobre instituciones que, como la OTAN o la Comunidad Econ¨®mica Europea, exig¨ªan una cualificaci¨®n y unas condiciones que a¨²n no se daban y para las que tambi¨¦n se requer¨ªa un gran consenso.
Ese acuerdo se alcanz¨®. Los espa?oles y sus Gobiernos construyeron con gran esfuerzo el camino que llev¨® a nuestro pa¨ªs a ingresar en dichas organizaciones de car¨¢cter regional. Un amplio debate, a veces muy cargado de pol¨¦mica, nos condujo a ello. En el caso de la OTAN se incorpor¨® al programa de gobierno de Calvo Sotelo en su investidura, se debati¨® en el Parlamento y en 1986 ser¨ªa objeto de un refer¨¦ndum. Nuestro papel en el seno de la Uni¨®n Europea ha sido y sigue siendo objeto de debate p¨²blico permanente, gozando en general de un amplio acuerdo entre los partidos pol¨ªticos y la sociedad espa?ola. En 2005, m¨¢s del 76% de los votantes apoy¨® en refer¨¦ndum un mayor grado de compromiso con la Uni¨®n, con el apoyo de los grandes partidos pol¨ªticos espa?oles.
Pero ambas organizaciones, la UE y la OTAN, tienen car¨¢cter regional. El mundo ha cambiado mucho en estos a?os. Ahora se trata de dar el salto desde lo regional a lo global. Ah¨ª tenemos mucho que decir, porque la historia espa?ola de los ¨²ltimos 30 a?os es una historia de ¨¦xito en los terrenos econ¨®mico, social y pol¨ªtico, y tambi¨¦n porque tenemos una privilegiada capacidad de interlocuci¨®n que nos concede la posici¨®n geopol¨ªtica, la cultura y la historia.
La decisi¨®n de poner en marcha una operaci¨®n diplom¨¢tica dirigida a participar en la reuni¨®n de Washington y en las cumbres subsiguientes tuvo gran calado pol¨ªtico y supuso ciertas dosis de riesgo para el presidente del Gobierno. No pocos pa¨ªses destacados se han quedado fuera de este proceso: Suecia, miembro del G-10 y con un PIB per c¨¢pita que casi dobla el de Espa?a; Polonia, que podr¨ªa haber representado a toda Europa central y del Este; Pakist¨¢n o Nigeria, que rondan cada uno los 150 millones de habitantes; o Chile, que tiene gran relevancia regional.
Lo m¨¢s importante, en todo caso, es que esta reci¨¦n inaugurada presencia de Espa?a en los primeros niveles de decisi¨®n no puede ser el proyecto de un Gobierno concreto, sino de todos los ciudadanos. Ya fue un objetivo prioritario para anteriores Gobiernos, pero tal vez el error entonces fue no compartir con todo el pa¨ªs ese objetivo estrat¨¦gico, no convertirlo en un gran asunto com¨²n.
Hay momentos que son clave para la historia de un pa¨ªs. ?ste parece uno de ellos. Y aqu¨ª hay que aplicar el esfuerzo de todos, ciudadanos y formaciones pol¨ªticas. Es la hora de un gran acuerdo, interno e internacional, sobre la naturaleza de los grandes cambios que afectan al planeta, sobre el significado de los problemas estructurales que tiene planteada la humanidad y sobre las exigencias que representa la posici¨®n y la imagen de Espa?a en el mundo. Es la hora de recuperar consensos hist¨®ricos vividos por nuestra democracia, la hora de la unidad que, por supuesto, es perfectamente compatible con el pluralismo pol¨ªtico que en nuestro sistema es considerado como un valor constitucional.
La reuni¨®n del G-20 indujo a distintas regiones del mundo (Latinoam¨¦rica, Asia y desde luego la UE) a concertar con car¨¢cter previo la postura que all¨ª iban a defender sus representantes. Tambi¨¦n ha permitido en Espa?a concitar la aproximaci¨®n de los l¨ªderes pol¨ªticos de los partidos mayoritarios, sin duda convencidos de que el momento que estamos viviendo requiere la construcci¨®n de un camino com¨²n que permita situar a Espa?a en el lugar que le corresponde en el escenario internacional.
Gustavo Su¨¢rez Pertierra es presidente del Real Instituto Elcano.
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