La jornada tiene l¨ªmites
El Parlamento Europeo impone una nueva negociaci¨®n para ampliar las horas de trabajo
El rechazo del Parlamento Europeo a la ampliaci¨®n de la jornada laboral hasta 65 horas semanales, en caso de acuerdo entre empresario y trabajador, tiene una elevada carga simb¨®lica. Con esa decisi¨®n, los parlamentarios est¨¢n transmitiendo el mensaje de que existe un modelo laboral europeo que no debe erosionarse por el hecho de que otros modelos busquen el aumento de la productividad sobre la base de m¨¢s horas trabajadas a cambio de menos salario; y sugiere que el aumento de la rentabilidad en el mercado laboral europeo debe conseguirse por otros medios, sean organizativos o tecnol¨®gicos. Investirse de grandes principios en momentos de graves crisis econ¨®micas y aumento del desempleo no es una posici¨®n muy pragm¨¢tica; pero una vez conseguido el impacto pol¨ªtico que supone negar la semana laboral de 65 horas, queda en pie el hecho de que los Gobiernos tendr¨¢n que negociar con el Parlamento un nuevo texto de la directiva sobre el tiempo de trabajo.
Por tanto, las posiciones radicalmente extremas deben descartarse de inmediato. Tan exageradas son las interpretaciones seg¨²n las cuales se ha acabado con la Directiva de la Esclavitud como las lamentaciones empresariales que se empe?an en denunciar los efectos catastr¨®ficos de la votaci¨®n de ayer, porque "el voto del Parlamento Europeo priva a las empresas de la flexibilidad que necesitan sobre tiempo de trabajo". De hecho, la Euroc¨¢mara ha aprobado una norma que permite aumentar de cuatro a 12 meses el plazo de referencia que se usa para calcular la jornada semanal de 48 horas; de esa manera, ese l¨ªmite podr¨¢ superarse siempre que se compense con otros periodos de menor carga al a?o.
En esa negociaci¨®n pendiente, los Gobiernos y los eurodiputados podr¨¢n ajustar mejor los procedimientos para flexibilizar la jornada laboral. En una fase recesiva que se prev¨¦ aguda y prolongada, las empresas deben tener opciones para mantener la viabilidad del negocio; siempre y cuando, claro est¨¢, esas opciones no se conviertan en un visto bueno universal para ejecutar ajustes de plantilla m¨¢s all¨¢ de lo exigido por la situaci¨®n de la empresa. La proliferaci¨®n de los Expedientes de Regulaci¨®n de Empleo (ERE) en Espa?a con la coartada de la crisis es un buen ejemplo del riesgo latente de excesos en este campo.
El modelo laboral europeo no est¨¢ amenazado por una involuci¨®n de las condiciones laborales, pero no est¨¢ de m¨¢s marcar n¨ªtidamente los l¨ªmites que no se pueden sobrepasar. Una vez fijado el mensaje pol¨ªtico, y sobre el supuesto de que los derechos de los trabajadores deben ser respetados, parece ¨²til, en Europa y en Espa?a, permitir que las empresas y los trabajadores dispongan de un margen de negociaci¨®n superior al actual y no se vean encorsetados hasta la asfixia por convenios firmados en las c¨²pulas empresarial y sindical. El desaf¨ªo es encontrar ese punto de equilibrio.
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