El sonido de la felicidad
En un mundo, el de la m¨²sica popular, obsesionado con la perfecci¨®n, la aritm¨¦tica y los peque?os simulacros de felicidad, Motown, sello independiente de soul de Detroit, a punto estuvo de dar con la f¨®rmula de la canci¨®n pop definitiva.
En los sesenta, la m¨²sica producida en el angosto y m¨ªtico estudio que llamaban Snake Pit (nido de serpiente), en el coraz¨®n de Hitsville USA (hoy sede del Museo hist¨®rico de la Motown), era tan poderosa y eficaz en su contagio que resisti¨® a la invasi¨®n brit¨¢nica de los Beatles y traspas¨® los oc¨¦anos y barreras raciales en plena lucha por los derechos civiles. Negros y blancos bailaron (y bailar¨¢n mientras les quede aliento) los ¨¦xitos de Four Tops, The Supremes, The Temptations, Marvin Gaye, Smokey Robinson, Jackson 5 o Little Stevie Wonder. Se trataba, en la eficaz etiqueta que acompa?aba sus discos, del sonido de la joven Am¨¦rica, el sonido de Detroit o el sonido Motown a secas. Y con eso quedaba realmente todo dicho; gloriosas composiciones inmediatas, frenes¨ªes juveniles, arreglos inolvidables y bases r¨ªtmicas de leyenda.
Y las leyendas nacen cuando les da la gana. La del sello Motown vio la g¨¦lida luz del d¨ªa a principios de diciembre hace cincuenta a?os. Berry Gordy Jr., buscavidas, fracasado propietario de tienda de discos, boxeador de peso pluma de cierto ¨¦xito y compositor de canciones de escasa repercusi¨®n, tom¨® prestados 800 d¨®lares de los ahorros de su familia para fundar la compa?¨ªa que convertir¨ªa en el mayor negocio discogr¨¢fico propiedad de un negro de la historia. Uno de sus primeros ¨¦xitos fue Money, en la agitada voz de Barrett Strong. Escrita por el propio Gordy, la letra glorificaba el dinero como necesidad, acaso no por azar; Forbes fij¨® en 1986 la fortuna personal del fundador de Motown en m¨¢s de 180 millones de d¨®lares, gracias a los discos, claro, pero tambi¨¦n a los derechos generados por su editorial musical, Jobete. "El secreto de nuestro ¨¦xito", explicaba Gordy recientemente desde su mansi¨®n en Bel Air (Los ?ngeles), "fue la humildad y la honestidad. Hicimos la m¨²sica que quer¨ªamos escuchar y la cosa funcion¨®. Y s¨ª, ganamos algo de pasta".
A Please Mr. Postman, primer n¨²mero uno, siguieron decenas de ¨¦xitos de pop. Porque la obsesi¨®n de Gordy siempre fue hacer de Motown un sello de pop. En eso es lo que lo diferenciaba de otras grandes compa?¨ªas de soul de la ¨¦poca como Stax, Atlantic o Chess. Hab¨ªa que llegar al gran p¨²blico. Incluso si para ello hab¨ªa que sacar de las portadas los retratos de los artistas negros para no ofender a las audiencias blancas.
Con m¨¢s de cien entradas en el top 10 en los sesenta (en 1966, el 75% de las canciones producidas por Motown ingresaron en las listas), la compa?¨ªa funcionaba con la infalibilidad de una m¨¢quina expendedora de buenos momentos. No por casualidad, al sello se le conoc¨ªa "como la otra l¨ªnea de ensamblaje de Detroit", una ciudad entonces consagrada a la producci¨®n automovil¨ªstica (Motown es, por cierto, la abreviaci¨®n en ingl¨¦s de ciudad del motor).
Los compositores, cantantes y m¨²sicos trabajaban cada uno por su lado. Las m¨ªticas canciones de Holland-Dozier-Holland o Ashford and Simpson se variaban y reutilizaban hasta dar con el int¨¦rprete adecuado. Cada viernes se celebraba una reuni¨®n de "control de calidad"; si un tema no ofrec¨ªa garant¨ªas de ¨¦xito, se aparcaba. A mediados de los sesenta se cre¨® una "agencia para el desarrollo de los artistas", para perfeccionar los pasos de baile de los Temptations o ense?ar a Mary Wells a caminar como una se?orita.
Las nuevas estrellas aguardaban donde menos se las esperaba. Martha Reeves, por ejemplo, voz con The Vandellas de ¨¦xitos como Nowhere to run o Dancing in the streets, trabaj¨® como secretaria en las oficinas hasta que le dieron una oportunidad. "Y no la desaprovech¨¦, claro", explicaba el mes pasado a este diario. Hoy, Reeves trabaja en el Ayuntamiento de Detroit y contin¨²a con su carrera musical. "?ramos como una gran familia. El ¨¦xito de uno nos beneficiaba a todos. Hab¨ªa roces, como en todas las familias, pero nada importantes".
No todo fueron buenos recuerdos. Por m¨¢s que resulte dif¨ªcil arranc¨¢rsela a sus protagonistas, esta historia tambi¨¦n tiene su reverso tenebroso. Los revisionistas del mito acusan a su fundador, a quien el FBI investig¨® por sus conexiones con la Mafia, de exprimir a los trabajadores. Como hechos cuentan el que The Funk Brothers, banda de acompa?amiento de la casa, acaso una de las mejores de la historia del pop, nunca goz¨® de reconocimiento. O que los miembros del grupo vocal The Spinners, decisivos en el soul en los setenta, pasaran parte de la d¨¦cada anterior, bajo contrato con la Motown, como ch¨®feres o barriendo los suelos cuando las cosas no les fueron bien en las listas de ventas.
Hubo historias directamente desgarradoras. Caras B del rutilante y voraz ¨¦xito de la compa?¨ªa. Como la temprana desaparici¨®n de Tami Terrell, compa?era art¨ªstica de Marvin Gaye. O la de Florence Ballard, la segunda de las tres Supremes, hasta que el alcoholismo, las luchas intestinas y la predilecci¨®n de Gordy por Diana Ross dieron con su salida del grupo y la sumieron en el olvido hasta su muerte, a mediados de los setenta y con tan s¨®lo 32 a?os. Si les suena la historia, quiz¨¢ sea porque Dreamgirls, reciente ¨¦xito cinematogr¨¢fico, se bas¨® libremente en aquellos hechos sin que ninguno de sus protagonistas disfrutase precisamente con la idea.
Aunque la decisi¨®n de Gordy que Dennis Coffey, guitarrista de la casa desde 1969, reprocha por encima de cualquier otra es la de llevarse en 1972 la sede de Motown a Los ?ngeles: "La industria musical se colaps¨® en la ciudad. Nos dej¨® a todos tirados y sin saber qu¨¦ hacer. Afect¨® a familias enteras".
Tras aquella decisi¨®n, que termin¨® de golpe con la era dorada del sello, estuvo, como casi siempre, la ambici¨®n. El ni?o pobre de Detroit quer¨ªa conquistar el cine y la televisi¨®n. Empaquet¨® sus recuerdos, cogi¨® de la mano a su gran estrella, Diana Ross, y se plant¨® en Hollywood. Las cosas funcionaron bien al principio. Lady sings the blues, satinado biopic de Billie Holiday para mayor gloria de la m¨¢s lista de The Supremes, fue todo un taquillazo y le vali¨® a su protagonista una candidatura a los Oscar. Peor suerte tuvieron aventuras posteriores, como aquel delirante remake de El mago de Oz.
En cuanto a la m¨²sica, con la d¨¦cada cambi¨® algo m¨¢s que la direcci¨®n postal de la galleta de los discos. El final del sue?o de los sesenta lleg¨® para Motown aquel d¨ªa de 1971 en que Marvin Gaye, el atormentado chico de oro de la voz maravillosa, present¨® a Berry Gordy su nuevo disco. What's going on, la Capilla Sixtina del soul y uno de los mejores ¨¢lbumes de todos los tiempos, sonaba m¨¢s pol¨ªtico y complejo de lo que los oyentes de Motown eran capaces de tolerar. O as¨ª lo ve¨ªa Gordy, que trat¨® de evitar su publicaci¨®n: "Le supliqu¨¦ que no tirase su carrera por la borda, recuerda Gordy. "Obviamente, me equivoqu¨¦".
El disco fue un ¨¦xito, como casi todos los que en los setenta publicaron los art¨ªfices del Motown cl¨¢sico que sobrevivieron al cambio de paradigma. The Temptations, empujados a la psicodelia por el productor Norman Whitfield, Diana Ross, Smokey Robinson o, sobre todo, Stevie Wonder, que encaden¨® una obra maestra tras otra. Todos perdieron la inocencia y maduraron como artistas en los estudios de la soleada California.
Motown fue un a¨²n m¨¢s formidable negocio en una d¨¦cada en la que "la joven Am¨¦rica" perdi¨® la credulidad y el sonido Detroit evolucion¨® hacia los gritos funk llegados del gueto y las superproducciones del sonido Filadelfia que desembocaron en el disco. El sello ya no funcionaba como una f¨¢brica. La mayor¨ªa de los productores y m¨²sicos de los viejos buenos tiempos volaron lejos del nido y "el sentido de la familia" fue sustituido por las guerras individuales. Y The Commodores, liderados por Lionel Richie, se convertir¨ªan con su f¨®rmula adaptada a los a?os confusos en la banda m¨¢s exitosa de la historia de Motown.
Gordy vendi¨® la compa?¨ªa en 1988 por 61 millones de d¨®lares a MCA. Hoy el sello anda perdido en el magma discogr¨¢fico de Universal. Como una anecd¨®tica generadora de nuevos lanzamientos y, sobre todo, como una agradecida gallina de los huevos de oro en la redondez de los aniversarios.
Para celebrar el cincuentenario, la discogr¨¢fica ha montado una campa?a publicitaria de proporciones planetarias con la confianza de que ¨¦sta es la clase de m¨²sica inmortal capaz de venderse en la hecatombe de la pirater¨ªa y las gratuidades. Millones de oyentes de todo el mundo han votado en Internet para escoger la mejor canci¨®n del enorme corpus del sello. My girl, de The Temptations, puro sonido Motown, es el tema ganador. "Recuerdo la grabaci¨®n como si fuese hoy", afirma Gordy. "Smokey [Robinson] estaba all¨ª. ?l escrib¨ªa y produc¨ªa el tema. Y eso, cualquiera lo sabe, es el inmejorable comienzo de una gran historia". ?sta se cont¨® por primera vez una Navidad de hace 44 a?os con la voz de tenor del elegante gafotas de David Ruffin, muerto por una sobredosis en 1991. Aqu¨¦lla fue su primera grabaci¨®n como solista del quinteto. Y toc¨® con las yemas la perfecci¨®n de la canci¨®n pop definitiva. En efecto, fue un n¨²mero uno.
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