Despliegue policial para desalojar a un vecino del Raval
Un juzgado ejecuta el desalojo mientras que otro no investiga el 'mobbing'
Dos furgonetas de los Mossos d'Esquadra, agentes de la Guardia Urbana y hasta inspectores de paisano, adem¨¢s de los agentes judiciales, unieron ayer sus fuerzas para desalojar al ¨²ltimo vecino del inmueble del n¨²mero 29 de la calle de Robadors: Manel Gonz¨¢lez, protagonista, sin querer, de uno de los casos que retrata el mobbing que sufre esa zona del barrio del Raval.
Despu¨¦s de una larga batalla jur¨ªdico-legal entre el inquilino y la propiedad -que ha cambiado registralmente de manos no menos de cinco veces-, un juzgado de Barcelona orden¨® por tercera vez el desahucio de la v¨ªctima.
Ahora s¨®lo queda el bar La Alegr¨ªa en los bajos del edificio. Todo lo dem¨¢s est¨¢ tapiado.Desde que se destap¨® el acoso inmobiliario de esa finca del Raval -y otras colindantes, hoy situadas frente a la flamante Illa Robadors- han pasado unos seis a?os. En ese tiempo, el resto de la veintena de inquilinos de ese edificio -la mayor¨ªa gente de edad avanzada con contratos de alquiler indefinidos de renta antigua- se han ido marchando despu¨¦s de sufrir cortes de luz y de agua y de ver c¨®mo el inmueble, cada vez m¨¢s deteriorado, se les ca¨ªa encima.
Los funcionarios cambiaron la cerradura para ejecutar el desalojo
La intervenci¨®n de las administraciones en este caso ha brillado por su ausencia. No intervino el Departamento de Medio Ambiente y Vivienda -al que recurri¨® el afectado- y el Ayuntamiento de Barcelona se limit¨® a multar a la propiedad por deso¨ªr los mandamientos de arreglar los desperfectos del inmueble. La justicia, por su parte, ha tenido sobre la mesa varias demandas que denunciaban el mobbing de Robadors, como la del propio afectado y otra del Ayuntamiento. Una de ellas est¨¢ en el juzgado de instrucci¨®n n¨²mero 12 de Barcelona desde hace m¨¢s de un a?o. En silencio, porque no ha tramitado nada. La actuaci¨®n de la fiscal¨ªa -que en junio pasado anunci¨® a bombo y platillo el nombramiento de un fiscal especial para los casos de mobbing- se ha limitado a pedir unas diligencias, como la "inspecci¨®n ocular de la finca", que a estas alturas ya no tienen sentido.
Mientras, la demanda de desalojo instado por las sociedades propietarias de la finca ha ido avanzando y en ese caso la justicia s¨ª ha realizado todos los tr¨¢mites. El resumen de este caso es el siguiente: Manel era inquilino de la finca cuando fue comprada, en 2001. En la nota registral se anot¨® que estaba libre de arrendatarios. No era verdad. Manel era uno de ellos, desde 1985.
Ejerci¨® su derecho -como inquilino- a la compra del piso y lo gan¨® en primera instancia. Luego, otro tribunal admiti¨® el recurso de la propiedad y dio por finiquitado el contrato de alquiler. A partir de ah¨ª, la propiedad -las sociedades Mancia 2003 y Taravaus 8086, de la familia Barneda Torras- inst¨® su desalojo, algo que, finalmente, orden¨® el juzgado de primera instancia n¨²mero 29. Ayer, en realidad, era la tercera vez que agentes judiciales iban al piso de Manel.
El primer desahucio se suspendi¨® en noviembre de 2007. La segunda orden se intent¨® ejecutar el pasado 1 de diciembre. No se pudo hacer por la presi¨®n de cuatro vecinos y amigos. Ayer fue la tercera, la de la vencida. Aunque, en realidad, no le desalojaron, sino que esperaron a que saliera del inmueble -iba a comprar- y le cambiaron el cerrojo de la puerta de su casa. Cuando regres¨® se encontr¨® con un despliegue policial propio de una redada y con sus cosas amontonadas en bolsas en la porter¨ªa.
El inquilino de Robadors ya hab¨ªa hecho bolsas y paquetes ante la inminencia del desalojo y porque el distrito de Ciutat Vella ya le hab¨ªa dado las llaves de un piso social, tambi¨¦n en el Raval. "No se han dignado ni a esperar que se trasladara al piso", criticaba un miembro de una plataforma antimobbing. En la calle, Manel exig¨ªa que le entregaran a su gata, que se la hab¨ªan llevado unos funcionarios al cambiar la cerradura. Vecinos del barrio, sobre todo la se?ora Flora, que regenta el bar La Alegr¨ªa -en los bajos de la finca- lamentaban el desenlace. "Hace unos cinco o seis meses vino alguien que representaba a la propiedad y nos hizo una oferta de indemnizaci¨®n, pero no estuve de acuerdo porque era una cantidad rid¨ªcula", explicaba en la puerta de su bar. Y, por si acaso, la mujer repet¨ªa: "yo no me ir¨¦ as¨ª como as¨ª".
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