No es hora de retirarse de Afganist¨¢n
La intervenci¨®n extranjera poco puede hacer en un pa¨ªs donde en los ¨²ltimos 100 a?os han tenido un gran papel las armas, las drogas y el tribalismo. Pero abandonar la misi¨®n ahora ser¨ªa contraproducente
La muerte de dos soldados espa?oles el domingo 9 de noviembre a causa de un ataque insurgente en Afganist¨¢n ha vuelto a poner sobre el tapete la participaci¨®n espa?ola en la misi¨®n de la OTAN en territorio afgano y, con ella, la viabilidad del esfuerzo que lleva a cabo la comunidad internacional para reconstruir ese pa¨ªs asolado por las guerras.
En momentos como ¨¦ste, dicha empresa, a la que diversos pa¨ªses han dedicado hasta ahora siete a?os, puede antojarse bastante vana y de sombr¨ªas perspectivas. Como manifestaba un informe presentado al primer ministro brit¨¢nico el a?o pasado, lo cierto es que la comunidad mundial no tiene ni tropas, ni ayuda ni voluntad internacional suficientes para hacer de Afganist¨¢n un lugar muy distinto del que ha sido en los ¨²ltimos 100 a?os: una sociedad en la que las armas, las drogas y el tribalismo siempre han ocupado un lugar preponderante. Y aunque dispusi¨¦ramos de tropas, ayuda y voluntad suficientes, nunca ser¨ªa durante un periodo lo suficientemente largo -en torno a unos 25 a?os- como para alterar de manera fundamental el car¨¢cter del pa¨ªs.
Es muy probable que dentro de pocos a?os las tropas y la ayuda internacionales se hayan reducido a la mitad de lo que son ahora. Canad¨¢ y Holanda ya han dicho que dentro de unos a?os tienen la intenci¨®n de abandonar la misi¨®n de la ISAF que ampara la OTAN. Adem¨¢s, pasados unos a?os la comunidad internacional tendr¨¢ otras prioridades. Aunque es probable que Barack Obama convierta pronto la misi¨®n de la Alianza en Afganist¨¢n en una de sus prioridades, no lo es que la reconstrucci¨®n del pa¨ªs vaya a mantenerse indefinidamente entre los objetivos principales de nadie. En los pr¨®ximos dos a?os, los conflictos en ?frica, la pirater¨ªa en las costas somal¨ªes y la necesidad de reiniciar el proceso de paz en Oriente Medio ser¨¢n s¨®lo algunos de los problemas que pesar¨¢n sobre los l¨ªderes de Estados Unidos y de Europa.
Pero eso no significa que tengamos que pensar en abandonar a los afganos al caos y la violencia en los que gran parte de su pa¨ªs est¨¢ sumido en la actualidad. Ser¨ªa una estrategia de consecuencias funestas. Si nos retir¨¢ramos precipitadamente, sin duda el Gobierno afgano se derrumbar¨ªa y, a continuaci¨®n, vendr¨ªa una guerra civil entre los insurgentes talibanes y quienes ostentan el poder local. Un mill¨®n o m¨¢s de afganos abandonar¨ªan de nuevo el pa¨ªs, y muchos de ellos terminar¨ªan en Europa como refugiados.
Privado del apoyo estadounidense, el nuevo presidente paquistan¨ª Asif Al¨ª Zardari retirar¨ªa sus tropas de la frontera con Afganist¨¢n, dejando tras de s¨ª una extensa ¨¢rea sin ley en la que los miembros de Al Qaeda y otros yihadistas tendr¨ªan libertad para operar como lo hicieron antes del 11-S y de los atentados de Madrid. En Afganist¨¢n, nuestras tropas est¨¢n en primera l¨ªnea de fuego, pero tambi¨¦n lo est¨¢ la paz de nuestros propios pa¨ªses.
Desde Indonesia a Palestina, yihadistas de todo el mundo ver¨ªan tambi¨¦n en esa retirada una enorme victoria, y los dem¨®cratas y moderados una derrota catastr¨®fica. Apenas habr¨ªa un pa¨ªs entre Marruecos y Malasia que no acusara el impacto de ese rev¨¦s, y eso sin calibrar el coste que para mujeres y ni?as tendr¨ªa el no poder acceder ya a la educaci¨®n o a la atenci¨®n m¨¦dica. Adem¨¢s, ?habr¨ªa menos terrorismo despu¨¦s?
En consecuencia, es evidente que no podemos abandonar la misi¨®n en Afganist¨¢n, pero tenemos la obligaci¨®n de conseguir que nuestras acciones se encaminen a la construcci¨®n de un pa¨ªs que pueda gestionarse con recursos limitados. Ser¨¢ un Afganist¨¢n en el que:
- Las armas, sobre todo en el sur, probablemente sigan siendo un factor m¨¢s importante que las urnas para el ejercicio del poder.
- Continuar¨¢n las tensiones, sobre todo en el sur, entre un sistema pol¨ªtico basado en la democracia tribal y otro basado en las estructuras democr¨¢ticas formales de corte occidental, y el primero tendr¨¢ m¨¢s influencia que el segundo.
- Los se?ores de la guerra seguir¨¢n siendo un rasgo del sistema pol¨ªtico y del Gobierno afganos.
- Las drogas, sobre todo en el sur, continuar¨¢n caracterizando la vida y la econom¨ªa afganas.
- La corrupci¨®n seguir¨¢ estando firmemente asentada en el Gobierno.
- Los talibanes no dejar¨¢n de ser un contingente armado, sobre todo en el sur, porque se han aliado con el nacionalismo conservador past¨²n.
Si realmente tuvi¨¦ramos ¨¦xito, podr¨ªamos reducir el impacto de esos condicionantes, pero no eliminarlos por completo. Para avanzar necesitamos una estrategia dual. Desde el punto de vista militar, habr¨¢ que atacar a la insurgencia de manera implacable. Los talibanes deben saber que haremos todo lo que sea necesario -durante el tiempo preciso- para conseguir derrotarlos. Sin embargo, en el flanco pol¨ªtico, tendremos que centrarnos igualmente en mejorar las vidas de los afganos de a pie.
En consecuencia, desde el punto de vista pol¨ªtico, la clave reside en la gobernanza, que sin embargo tendr¨¢ que responder a las tradiciones afganas y adaptarse a lo realmente factible. Prometer poco y dar mucho es una preciosa virtud; lo contrario, un pecado mortal. Eso significa que hay que abandonar la idea de que podemos convertir Afganist¨¢n en un Estado bien gobernado que respete la igualdad entre los sexos y los derechos humanos a la manera europea, porque suscita expectativas que no podemos cumplir y malgasta recursos que mejor ser¨ªa destinar a otras cosas. El l¨ªmite de lo factible est¨¢ en un Estado mejor gobernado, no necesariamente bien gobernado.
Desde el punto de vista militar, hay que aceptar que probablemente no podamos derrotar a los talibanes -s¨®lo el pueblo afgano podr¨¢ hacerlo- y que, en este momento, sobre todo en el sur, no parece que eso vaya a ocurrir. Tampoco podemos obligar a los afganos. Si cambian de opini¨®n al respecto, ser¨¢ a su tiempo, no al nuestro. Lo ¨²nico que podemos hacer es proporcionarles espacio, ayudarles en lo que podamos y esperar que todo salga lo mejor posible. Eso significa incrementar el apoyo al ej¨¦rcito y a la polic¨ªa del pa¨ªs, que son los que tendr¨¢n que hacer el trabajo.
Por lo tanto, y dados los recursos actuales, quiz¨¢ en Afganist¨¢n lo plausible no sea aspirar a una victoria rotunda, sino a una mejor labor de contenci¨®n. La evaluaci¨®n de nuestro ¨¦xito no debe basarse en si conseguimos hacer las cosas de otra manera, sino en si logramos hacerlas mejor; es decir, no hay que centrarse en la derrota final de los yihadistas, sino en la posibilidad de evitar que utilicen Afganist¨¢n como base para sus actividades. De por s¨ª, esos dos objetivos ser¨¢n dif¨ªciles de conseguir, pero por lo menos son factibles.
Puede que en los tiempos que corren, cuando los dolientes deudos de valerosos soldados tienen que recibir sus cad¨¢veres de vuelta a casa, sea dif¨ªcil comprender esos objetivos. Pero como Jos¨¦ Ortega y Gasset dijo en una ocasi¨®n: "El esfuerzo s¨®lo es esfuerzo cuando comienza a doler". Y aunque el dolor sea ahora especialmente agudo, la contribuci¨®n de los soldados espa?oles -y del conjunto de Espa?a- al esfuerzo de la comunidad internacional es tan importante para unos afganos que llevan mucho tiempo sufriendo como para la propia seguridad y el bienestar de Europa.
Paddy Ashdown fue l¨ªder de los liberal-dem¨®cratas brit¨¢nicos y alto representante de las Naciones Unidas en Bosnia. Daniel Korski es miembro del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) y ex consejero del Ministerio Antidrogas del Gobierno afgano. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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