La conversi¨®n
Un arzobispo sardo llamado Luigi de Magistris, que fue responsable del Tribunal Vaticano de la Penitenciar¨ªa Apost¨®lica, revel¨® el pasado martes, en el acto de presentaci¨®n del nuevo Cat¨¢logo de santos y estampitas (no es co?a), que su paisano Antonio Gramsci, el pensador marxista fundador del PCI, se convirti¨® al catolicismo poco antes de su muerte, en 1937, en el hospital romano al que hab¨ªa sido trasladado, ya muy enfermo, desde la c¨¢rcel en la que hab¨ªa pasado los diez a?os anteriores.
Hay un cierto paralelismo con lo que aqu¨ª ocurri¨® en torno al fallecimiento, en octubre de 1955, de Ortega y Gasset. Un agustino conocido suyo, F¨¦lix Garc¨ªa, asegur¨® en el diario Ya haber sido testigo de la vuelta del fil¨®sofo, ya en el lecho de muerte, a la fe en que fue educado (por los jesuitas, en Madrid y Deusto), y que hab¨ªa fallecido sacramentado y tras besar un crucifijo.
Los hijos de Ortega negaron la versi¨®n del agustino: la ¨²nica persona ajena a la familia con la que hab¨ªa conversado en sus ¨²ltimas horas hab¨ªa sido Julio Caro Baroja, por la raz¨®n, seg¨²n dej¨® dicho el propio fil¨®sofo, de que "los otros le aburr¨ªan", mientras que el sobrino de don P¨ªo, "le distra¨ªa".
D¨ªas antes, el Ministerio de Informaci¨®n hab¨ªa remitido una nota a la prensa en la que, "ante la posible contingencia" de la muerte del autor de La rebeli¨®n de las masas, ordenaba titular la noticia a dos columnas, como m¨¢ximo, y, sobre todo, no llamarle "maestro".
El otro maestro, monse?or De Magistris, asegura en apoyo de su revelaci¨®n que Gramsci llevaba siempre consigo una estampa de santa Teresita del Ni?o Jes¨²s, de la que era devoto. Pero el presidente de la Fundaci¨®n Gramsci afirma que no hay rastro alguno de esa conversi¨®n, pese a que se conservan cartas que escribi¨® en esos ¨²ltimos d¨ªas de su vida.
Sin embargo, no ser¨ªa extra?o que en el pa¨ªs de Don Camilo y Don Peppone (y del compromiso hist¨®rico), la divina providencia hubiera decidido conceder la gracia de la fe a alguien tan inteligente como Antonio Gramsci a fin de llevarle a su presencia para aliviar, discutiendo con ¨¦l sobre la hegemon¨ªa cultural y otras cuestiones, el aburrimiento que deb¨ªan producirle los muy creyentes patriotas que hab¨ªan metido en la c¨¢rcel al culto te¨®rico marxista.
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