El cielo abierto
Lo que le pasa al Madrid es que le gusta la tierra; se acostumbr¨® a ella con Capello. Dice el novelista Manuel Longares (Romanticismo) que los escritores se tienen que medir con Cervantes o con Valle-Incl¨¢n cuando se ponen ante el folio en blanco. En f¨²tbol te tienes que medir con el m¨¢s grande si quieres ser un l¨ªder, o volver a serlo. Y el Madrid se mide con el Getafe, con perd¨®n, y adem¨¢s pierde. Medirse con la tierra no est¨¢ mal, si quieres seguir en ella.
Un d¨ªa le pregunt¨¦ a Pep Guardiola, cuando ¨¦l ni so?aba con ser este entrenador del Bar?a, por qu¨¦ la defensa azulgrana (con Rijkaard, en los malos tiempos) no era m¨¢s expeditiva, por qu¨¦ no despejaba y sanseacab¨®. Me mir¨® reprob¨¢ndome, y entonces me dijo la met¨¢fora: El Bar?a se tiene que medir con lo m¨¢s alto, y para hacerlo tiene que sacar el bal¨®n jugado. Y lo m¨¢s alto es el cielo, claro. Al Madrid ya le da igual el cielo, o al menos todav¨ªa no sabe d¨®nde est¨¢ el cielo; y no parece que Juande Ramos sea de esos entrenadores (como don Helenio, como Cruyff) a los que les da igual la tierra, ellos quieren ver el cielo abierto.
Cuando el s¨¢bado vi que Ra¨²l tambi¨¦n le daba patadas a Messi, me di cuenta de que el Madrid est¨¢ lejos de alcanzar el vuelo necesario para recuperar la autoestima de un l¨ªder; dar patadas es terrestre, vulgar, y nunca pens¨¦ que Ra¨²l tambi¨¦n cayera en ese abismo. Y adem¨¢s el Madrid confi¨®, m¨¢s que en Higua¨ªn, que tiene destreza y valor est¨¦tico para culminar las ocurrencias del conjunto, en una especie de Davids redivivo, Drenthe, que ataca como si se estuviera incendiando su propia porter¨ªa. ?sta es una situaci¨®n est¨¦tica complicada para el Madrid, porque de esas actitudes mezquinas se regresa dif¨ªcilmente; la gente le coge m¨¢s gusto a la tierra que al aire; los ni?os juegan con la tierra, se la comen, luego se dan cuenta de que es mejor la mayonesa.
Dec¨ªa Di Stefano que en la tierra pastan las vacas, y que por eso el bal¨®n (que fue de su cuero) deb¨ªa regresar a la tierra. Para eso sirve la tierra, para que ruede el bal¨®n por ella; la ambici¨®n ha de levantarlo, llevarlo a la porter¨ªa con las ganas, adem¨¢s, de hacer juego. En el derrotero del Bar?a funcion¨® un criterio ins¨®lito en el f¨²tbol: abandon¨® su impaciencia suicida de la primera parte y decidi¨® ser m¨¢s pausado cuando m¨¢s prisa hab¨ªa. Esta disposici¨®n t¨¦cnica es producto de una pasi¨®n est¨¦tica; a trompicones, el Bar?a estaba destrozando su l¨ªnea de conducta; cuando la recuper¨®, se adue?¨® del campo. Era como un escritor sin objetivo y despu¨¦s decidi¨® medirse con un l¨ªder, consigo mismo. Para ver el cielo abierto (una met¨¢fora de Elvira Lindo, para una pel¨ªcula de Albadalejo; Manuel Vicent tiene una novela, Ver¨¢s el cielo abierto) es preciso saber que la tierra te es propicia; si desconf¨ªas de la tierra, volar¨¢s sin rumbo. Y al Madrid le gusta demasiado la tierra, no se fija en otra cosa. Y ¨¦se es su drama (de momento).
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