Viva el Alb¨¦niz, abajo el rey
La vida y la realidad no son lo mismo, porque una va por dentro y la otra por fuera, una es nuestra y nosotros somos de la otra, y por eso la vida es sue?o y la realidad es una pesadilla. Juan Urbano pensaba todo eso el otro d¨ªa, mientras cruzaba la Puerta del Sol y bajaba por la calle de la Paz para ver en el teatro Alb¨¦niz la obra Baile de m¨¢scaras, un ballet con el que la compa?¨ªa Rojas y Rodr¨ªguez rinde tributo al 2 de Mayo de 1808 y que forma parte de los actos conmemorativos del Bicentenario, promovidos por la Comunidad de Madrid. La representaci¨®n le pareci¨® tan emocionante, bella y valiente que tuvo la impresi¨®n de que los bailarines alargaban las manos hacia ¨¦l, desde el escenario, y le arrancaban un trozo de memoria para qued¨¢rselo.
?Por qu¨¦ los llamar¨¢n conservadores, si no hacen m¨¢s que destruirlo todo?, se preguntaba Llamazares
La Comunidad dice que como el edificio no es suyo, no puede salvarlo y lo debe entregar a los especuladores
Ahora, cuando ya ha ca¨ªdo el ¨²ltimo tel¨®n para Baile de m¨¢scaras, subir¨¢ a las tablas del Alb¨¦niz La vida es sue?o, de Calder¨®n de la Barca, y si nadie lo remedia ¨¦se ser¨¢ el punto final del teatro, que a finales de diciembre cerrar¨¢ sus puertas y el a?o que viene ser¨¢ destruido por los constructores que son sus due?os, como tantos otros edificios hist¨®ricos de esta ciudad que sigue estando en manos de los enemigos de la cultura, los aliados de la barbarie. ?Por qu¨¦ los llamar¨¢n conservadores si no hacen m¨¢s que destruirlo todo?, se preguntaba hace poco el escritor Julio Llamazares. Vaya usted a saber, pero igual es por lo mismo que los llaman liberales.
El Alb¨¦niz tiene due?o, efectivamente, pero ?por qu¨¦? En opini¨®n de Juan Urbano, el patrimonio cultural de un pa¨ªs y la propiedad privada deber¨ªan de ser incompatibles, y un particular s¨®lo tendr¨ªa que poseer una obra de arte, un manuscrito o un edificio hist¨®ricos hasta cierto punto, sacarles todo el beneficio econ¨®mico que quisiera, pero sin tener el derecho de hacerlos desaparecer. Pensar lo contrario es estar de acuerdo con aquel multimillonario japon¨¦s que pidi¨® ser enterrado con un cuadro de Van Gogh porque era suyo, igual que el Alb¨¦niz es de una empresa llamada, sin duda sarc¨¢sticamente, Grupo Monteverde. El argumento de aquel majadero era que como el cuadro lo hab¨ªa pagado y era suyo, ten¨ªa el derecho a privar al resto de la humanidad de ¨¦l. La teor¨ªa de los especuladores es igual, y donde todos vemos un teatro y un fragmento de historia ellos s¨®lo ven un solar en el que levantar viviendas de lujo, un hotel y un parking. Eso s¨ª, prometiendo que tambi¨¦n habr¨¢ sitio para un nuevo teatro, lo cual es como querer derribar el Acueducto de Segovia y tranquilizarnos diciendo que se har¨¢ otro puente m¨¢s peque?o en su lugar. La hipocres¨ªa es tan t¨®xica para los que la padecen como para los que la utilizan, de manera que en algunos casos ya no se sabe si algunos dicen lo que dicen porque consideran est¨²pidos a los dem¨¢s o porque lo son ellos.
Fernando VII, tal y como se recuerda en Baile de m¨¢scaras, fue un rey agarrado a su corona y dispuesto a que todos los dem¨¢s pagasen el precio que hiciera falta por ella. Siendo pr¨ªncipe de Asturias conspir¨® contra su padre, Carlos IV, pidi¨® ayuda y consejo a Napole¨®n Bonaparte y despu¨¦s de haber sido descubierto, condenado y perdonado, promovi¨® el llamado mot¨ªn de Aranjuez y se hizo con el trono. Pero Francia tampoco paga traidores, y el emperador invadi¨® Espa?a, lo apres¨®, lo llev¨® a Bayona, le oblig¨® a devolver la corona a Carlos IV e hizo que ¨¦ste abdicara en su hermano, Jos¨¦ I. El pueblo que no se merec¨ªa aquel Judas organiz¨® la resistencia, escribi¨® con su propia sangre la Constituci¨®n de 1812 y gan¨® la Guerra de la Independencia, pero cometi¨® un error: mitificar al soberano cautivo y creer que ¨¦l representaba la integridad nacional. Lo llamaban El Deseado, cuando su sobrenombre debi¨® de ser El Artero. En cuanto Fernando VII recuper¨® el poder, restableci¨® la monarqu¨ªa absoluta, derog¨® la Constituci¨®n, reprimi¨® a cuchillo a los liberales y cuando se vio acorralado pidi¨® ayuda a la Santa Alianza y volvi¨® a venderle el pa¨ªs a los franceses, reinstaurando su dictadura tras la invasi¨®n de los Cien Mil Hijos de San Luis.
Juan Urbano, que al acabar la representaci¨®n estuvo a punto de gritar: ?Viva el Alb¨¦niz, abajo el rey!, se dijo que en el caso del teatro a punto de ser invadido, los franceses ser¨ªan el Grupo Monteverde, pero ?qui¨¦n har¨ªa de Fernando VII? La Comunidad de Madrid asegura que como el edificio no es suyo, no puede salvarlo y lo debe entregar a los especuladores. Quiz¨¢ convendr¨ªa que alguien en la Real Casa de Correos leyese el poema de Luis Garc¨ªa Montero con el que concluye Baile de m¨¢scaras, porque puede que as¨ª entendieran cu¨¢les son las responsabilidades de quien ejerce el poder.
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