El placer de los libros raros
Tengo debilidad por los libros raros. No me refiero a la rareza exquisita, a las primeras ediciones, a las encuadernaciones primorosas y dem¨¢s libros con pedigr¨ª, sino que hablo de la rareza plebeya, de aquellas obras que, por una raz¨®n u otra, se escapan de los c¨¢nones convencionales y resultan inclasificables. Libros a menudo modestos y sin pretensiones, publicados en peque?as editoriales e ignorados por el gran p¨²blico, que un d¨ªa ves por casualidad, de refil¨®n, en el rinc¨®n m¨¢s oculto de una librer¨ªa, pero que parecen removerse y dar saltitos en la estanter¨ªa para llamar tu atenci¨®n, y extender sus anhelantes tapas hacia ti, y susurrar: "?C¨®geme, por favor, por favor!".
Y yo los suelo coger a casi todos.
Hay tres locos maravillosos que han escrito un par de libros as¨ª. Son asturianos y se llaman Juan J. Alonso, Enrique A. Mastache y Jorge Alonso. Fil¨®sofos, historiadores y documentalistas de formaci¨®n, son adem¨¢s unos fan¨¢ticos del cine. Estos tipos multidisciplinares, enciclop¨¦dicamente cultos y divertid¨ªsimos, son la clase de gente a la que imaginas pas¨¢ndoselo bomba charlando durante horas en alg¨²n bar. Quiz¨¢ esas apasionadas tertulias que se les intuyen fueran la base del libro fascinante que sacaron hace un par de a?os, La Edad Media en el cine, en el que, adem¨¢s de contar curiosos detalles cin¨¦filos de las pel¨ªculas medievales, desde Camelot a Braveheart, compon¨ªan un espl¨¦ndido friso hist¨®rico del Medievo, explicando no s¨®lo lo que hab¨ªa de cierto o de incierto en los filmes, sino tambi¨¦n c¨®mo era la vida en aquellos siglos, los valores imperantes, los detalles m¨¢s nimios de la cotidianidad. Y todo ello con una escritura airosa, graciosa, ligera pese a la profundidad de algunas de sus observaciones. "Utilizamos el cine como excusa para hablar de la Edad Media, y la Edad Media, como excusa para hablar de cine", dijeron ellos mismos por entonces para definir sus (raras) intenciones. Una rareza que funciona de maravilla. Recuerdo especialmente el cap¨ªtulo dedicado a la pel¨ªcula El le¨®n en invierno y a la historia de Leonor de Aquitania: extraordinario.
Al parecer, la cosa march¨® tan bien que han repetido f¨®rmula y hace poco sacaron otro libro: La antigua Roma en el cine. Ahora de lo que se habla es del Imperio Romano, y la percha son pel¨ªculas como Quo Vadis o Gladiator. Personalmente creo que prefiero el libro anterior, tal vez m¨¢s redondo y m¨¢s trabajado, pero ¨¦ste tambi¨¦n ofrece una lectura irresistible y deliciosa, y probablemente ser¨¢ mucho m¨¢s f¨¢cil de encontrar (por si acaso, doy aqu¨ª el tel¨¦fono y la web de la editorial: 915 23 27 04, www.cinemitos.com/tbeditores).
Dicen los autores que en el cine de romanos hay un axioma, a saber, que cuanto m¨¢s corta es la faldita de los hombres, peor es la calidad de la pel¨ªcula. Si ellos lo dicen, sin duda ser¨¢ as¨ª, porque saben mucho. En realidad son unos estupendos frikis que aseguran conocer de memoria los di¨¢logos de Ben Hur y excesos semejantes. Aunque lo cierto es que parecen conocerlo casi todo. Por ejemplo, hablando del suicidio de Lucrecia, que se mata porque ha sido violada, los autores explican con agudeza el sentido de la castidad para los romanos: Lucrecia se mata porque en el momento de la violaci¨®n no estaba pre?ada, y, por lo tanto, pod¨ªa enturbiar el linaje: "Una an¨¦cdota de Macrobio permite comprender la castitas romana: en presencia de Julia la Mayor, la gente se sorprend¨ªa del incre¨ªble parecido que sus tres hijos ten¨ªan con su padre, Agripa. Julia la Mayor les dec¨ªa: "Numquam enim nisi navi plena tollo vectorem" ("s¨®lo acepto pasajeros cuando la bodega est¨¢ llena"). Si hubiera estado embarazada, Lucrecia no habr¨ªa sido "mancillada" y no habr¨ªa tenido que suicidarse. Una observaci¨®n muy interesante.
El libro est¨¢ lleno de detalles de este tipo, de l¨²cidos vislumbres o de divertidas informaciones superficiales. Tomemos, por ejemplo, el cap¨ªtulo dedicado a la pel¨ªcula Espartaco, de Stanley Kubrick. Los autores nos cuentan los entresijos cinematogr¨¢ficos, incluidas las peleas entre Kubrick y Kirk Douglas, el primero, director, y el segundo, protagonista y productor, y luego comparan al Espartaco de Hollywood con el verdadero: "Victor Hugo dec¨ªa que la insurrecci¨®n es cosa del esp¨ªritu, mientras que la revuelta es cosa del est¨®mago, y pon¨ªa a Espartaco como ejemplo de insurrecci¨®n. La pel¨ªcula de Kubrick va por el mismo camino del esp¨ªritu, pero el Espartaco hist¨®rico se habr¨ªa movido m¨¢s bien por el est¨®mago".
En este cap¨ªtulo nos enteramos de cosas tan dispares como que los candidatos a cuestor, edil, pretor o c¨®nsul deambulaban por el Foro pidiendo el voto vestidos con la toga candida, es decir, con una toga completamente blanca, y de ah¨ª el nombre de candidatos. Tambi¨¦n de que el riqu¨ªsimo Craso fue un precursor de la especulaci¨®n inmobiliaria, porque cuando ard¨ªa un edificio en Roma (y ard¨ªan muy a menudo) se presentaba all¨ª, compraba el inmueble en llamas al propietario y despu¨¦s lo mandaba apagar con su escuadrilla de bomberos; pero si el propietario se negaba a vender, el edificio ard¨ªa por completo. O de que una antigua costumbre romana prohib¨ªa barrer el suelo del comedor porque los restos de comida eran el alimento para los muertos: "Fue una cuesti¨®n de higiene la que hizo que estos restos se representaran en mosaicos, a fin de que el suelo pudiese ser limpiado". Con mosaicos o no, estaba prohibido barrer durante la comida, y los comensales arrojaban al suelo lo que no inger¨ªan. Una guarrada.
Hay informaciones de m¨¢s hondo calado que no caben aqu¨ª, como un apunte sobre la estructura esclavista de la Roma imperial o el concepto de homosexualidad imperante. Por cierto, que se incluyen unos cuantos procaces insultos en lat¨ªn, como paedicabo te o irrumabo te, frases tan indecorosas que no voy a poner aqu¨ª su significado. Si quieren saber las cosas que se gritaban con sus sucias bocas los ciudadanos romanos, tan serios ellos y tan entogados, lean este libro entretenid¨ªsimo.
La antigua Roma en el cine. Juan J. Alonso, Enrique A. Mastache, Jorge Alonso. T&B Editores, Colecci¨®n Cine/Historia. Madrid, 2008. 327 p¨¢ginas. 20 euros. La Edad Media en el cine. Juan J. Alonso, Enrique A. Mastache, Jorge Alonso. T&B Editores, Colecci¨®n Cine/Historia. Madrid, 2007. 285 p¨¢ginas. 19 euros.
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