El trasfondo de una l¨¢pida
La historia de la madre Maravillas, a la que recientemente se quiso homenajear en el Congreso, revela su aislamiento en una ideolog¨ªa ultratradicional que le llev¨® a oponerse al cambio del Concilio Vaticano II
El esperp¨¦ntico proyecto de colocar en el edificio de las Cortes una placa en memoria de la Madre Maravillas se ha disuelto como azucarillos en agua. El 16 de noviembre de 1983, el Senado rindi¨® al cardenal Vidal i Barraquer, que hab¨ªa sido senador, un merecido homenaje en el cincuentenario de su muerte en el exilio, porque en los a?os de la Rep¨²blica se esforz¨® por conciliar el nuevo r¨¦gimen con la Iglesia y luego, en la guerra civil, fue hombre de paz, neg¨¢ndose a firmar la carta colectiva de la jerarqu¨ªa episcopal. Pero lo de la placa de sor Maravillas era una cosa muy diferente.
Mar¨ªa de las Maravillas de Jes¨²s Pidal y Chico de Guzm¨¢n era hija del marqu¨¦s de Pidal, embajador en el Vaticano, y prima de Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal. Entr¨® en el Carmelo del Escorial en 1919, el a?o en que Alfonso XIII consagr¨® Espa?a al Sagrado Coraz¨®n en el Cerro de los ?ngeles, donde ella fundar¨ªa en 1923 otro Carmelo que ser¨ªa la perla de la corona de sus fundaciones y de su posterior movimiento de resistencia al Vaticano II. Al sobrevenir la Rep¨²blica en 1931, ella y sus compa?eras se prepararon para el martirio que sus consejeros les profetizaban inminente. En 1936 no fueron martirizadas (s¨ª lo fueron otras carmelitas) y pudieron refugiarse en Getafe y despu¨¦s en Madrid, ayudadas por Pasionaria, que en sus memorias recuerda que personalmente fue dos veces a organizar el refugio y el trabajo de unas comunidades de monjas. A unas les entreg¨® incluso un hermoso crucifijo y unas im¨¢genes religiosas. "?Qu¨¦ Dios se lo pague", cuenta que le dijo la superiora. ?Ser¨ªa la Madre Maravillas? ?Se encontraron cara a cara aquellas dos grandes mujeres?
En 1936 las monjas no fueron martirizadas sino ayudadas por Pasionaria
Lograron imponer sus obsoletas constituciones a todos los conventos de las carmelitas descalzas
Una disc¨ªpula y admiradora de la Madre Maravillas, sor Mar¨ªa Magdalena de Jes¨²s, nos ha transmitido su impresionante experiencia en un libro que lleva un elocuente t¨ªtulo: Madre Maravillas de Jes¨²s. Con amor y dolor. Testimonio directo acerca de su vida solicitado por los Carmelos de Holanda y Alemania (Imp. Monte Carmelo, Burgos, 1992). Expresa en ¨¦l su amor y veneraci¨®n por la Madre Maravillas, pero cree que se equivoc¨® en su rechazo al concilio Vaticano II. "La Madre Maravillas -dice- naci¨® en el siglo XIX y alcanz¨® la arista de dos planos eclesiales tan distintos como el preconcilio de la Espa?a franquista y el postconcilio del Vaticano II. Nunca pudo llegar a trasladarse a este segundo plano que permaneci¨® desconocido para ella por causas bien ajenas a su voluntad". Sor Mar¨ªa Magdalena hab¨ªa entrado a los 23 a?os en el Carmelo del Cerro de los ?ngeles, del que la Madre Maravillas era priora. Fue enviada a una fundaci¨®n en la India, pero tuvo que regresar a Espa?a en 1939 por falta de salud y a lo largo de 46 a?os trat¨® ¨ªntimamente a la Madre Maravillas, pero viendo que ¨¦sta rechazaba el Vaticano II sin ni siquiera querer conocer sus documentos, crey¨® que no pod¨ªa vivir al margen de la Iglesia y obtuvo en 1972 el permiso para trasladarse al Carmelo de la Inmaculada Concepci¨®n, de Matar¨®, que bajo el priorato de sor Cristina Kaufmann hab¨ªa emprendido un camino de fidelidad a la letra y al esp¨ªritu del carisma teresiano y de apertura a la renovaci¨®n posconciliar.
La Madre Maravillas y todas las monjas de los monasterios por ella fundados desconocieron totalmente aquel trascendental acontecimiento que fue el Vaticano II. La hermana Magdalena describe gr¨¢ficamente los tres cercos que las aislaban. "El primer cerco lo formaban los pocos sacerdotes y religiosos que llegaban a hablar de estos asuntos; todos, pasados por el tamiz de ideolog¨ªa ultra-tradicional; dos o tres jesuitas; tres o cuatro carmelitas y, muy por encima de todos en cuanto a influencia, su director espiritual, un padre carmelita". El segundo cerco lo constitu¨ªan las familias que m¨¢s se relacionaban con la comunidad. "?sta cre¨ªa que, por su posici¨®n, deb¨ªan ser los mejor informados. Familias de arist¨®cratas, de banqueros, de altos mandos militares. Todos ellos -ya antes de ser preguntados- expon¨ªan sus opiniones negativas cien por cien, sus comentarios y aun sus chistes acerca del Concilio. Mucho de esto se contaba en recreaci¨®n y as¨ª iba infiltr¨¢ndose y arraig¨¢ndose en las monjas". El tercer cerco -prosigue sor Magdalena- "es el m¨¢s ¨ªntimo y el m¨¢s continuado: son aquellas hermanas en quienes la Madre ha puesto su confianza y apoyo". Son las que sor Mar¨ªa Magdalena llama "el Estado Mayor". "Repiten hasta la saciedad que en estos Carmelos todo est¨¢ perfecto, que son la realizaci¨®n mejorada del plan de la Santa Madre, que la renovaci¨®n conciliar se propone para que los conventos relajados vayan entrando en vereda por medio de ciertas condescendencias con sus desviaciones...". Y concluye: "?No se comprende que con estos tres cercos, m¨¢s su estado de salud, la Madre Maravillas aceptase de buena fe cuanto le dec¨ªan?".
En 1972, 18 carmelos de la l¨ªnea de la Madre Maravillas obtuvieron, gracias a apoyos diplom¨¢ticos y contactos en el Vaticano, que la Santa Sede aprobara una especie de federaci¨®n llamada "Asociaci¨®n de Santa Teresa", despu¨¦s "Carmelos Unidos", a la que m¨¢s tarde se incorporaron otros 30 monasterios. Se las conoce popularmente como las "maravillosas". Para poner en pr¨¢ctica lo que el Concilio hab¨ªa dispuesto sobre la renovaci¨®n de los monasterios contemplativos, la Congregaci¨®n de Religiosos, por medio del padre general de los carmelitas, transmiti¨® a todos los monasterios carmelitas femeninos, ad experimentum durante cinco a?os, unas leyes basadas en las primitivas constituciones aut¨¦nticas de santa Teresa (1567- 1568), puestas al d¨ªa con unas declaraciones complementarias. Pero los monasterios de los Carmelos Unidos las rechazaron de plano y reclamaron que la Santa Sede les autorizara las constituciones de 1581, menos teresianas y mucho m¨¢s severas. El 80% de los monasterios se hab¨ªa declarado satisfecho con la legislaci¨®n renovada, pero en los de las "maravillosas" ni siquiera se dej¨® que las monjas leyeran los textos propuestos. Gracias a sus poderosos valedores en Roma, lograron en 1984 que la Santa Sede impusiera sus obsoletas constituciones a todas las carmelitas descalzas. El cardenal Casaroli, secretario de Estado, en carta de 15 de octubre de 1984 al padre general de los carmelitas descalzos, impon¨ªa a todas las carmelitas las constituciones pseudoteresianas de las "maravillosas" y, en forma humillante, propon¨ªa a las que no se sintieran con fuerzas para aceptarlas que se acogieran a otras congregaciones menos exigentes.
La carta de Casaroli era una chapuza, pero estall¨® como una bomba en la Orden del Carmen. El padre general, Felipe Sainz de Baranda, escrib¨ªa al Papa el 24 de octubre lamentando "el tono m¨¢s bien duro y el contenido pol¨¦mico" del documento, que podr¨ªa suscitar reacciones justificadas "porque en ¨¦l se recogen afirmaciones discutibles en el campo de la historia y de la interpretaci¨®n del carisma teresiano, y porque se aceptan ciertos argumentos y juicios que un grupo de monasterios ha repetido estos a?os contra el texto de las declaraciones y la actuaci¨®n de los superiores de la orden". El padre Tom¨¢s ?lvarez, provincial de Burgos, en carta al cardenal Casaroli, denunciaba los "graves errores hist¨®ricos con que la carta funda las decisiones pontificias". El principal era afirmar que las constituciones de 1581 eran de santa Teresa y durante cinco siglos todas las carmelitas las hab¨ªan conocido y tenido entre sus manos, cuando en realidad no eran de la santa y hab¨ªan sido desconocidas hasta hace unos decenios.
Tengo entendido que tambi¨¦n sor Cristina Kaufmann escribi¨® a Casaroli dici¨¦ndole que, buenas hijas de la Iglesia, como santa Teresa, obedecer¨ªan, pero que no ser¨ªa sin un inmenso dolor, del que Su Eminencia ser¨ªa responsable ante Dios. Pudo evitarse que todos los carmelos fueran obligados a semejante desprop¨®sito, pero se rompi¨® la unidad de la orden. Se manipul¨® a unas buenas monjas como un modo de impedir el cambio que el Vaticano II quiso operar en la Iglesia, y, sobre todo, el cambio que la Iglesia posconciliar propici¨® en Espa?a. Cuenta Gabriel Maura Gamazo en sus Rincones de la historia que muchos monasterios medievales se fundaron en expiaci¨®n de alg¨²n gran pecado cometido por el rey o noble fundador, y cuanto mayor era el crimen, m¨¢s estricta era la observancia impuesta a las pobres monjas. ?Cu¨¢l debi¨® de ser entonces el gran pecado que exigi¨® a las "maravillosas" tan severas reglas?
Hilari Raguer es monje de Montserrat e historiador especializado en el tema de la Iglesia y la Guerra Civil espa?ola.
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