Cajas destempladas
Hay historias que terminan felizmente aunque arrancan torcido, pero eso sucede m¨¢s bien en el mundo de la ficci¨®n. Lo ocurrido con la fallida fusi¨®n de la BBK y la Kutxa es muestra de lo contrario: que los planteamientos sostenidos sobre bases endebles acaban por lo general descalabrados. En la operaci¨®n se han exhibido fallos de todo tipo. El m¨¢s sorprendente y, a la postre, decisivo fue la incre¨ªble incapacidad del equipo pol¨ªtico-directivo de la caja guipuzcoana comandado por Joseba Egibar y Xabier Iturbe para conseguir a finales de noviembre el ¨²nico voto en la asamblea que ya sab¨ªan desde septiembre que les faltaba.
Esa carencia de cimientos s¨®lidos se ha percibido, sobre todo, en el aire trabajoso y forzado que adquiri¨® todo el proceso mientras estuvo vivo. Amagar con una fusi¨®n a dos pudo tener sentido para intentar mover la posici¨®n del PSE, cuyos intereses electorales en ?lava frenaron desde 2005 la operaci¨®n genuina con las tres cajas y han hecho dif¨ªcil de entender la posici¨®n global de los socialistas en esta materia. Pero continuar empecinadamente, una vez que se hab¨ªa comprobado que las resistencias segu¨ªan firmes y los apoyos escaseaban, no hizo sino mostrar el endeble fundamento de la operaci¨®n. Con la consecuencia de convertir lo que se presentaba como un proyecto esencialmente de empresa en un espect¨¢culo donde lo pol¨ªtico y lo partidista se ha adue?ado de la pista.
Debe aprovecharse la fusi¨®n para diluir el peso abrumador de los partidos
Sin embargo, se puede aprender m¨¢s de los fracasos que de los ¨¦xitos cuando se es capaz de reconocer los errores cometidos. La escaramuza ha revelado que, como ya se puso de manifiesto en la reciente renovaci¨®n de sus asambleas, el control pol¨ªtico de las cajas vascas resulta abrumador. Por lo tanto, tendr¨¢ que ser un pacto pol¨ªtico lo m¨¢s amplio posible lo que sustente la fusi¨®n de Caja Vital, BBK y Kutxa, un proyecto sobre cuya conveniencia desde el punto de vista financiero y del inter¨¦s general apenas se discute.
Las heridas del ¨²ltimo intento abortado son recientes y la proximidad de unas elecciones decisivas no favorecen el empe?o. Pero si se comparte que es beneficioso contar con una entidad potente e integrada y se tiene sentido de pa¨ªs, no habr¨ªa que esperar a que las urnas desvelen en marzo qu¨¦ lehendakari y qu¨¦ Gobierno vamos a tener. Hay much¨ªsimos aspectos de la fusi¨®n, tanto estructurales como legales, que se podr¨ªan cerrar desde ahora mismo, de modo que el tiempo perdido fuera el menor posible y la integraci¨®n arrancara en cuanto el nuevo Parlamento est¨¦ en condiciones de aprobar la necesaria reforma de la ley de Cajas. En realidad, las dos intentonas -la que impulsaron los tres presidentes de las entidades en 2005 y la m¨¢s reciente- han desbrozado ya numerosos pormenores para el momento en que las tres cajas puedan operar de forma integrada.
Se ha hablado bastante de los equilibrios territoriales, de reparto de sedes y mantenimiento de la Obra Social, de homologaciones salariales y de equipos directivos. Sin embargo, la nueva entidad nacer¨ªa presa de los mismos defectos que se han evidenciado con la fusi¨®n, si no se aprovechara ¨¦sta para diluir la influencia de lo partidista en sus ¨®rganos de gobierno. Algo que s¨®lo puede hacerse con la aceptaci¨®n y la renuncia de las fuerzas pol¨ªticas concernidas, empezando por las mayoritarias. La ley concede a las entidades fundadoras -ayuntamientos de las capitales y diputaciones- y a los municipios donde las cajas tienen sucursales el 50% de la representaci¨®n en sus ¨®rganos de gobierno (Asamblea General, Consejo de Administraci¨®n y Comisi¨®n de Control). Pero no dice que las personas que ocupen esos puestos tengan que ser cargos p¨²blicos, dirigentes de partido o reconocidos militantes designados antes por su fidelidad a las siglas que por su conocimiento del negocio bancario. Y tampoco establece que el 43% asignado a los impositores deba ser copado tambi¨¦n por los partidos, como igualmente sucede. Dado que los sindicatos se reparten el 7% restante que corresponde a los trabajadores, no puede decirse que lo que caracteriza la composici¨®n de los ¨®rganos que deben controlar la gesti¨®n de los directivos "profesionales" de las cajas con criterios sociales sea precisamente la capacitaci¨®n de sus miembros.
Una caja vasca integrada se ofrece como una oportunidad para liberarla de la acusada politizaci¨®n de las entidades preexistentes, que tanto ha lastrado su funcionamiento y el camino hacia la fusi¨®n. Los mecanismos est¨¢n inventados. Nada impide fijar por ley que, por ejemplo, los representantes de los impositores, que garantizan la participaci¨®n de los clientes en la gesti¨®n de las entidades, se elijan por sorteo, como sucede con los jurados o los miembros de las mesas electorales; o limitar a un determinado porcentaje el n¨²mero de cargos p¨²blicos en el Consejo de Administraci¨®n; o imponer que los consejeros designados por los partidos a trav¨¦s de las instituciones fundadoras y municipios re¨²nan condiciones verificables de cualificaci¨®n profesional e independencia. Porque de lo que se trata es de asegurar la fiscalizaci¨®n por parte de la sociedad y los clientes de estas empresas financieras singulares que son las cajas, no de que los partidos se apropien ese control para su beneficio.
La llegada de la crisis econ¨®mica no ha hecho sino acrecentar las razones invocadas a favor de la fusi¨®n. No tiene sentido, pues, esperar a que hablen las urnas para dar pasos hacia un objetivo que se considera necesario. S¨®lo se necesita voluntad, generosidad y olvido de las jugarretas pasadas. No es poco para unas cajas que han quedado al descubierto y destempladas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.