Historias bajo tierra
Llegan las fiestas, y con ellas las vacaciones escolares. En estos momentos, muchos progenitores desear¨ªan tener un pasadizo secreto por el que fugarse de sus hogares. Y es que los t¨²neles son irresistibles a todas las edades. En la Barcelona de mi infancia ten¨ªamos el Tren de la Bruja -en las desaparecidas Atracciones Apolo del Paralelo-, donde se templaba el car¨¢cter de los infantes tardofranquistas a escobazo limpio. O, ya en democracia, el T¨²nel del Terror del Tibidabo, en el que siempre tropezabas con un conocido haciendo de momia. Lugares tan familiares como las galer¨ªas subterr¨¢neas de Eduardo Mendoza y su novela El misterio de la cripta embrujada, situadas bajo las burguesas laderas de Collserola. O como las siniestras tuber¨ªas de Montju?c, que la leyenda quiso convertidas en checas estalinistas durante la Guerra Civil y supuestamente tapiadas -intactas- por el franquismo.
Siempre se ha dicho que debajo del barrio del Call hay pasadizos excavados por los antiguos jud¨ªos
En esto de los t¨²neles resulta muy dif¨ªcil distinguir la paja del trigo, o la conseja urbana del hallazgo arqueol¨®gico. Por ejemplo, siempre se ha dicho que debajo del barrio del Call hay pasadizos excavados por los antiguos jud¨ªos. Incluso me han asegurado que al construir el metro tuvieron que desviarse al topar con ellos -dato este ¨²ltimo no muy fiable-, aunque muchos inmuebles de la zona tienen puerta tapiada en el s¨®tano. ?Quiere decir esto que existen o que no existen tales edificaciones?
Posiblemente los t¨²neles del Call sean otra de las muchas leyendas que sobre el tema se han elaborado en esta ciudad. Durante los siglos XIX y XX, cada ataque anticlerical iba acompa?ado del supuesto descubrimiento de un t¨²nel l¨²brico, que comunicaba entre un monasterio de monjes y un convento de monjas, asegur¨¢ndose que a medio camino hab¨ªa un cuartito para citas clandestinas, o un cementerio de fetos y de madres muertas en el parto, o ambas cosas a la vez. Tambi¨¦n se dijo -tras el 18 de julio del 36- que los falangistas entraban y sal¨ªan de las casas religiosas a trav¨¦s de galer¨ªas secretas. O la historia ya cl¨¢sica de las catacumbas barcelonesas, situadas por la imaginaci¨®n popular bajo la iglesia de los Sants Just i Pastor, que los arque¨®logos encontraron y result¨® ser la cloaca m¨¢xima de los romanos.
Hay t¨²neles para todos los gustos; como el que iba desde el hotel Oriente de La Rambla hasta la calle del Hospital, pasando bajo el Liceo; los encontrados al ser derribada la Casa Carulles, en la calle de la Cendra con Riera Alta, o las catacumbas -estas reales- del convento de los Josepets, en Gr¨¤cia. Sin olvidar el hist¨®rico t¨²nel del palacio Mornau -en la calle Ample-, que se dec¨ªa tan largo que llegaba hasta la plaza de Catalunya. Este subterfugio fue el utilizado para huir -en 1809- por el se?or Mornau, ¨²nico superviviente del grupo de conspiradores barceloneses que urd¨ªan una revuelta contra Napole¨®n y terminaron ahorcados. Mornau pudo escapar a trav¨¦s del pasadizo que comunicaba su casa -que actualmente alberga un bar de lo m¨¢s kitsch, dedicado a los piratas- con una taberna vecina llamada El Tonell de l'Abund¨¤ncia, en la actual calle del Tonell, antes del T¨²nel.
A excepci¨®n del metro, los t¨²neles son pasado. En nuestros d¨ªas, el ¨²nico lugar donde un ni?o puede recuperar un poco de ese ambiente es en un museo. El del alcantarillado, en el paseo de San Juan -del que un d¨ªa tendremos que ocuparnos en profundidad-; o el refugio antia¨¦reo de Poble Sec, para papis concienciados; o el de Historia de la Ciudad, en la plaza del Rei, que cobija -varios metros bajo tierra- a la antigua Barcino romana. El efecto -de lo m¨¢s evocador- no falla nunca. Y es que, sea cual sea nuestra edad, los t¨²neles tienen un misterio irresistible.
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