Visita a la 'sala Barcel¨®' en Ginebra
Sin encargos como el realizado por el artista mallorqu¨ªn en Naciones Unidas, no tendr¨ªamos hoy la mayor¨ªa del arte m¨¢s glorioso del pasado. Su atractivo de masas ya se hizo patente reci¨¦n inaugurado
En un descanso de su trabajo pict¨®rico en la c¨²pula de Ginebra, Miquel Barcel¨® atraves¨® un d¨ªa los largos corredores que unen el edificio moderno al original Palais des Nations y visit¨® los murales con los que en 1936, por encargo del Gobierno de la Rep¨²blica espa?ola, el catal¨¢n Jos¨¦ Mar¨ªa Sert decor¨® la Sala del Consejo de dicho palacio. Parece que al mallorqu¨ªn no le gust¨® la obra de su predecesor, pintada en una paleta muy reducida de dorados y oscura grisalla, ya que al terminar su visita se le oy¨® decir que aquello estaba hecho "con oro y mierda".
No entrar¨¦ de lleno (de momento) en la raz¨®n est¨¦tica, aunque tengo a Sert por un magn¨ªfico artista pomposo (no pompier), maestro en la caligraf¨ªa de los espacios amplios, los juegos ilusorios con el vac¨ªo y la figuraci¨®n de unos repartos de grandes masas en los que la carne opulenta se sustancia con los altos mensajes morales; es decir, algo muy pr¨®ximo y en casi todas sus obras monumentales no inferior al m¨¢s celebrado muralismo mexicano de su misma ¨¦poca. Seg¨²n Robert Hughes, otro adicto a Sert, ¨¦ste representar¨ªa el "ala derecha" de la pintura para ricos (e instituciones bien provistas de fondos) que en los a?os de entreguerras mundiales cubri¨® palacios, ministerios, bancos, templos y alg¨²n lugar m¨¢s galante, como hoteles o salones de baile, y en la que su semejante Diego Rivera habr¨ªa sido el l¨ªder del ala izquierda.
?Cu¨¢nto cost¨® El Escorial, cu¨¢nto el Pompidou? Nos gusta el ¨¦xito, pero no su coste
La caverna ha dedicado a esta obra una tormenta de insultos de tipo escatol¨®gico
Comentario incauto, al margen de los gustos, el de Barcel¨®, quien al pronunciar en privado aquella ocurrencia quiz¨¢ no sab¨ªa lo que le esperaba: una tormenta de descalificaciones y abusos verbales de tipo escatol¨®gico, salidos en las ¨²ltimas semanas de la (por decir algo suave) boca de los sospechosos habituales de la caverna medi¨¢tica espa?ola y el PP, fuerzas ambas, tanto cuando act¨²an en comandita como por separado, habituadas a manejar el excremento como argumento.
En el recibimiento a la c¨²pula de la llamada Sala de los Derechos Humanos y la Alianza de Civilizaciones, proferido en la mayor¨ªa de los casos por voces basadas en fotos o im¨¢genes grabadas, se han fundido -dejemos ahora de lado el exabrupto ideol¨®gico y el inter¨¦s partidista de las derechas- los juicios est¨¦ticos con la denuncia del despilfarro. Nos guste o no nos guste, los Gobiernos necesitan los s¨ªmbolos para hacerse palpables a la gente y para perdurar, al menos en el recuerdo, y sin esos s¨ªmbolos (en forma de grandes edificios, grandes pinturas o grandes ocasiones superfluas) no tendr¨ªamos hoy el 60% del arte m¨¢s glorioso del pasado, el que va, a grandes rasgos, desde Tiziano a Picasso, desde los mausoleos fara¨®nicos del Valle de los Reyes al Guggenheim de Bilbao, otra iniciativa p¨²blica, no se debe olvidar, que antes de su fulminante ¨¦xito regenerador y extremadamente utilitario fue vilipendiada por no pocos dentro y fuera del Pa¨ªs Vasco.
Visit¨¦ la sede de Naciones Unidas un d¨ªa despu¨¦s de la solemne inauguraci¨®n de la que nos acostumbraremos a llamar sala Barcel¨®, y cuando a¨²n quedaban escaleras, martillos, operarios y algunos clavos por clavar en ciertos rincones de la sala, que es, por cierto, y de esto se ha hablado menos, luminosa y acogedora, y est¨¢ tapizada (con la colaboraci¨®n o consejo del artista que pintaba la c¨²pula) en un elegante fondo de color crema sobre el que destacan, a modo de eco o reflejo del techo, unas l¨¢grimas (o estilizadas berenjenas) levemente tupidas en el tejido. M¨¢s que la pintura industrial reci¨¦n aplicada, lo que se ol¨ªa all¨ª era el ¨¦xito.
?Nos gusta siempre el ¨¦xito? Nos gusta casi siempre, pero casi nunca su coste. ?Cu¨¢nto cost¨® El Escorial, cu¨¢nto el Pompidou? Rodr¨ªguez Zapatero, bajo la capa -esperemos que no estrictamente isl¨¢mica- de la Alianza de Civilizaciones, ha logrado promover un espacio que, me atrevo a augurar, va a ser arrollador, sugestivo, elocuente y masivamente exitoso, siempre que las masas (que ya merodeaban ansiosas el d¨ªa de mi visita privada) tengan acceso a ¨¦l, en las jornadas no-h¨¢biles, como entiendo que ya est¨¢ previsto.
?Y el ¨¦xito art¨ªstico? El pintor, que fue elegido -?a dedo, desde arriba?- tras una primera pre-selecci¨®n y examen de tres grandes artistas espa?oles, Manuel Vald¨¦s, Jos¨¦ Mar¨ªa Sicilia y Frederic Amat, ha sabido estar, y perd¨®n por el inevitable chiste, a la altura del encargo. La c¨²pula conmueve en su primera visi¨®n al acceder a la sala, se va deslizando juguetonamente en su potente sinfon¨ªa crom¨¢tica (en la que, sin embargo, hay partes de una sutil¨ªsima delicadeza, as¨ª como misteriosas rupturas de superficie y tono), y se completa con los famosos colgajos, para m¨ª empalagosamente pasteleros. ?Se le ocurri¨® a Barcel¨® mientras los hac¨ªa que podr¨ªan un d¨ªa ser tildados de cagarrutas? No dudo de que s¨ª, sabiendo lo campechanamente org¨¢nico que es.
Al margen del mallorquinismo natural de la estalactita y la estalagmita, hay indicios -los recogi¨® por escrito en su d¨ªa el muy fiable periodista J. J. Navarro Arisa- de que el motivo pict¨®rico basado en esas concreciones calc¨¢reas ya lo ten¨ªa en la cabeza el artista hace m¨¢s de 10 a?os cuando se baraj¨® su nombre para pintar la c¨²pula del reconstruido Teatro del Liceo; la "estructura geol¨®gica" de la propuesta de Barcel¨®, que sobrepasar¨ªa los l¨ªmites de los plafones del teatro, se desestim¨®, y el trabajo fue finalmente encomendado a las manos (por decir algo) de Perejaume, quien, como es sabido, hizo una broma conceptual que, sin colgar del techo, se cae por s¨ª misma. Ahora que Barcel¨® se ha despachado a gusto jugando con esas formas tal vez flotantes en su cabeza desde ni?o, el infantilismo de los castillos de arena pintada y volcada hacia nuestras cabezas es, desde mi punto de vista, innecesario y algo vulgar, lo que no me impide reconocer que constituir¨¢ precisamente, como el brillo tit¨¢nico del Guggenheim de Gehry o la bombilla-bomba del Guernica, el principal punto de fascinaci¨®n para la mayor¨ªa.
?Es tan moderno Barcel¨® como nuestro actual Gobierno, tan osado su arte como el prop¨®sito de la Alianza de Zapatero? Muchas personas que admiro y respeto del mundo del arte lo tienen por un buen dibujante que se repite arcaizante y grandilocuentemente en los cuadros, lo que, no siendo mi opini¨®n, es por supuesto opinable. Adem¨¢s de la codicia formal que se necesita para habitar pl¨¢sticamente vastos lugares desocupados (y antes que ¨¦l la tuvieron Tintoretto, Rubens o Rothko, por citar artistas cuya compa?¨ªa le resulta, creo, m¨¢s grata que la de Jos¨¦ Mar¨ªa Sert), Barcel¨® posee el talento de componer y dar sentido a grandes cuadros seriales, que a menudo remiten -en un registro distinto, no subsidiario ni preparatorio- a su abundante obra en papel, de la que se vio en 1999 una muestra memorable en el Reina Sof¨ªa, cuando lo dirig¨ªa Juan Manuel Bonet. Por cierto que llama la atenci¨®n y produce cierto sonrojo que el artista elegido y enaltecido en Ginebra haya sido, por as¨ª decirlo, despedido del Centro de Arte Reina Sof¨ªa, donde la gran y muy apetecible retrospectiva de su obra programada para el pr¨®ximo mes de febrero (y comisariada por el director del Museo Irland¨¦s de Arte Moderno, Enrique Juncosa) fue cancelada nada m¨¢s llegar a Madrid el nuevo director del CARS Manuel Borja-Villel, quien, para justificar su decisi¨®n, habr¨ªa dicho: "ese artista no me interesa".
Me acuerdo de nuevo de Jos¨¦ Mar¨ªa Sert. A Barcel¨® no le gusta, parece ser, lo que aqu¨¦l pint¨® y colg¨® (en las paredes s¨®lo) en el Palacio de las Naciones, aunque yo los veo muy hermanos, siendo cada uno de un padre y una madre diferentes. A su modo post-renacentista, post-expresionista y ahora, en los comienzos del siglo XXI, ilusoriamente proto-abstracto, Barcel¨® bien podr¨ªa reencarnar, volviendo al gran cr¨ªtico, lo que Robert Hughes, con una cita Ortega y Gasset, cifraba como la m¨¢xima aspiraci¨®n est¨¦tica de Sert: "Ser totalmente moderno pero en absoluto del siglo XX".
Vicente Molina Foix es escritor.
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