Marruecos y la complacencia europea
La UE ofrece un estatuto de asociaci¨®n al pa¨ªs magreb¨ª, cuya ¨¦lite gobernante sigue arrastrando los pies a la hora de construir una democracia plena, descentralizar el Estado y combatir las desigualdades sociales
La oferta de un estatuto avanzado para Marruecos hecha por la Uni¨®n Europea en su reuni¨®n de ministros de Exteriores del 13 de octubre pasado, reuni¨®n de especial significaci¨®n por adoptarse en ella medidas cruciales para afrontar la crisis, es la culminaci¨®n de un cuarto de siglo de flirteo, hegemonizado primordialmente por Francia y acelerado sobre todo tras la llegada al trono de Mohamed VI. Fue ¨¦ste quien en 2003 reclam¨® formalmente este estatuto, apoyado por el presidente Rodr¨ªguez Zapatero en su primera visita a Marruecos en abril de 2004.
La idea de un estatuto avanzado para Marruecos viene de antiguo. Es una demanda por lo menos desde que en 1984 Hassan II presentara una solicitud de adhesi¨®n a la entonces Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE). Lo que algunos calificaron de boutade fue en realidad una demanda prospectiva para dejar sentada la voluntad de marchar hacia una convergencia cada vez mayor con Europa y lo europeo. Siempre le gust¨® al soberano marroqu¨ª repetir esa imagen que recog¨ªa en su libro El desaf¨ªo y que imaginaba a Marruecos como "un ¨¢rbol cuyas ra¨ªces nutricias agarran profundamente en la tierra de ?frica y que respira gracias a su frondosidad que vibra a los vientos de Europa".
El rey se ausenta con frecuencia y la clase pol¨ªtica se instala en el inmovilismo
Nadie concreta la regionalizaci¨®n ideada para intentar resolver el problema del S¨¢hara
Choc¨® entonces la ocurrencia de Hassan II porque los d¨¦ficit en derechos sociales y pol¨ªticos de Marruecos eran enormes. El balance de la represi¨®n de los disturbios urbanos de enero de 1984 fue de millares de detenidos y de 49 muertos seg¨²n la Instancia Equidad y Reconciliaci¨®n. En el colmo de un cinismo habitual, el rey afirmar¨ªa taxativamente en Le Monde que en su pa¨ªs no hab¨ªa detenidos pol¨ªticos, sino tan s¨®lo algunos "traidores a la patria" por no comulgar con las tesis oficiales de la marroquinidad del S¨¢hara Occidental.
Aunque el monarca insistir¨¢ alguna vez m¨¢s en su demanda de adhesi¨®n, aquello qued¨® reducido a querer hacerse presente en la realidad europea de un tiempo en el que Espa?a y Portugal estaban en puertas de un ingreso en la CEE, en conflicto con los intereses marroqu¨ªes.
La cuesti¨®n de la inmigraci¨®n dio pretexto a Hassan II a?os despu¨¦s, en febrero de 1993, para volver a hacerse presente ante los 12 pa¨ªses que integraban la Comunidad Europea. Apenas un a?o despu¨¦s del establecimiento del visado para magreb¨ªes en Espa?a e Italia, y a punto el sistema Schengen, las pateras hab¨ªan hecho su irrupci¨®n en el mundo medi¨¢tico y hab¨ªan resucitado fantasmas en Europa. Convocando a los embajadores de los pa¨ªses europeos, m¨¢s Estados Unidos, Canad¨¢, Jap¨®n y Suecia, el rey de Marruecos alert¨® en un discurso sobre el fen¨®meno que se avecinaba y dej¨® claro el papel que su pa¨ªs pod¨ªa ejercer en el control de los flujos. Convertirse en gendarme de Europa val¨ªa un precio, exig¨ªa a cambio recursos y un empe?o colectivo en el desarrollo del pa¨ªs para salir del atraso. No en vano el centro de aquel discurso fue el lanzamiento de una pol¨ªtica de desarrollo para el norte marroqu¨ª, zona marginada hasta entonces, vivero de migraciones y plataforma de lanzamiento de pateras. Se propon¨ªa esto justo en un momento en que se discut¨ªa lo que deber¨ªa ser el nuevo -por entonces- partenariado euro-magreb¨ª, d¨¢ndole un sentido m¨¢s imaginativo, como preconizaba Habib El Malki en una sesi¨®n de la Academia de Marruecos en 1990, apoyado en nuevos instrumentos financieros, con una jerarqu¨ªa en los dominios de intervenci¨®n encabezada por la promoci¨®n del empleo y de nuevos actores empresariales en plena privatizaci¨®n del pa¨ªs.
En 1995, la conferencia de Barcelona, a la que Marruecos se incorpor¨® en el ¨²ltimo momento para sacar algo m¨¢s en la negociaci¨®n pesquera y en la renegociaci¨®n de su acuerdo con Europa, concret¨® la creaci¨®n de un espacio euromediterr¨¢neo que habr¨ªa de servir no s¨®lo de patio trasero para Europa, sino de ¨¢mbito en el que se fueran extendiendo los valores democr¨¢ticos y el modo de vida europeo. Pero el proceso iniciado en Barcelona, bloqueado por problemas como el palestino-israel¨ª y la resistencia de los reg¨ªmenes ¨¢rabes al cambio, qued¨® sobre todo postergado por la expansi¨®n hacia el Este de la Uni¨®n Europea. La "nueva pol¨ªtica de vecindad" y sus planes de acci¨®n para pa¨ªses concretos, pretendieron compensar ese giro, pero el beneficiario final de todas estas pol¨ªticas, el hombre o la mujer del sur, no termina de percibir sus efectos.
Ahora, la nueva oferta de un estatuto avanzado a Marruecos va un poco m¨¢s all¨¢ de hasta donde hab¨ªan ido sus relaciones con la Comisi¨®n Europea: mejorar la colaboraci¨®n policial y judicial, entrada en algunas agencias comunitarias, generar un espacio econ¨®mico com¨²n que permita una mayor integraci¨®n de la econom¨ªa marroqu¨ª en la de la Uni¨®n Europea. En el horizonte del a?o 2013 se permitir¨¢ incluso que Marruecos se beneficie de los Fondos de Cohesi¨®n. Pero en el libre cambio previsto hay temas siempre espinosos, como la exportaci¨®n de productos de la agricultura (de la que vive casi la mitad de la poblaci¨®n marroqu¨ª) y la libre circulaci¨®n de personas. La autorizaci¨®n de la "presencia temporal en la UE de personas f¨ªsicas con fines profesionales" apenas suena a una pol¨ªtica algo m¨¢s liberal en la usura de visados.
?Son todos estos elementos suficientes para provocar el est¨ªmulo de la sociedad marroqu¨ª, tanto de la ¨¦lite como de la calle, hacia una convergencia real con Europa? ?Lograr¨¢ el estatuto avanzado movilizar a la sociedad civil marroqu¨ª como ocurri¨® en Turqu¨ªa, donde la esperanza estaba en un list¨®n mucho m¨¢s alto, el ingreso en la Uni¨®n Europea?
La "calle" marroqu¨ª, a la que pertenecen los harragas, los llamados inmigrantes ilegales, que son capaces hasta de poner en riesgo sus vidas para "vivir a la europea", querr¨ªa que esa relaci¨®n preferencial, que ese estatuto avanzado se tradujera en seguridad social para todos, salarios dignos, posibilidad de ascenso en la escala social sin tener que dar el salto a la otra orilla del Estrecho, calles asfaltadas, acceso universal, tanto en el campo como en la ciudad, al agua corriente y a la red el¨¦ctrica (de los que carecen respectivamente un 40% y casi un 30% de las viviendas), poner fin a la vulnerabilidad del 25% de la poblaci¨®n del pa¨ªs... En fin, cosas con las que se identifica el modo de vida en Europa.
Por su parte, entre la ¨¦lite hay quienes aspiran a acabar con los privilegios abusivos pero tambi¨¦n quienes viven de ellos abusivamente. Y no se ve una apuesta decidida de los que gobiernan para poner coto a las desigualdades notorias o hacer avanzar al pa¨ªs hacia una mayor justicia y democracia.
Llama la atenci¨®n la ceguera de la gran mayor¨ªa de clase pol¨ªtica marroqu¨ª ante los cambios que su pa¨ªs necesita. Aunque el rey Mohamed VI lance en su discurso del 6 de noviembre lo que llama "la din¨¢mica de una regionalizaci¨®n avanzada y gradual para todas las regiones de Marruecos", lo que exigir¨¢ en primer lugar un profundo cambio constitucional, los dirigentes de los principales partidos miran para otro lado y declaran no considerar urgente modificar la Constituci¨®n. Cuando lo que est¨¢ en juego es encontrar una v¨ªa cre¨ªble de soluci¨®n a la gangrena que es el problema del S¨¢hara, inviable sin un cambio radical del texto constitucional con el que choca la iniciativa de autonom¨ªa para la ex colonia espa?ola ofrecida por Marruecos. Se opta, como es habitual, por el camino del statu quo, mientras estallan conflictos en zonas marginadas como Ifni y se apalea a diario a los disidentes saharauis alejando cada vez m¨¢s la perspectiva de una soluci¨®n.
?Es el mejor camino para acelerar esa convergencia que preconiza el estatuto avanzado la complacencia europea ante lo que se califica pomposamente de "valeroso proceso de modernizaci¨®n y democratizaci¨®n de Marruecos"? Surgen las dudas, cuando el pa¨ªs padece las prolongadas ausencias de su monarca, que alg¨²n medio local ha calificado de "humillantes" para una clase pol¨ªtica (derecha, izquierda e islamistas) empe?ada en defender, como lo hac¨ªa Mohamed VI en su entrevista con EL PA?S de 2005, las "especificidades" de su r¨¦gimen y la no convergencia con los modelos de las monarqu¨ªas europeas.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea del Islam en la UAM y miembro del Comit¨¦ Averroes.
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