"No tenemos nada que perder, ?qu¨¦ importa lo que queramos?"
Los j¨®venes griegos se rebelan contra un sistema pol¨ªtico y social agotado, pero sus profesores dudan de que alguien logre capitalizar el movimiento de protesta

"No tenemos nada que perder, ?qu¨¦ importa lo que queramos?". Con las manos en los bolsillos -unos bolsillos repletos de piedras-, un chaval encapuchado responde as¨ª, mientras aguarda el momento de atacar a los antidisturbios, a la pregunta sobre sus prop¨®sitos. Junto a ¨¦l forman en orden de combate medio centenar de j¨®venes, los mismos que revientan a diario las manifestaciones para expresar, a su modo, la rabia del presente y la falta de futuro. Muchos los comparan con los protagonistas de mayo del 68, o con los antisistema de Seattle o G¨¦nova, pero tras ellos, en el escenario de una Grecia perpleja, parece no haber nada.
Conforme pasan los d¨ªas se impone la certidumbre de que, igual que en ocasiones anteriores, el eco de la calle va a extinguirse hasta enmudecer, aunque el calendario de protestas y ocupaciones de aulas se prolongue hasta Navidad. Cada uno de los manifestantes que estos d¨ªas ocupan las calles se aferra a una raz¨®n, del nihilismo al entusiasmo de los quince a?os, del escepticismo de los bien informados a la necesidad inconsciente de actuar para vencer el impasse o minimizar el impacto de la crisis.
"Esto es un carnaval, y tras los fuegos de artificio no habr¨¢ nada", dice un docente
Pero el trasfondo es de desesperanza, sobre todo entre los profesores. "Esto no va a conducir a ning¨²n sitio. Se va a apagar y no quedar¨¢ nada, como en Los ?ngeles", apunta Vasilis Alexis, profesor de Teor¨ªa Literaria de la Universidad de Sal¨®nica.
Desde hace a?os, la educaci¨®n es un caballo de batalla en Grecia, y un espejo que devuelve una imagen muy ajustada de la crisis social que fermenta en la esclerosis del sistema. "Cada tres o cuatro a?os hay un brote de descontento: una huelga general en 1987; otra en 1991, durante la que perdi¨® la vida por disparos de unos desconocidos un profesor en Patras; manifestaciones contra la reforma del sistema de acceso a la funci¨®n docente, en 1997, o hace dos a?os, al intentar reformar el Gobierno el art¨ªculo 16 de la Constituci¨®n, que establece que la universidad griega debe ser p¨²blica", a?ade Alexis.
Protestas reiteradas, en suma, contra la amenaza de ruina de un sistema deteriorado por cuyas rendijas asoma el sector privado; contra un sistema que obliga a los docentes al pluriempleo "para llegar a fin de mes, porque un maestro de primaria gana 1.200 euros al mes", denuncia Manolis Papas, que acude a diario a las concentraciones.
J¨®venes y mayores protagonizan estos d¨ªas en las calles un "verdadero cisma" en la sociedad griega, seg¨²n Vasilis Alexis. Los estudiantes expresan "reacciones viscerales a un callej¨®n sin salida, a un vac¨ªo vital que les alcanza antes de tiempo". "Pero esto es como un carnaval y, tras los fuegos de artificio, no habr¨¢ nada. Falta una fuerza pol¨ªtica que capitalice el descontento pero, pese a lo politizado que est¨¢ el pa¨ªs, nadie es capaz de hacerlo. Eso s¨ª, seguro que algunos partidos lo utilizan".
En efecto, las revueltas son ya un dardo envenenado en la escena pol¨ªtica, pero tambi¨¦n pueden convertirse en bandera de conveniencia. La instrumentalizaci¨®n de las protestas por intereses ajenos puede ser el cap¨ªtulo siguiente de esta crisis.
Al margen por completo de la batalla pol¨ªtica, los j¨®venes sacan pecho como protagonistas imprevistos de esta tragedia nacional. "No somos unos indolentes, no estamos de brazos cruzados", afirma un tanto a la defensiva Mijalis, un estudiante de secundaria de 15 a?os. "Los mayores nos acusan de pasotismo y de falta de iniciativa. ?Qu¨¦ m¨¢s necesitan para darse cuenta de que no es as¨ª? Aqu¨ª estamos, dando la cara", dice, orgulloso de ese protagonismo imprevisto.
Todos los chavales consultados dicen de carrerilla que salen a la calle contra la violencia -la policial, que cost¨® la vida al joven Alexandros Grigoropulos, y la de los encapuchados-, pero no es dif¨ªcil entrever en su actitud un intento de reafirmaci¨®n adolescente, cuando no de entusiasmo desatado por la novedad. Eleonora, de 16 a?os, afirma "entender la rabia de los alborotadores, pero as¨ª podr¨ªa parecer que es una reacci¨®n de j¨®venes airados, y esta protesta no tiene nada que ver con la edad, es una respuesta com¨²n a un c¨²mulo de circunstancias que explotaron con la muerte de Alexis".
"Nuestros padres cre¨ªan que los j¨®venes nos limit¨¢bamos a esperar a que nos lo dieran todo hecho, la vida, el futuro, y estos d¨ªas se han dado cuenta de que no es as¨ª", insiste Eleonora, que estudia segundo de secundaria. "Vamos a hacer lo posible para conseguir un futuro. Lo que nos ense?an en clase no nos vale, ni nos interesa ni nos sirve. Tenemos que despertar, y esta es una buena ocasi¨®n".
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