Segismundo, desencadenado

?Cu¨¢nto teatro hemos visto en el Alb¨¦niz, que cerrar¨¢ tras la ¨²ltima funci¨®n de La vida es sue?o! L¨¢stima. El centro hist¨®rico anda escaso de teatros grandes, y eso lo empobrecer¨¢ m¨¢s.

En el montaje de Juan Carlos P¨¦rez de la Fuente, el mensaje de Calder¨®n llega claro, que no es poco: el destino puede enmendarse, y lo mal hecho, rectificarse. Obremos bien, viene a decir el autor, porque el beneficio ajeno ser¨¢ el nuestro. Se nota que a¨²n era joven y optimista.

Para dar espect¨¢culo, el director usa recursos que est¨¢n de moda: coreograf¨ªa, di¨¢logos, pone a los personajes a hablar sin mirarse, introduce acciones que fuerzan el sentido del texto y marca una interpretaci¨®n del protagonista bronca, atl¨¦tica, siempre hacia adelante. Fernando Cayo dice el mon¨®logo del final del segundo acto con el torso desnudo, reptando como un animal. Su Segismundo, n¨ªtido, de una sola pieza, se da un aire a Espartaco: est¨¢ alterado permanentemente, tira de todo y de todos como un buey.

Es ¨¦sta una producci¨®n hecha con medios, no siempre bien digeridos: mezcla alegremente estilos, texturas y ¨¦pocas. Se mueve como funambulista inestable sobre el alambre que separa el eclecticismo del pastiche. Es un c¨²mulo donde se codean el ingenio y la ingenuidad.