Pop Music
N¨®tese: ap¨®cope de popular music, m¨²sica popular. Y esta ¨²ltima, por su parte, dist¨ªngase cuidadosamente de "m¨²sica folcl¨®rica". El Folclore es caracter¨ªstico de las sociedades tradicionales preindustriales y rurales. La m¨²sica popular es, por el contrario, la banda sonora de la ciudad industrial del siglo XIX, la melanc¨®lica, decadente, grotesca y c¨®mica canci¨®n que acompa?a los avatares de la clase obrera. Se dir¨ªa que durante cien a?os estuvo esperando su momento, en el caf¨¦-concert, en el music hall, en la zarzuela y el vodevil, por una parte, y por otra en los territorios de exclusi¨®n racial en los que se manten¨ªan los esclavos negros llevados de ?frica a Am¨¦rica, cuya infinita tristeza no se hizo del todo melod¨ªa hasta que la emancipaci¨®n arroj¨® a estas poblaciones a una vida errante, breve y brutal, pero tambi¨¦n dispers¨® los garitos de jazz por medio mundo. Condiciones demogr¨¢ficas, econ¨®micas, pol¨ªticas y religiosas peculiares se dieron cita a mediados del siglo XX en Am¨¦rica para que la grabaci¨®n de discos, los nuevos instrumentos el¨¦ctricos, los programas de radio y la gente joven constituyesen la f¨®rmula m¨¢gica de la que naci¨® en 1954 el rock and roll. No habr¨ªa sucedido sin Elvis, pero tampoco sin dos personas como Leiber y Stoller (parece incre¨ªble, pero son autores de temas tan dispares como On Broadway, Stand by me, Kansas City y Trouble o el rock de la c¨¢rcel), que a su vez ficharon a Phil Spector. Tampoco habr¨ªa sucedido sin Bob Dylan, que literalmente invent¨® una nueva manera de cantar que escapaba del folk tradicional, y desde luego lo dem¨¢s lo hicieron los Beatles, que en alg¨²n sentido reun¨ªan en sus biograf¨ªas todas las piezas del puzle y que contaban con dos compositores de la talla de Leiber y Stoller (Lennon y McCartney), que adem¨¢s eran tambi¨¦n dos poderosos cantantes. Durante esta edad de oro de la m¨²sica pop se alcanzaron cotas antes nunca conocidas de creatividad y de experimentalismo, adem¨¢s de producirse lo que podr¨ªamos llamar una extrema arrogancia: seguramente por haber disfrutado de esa m¨ªnima tregua que fue el Estado social y su bienestar penosamente arrancado a los tambores de guerra y a los v¨¦rtigos del mercado, el esp¨ªritu de la m¨²sica pop encontraba rid¨ªculo, absurdo, inicuo y canallesco lo que las dos superpotencias que pose¨ªan el mundo estaban haciendo con ¨¦l; ese respiro permiti¨® por primera vez a algunos hijos de las clases trabajadoras alcanzar la educaci¨®n superior, y durante ¨¦l no solamente se convirtieron en el p¨²blico entusiasta de la m¨²sica pop sino que tambi¨¦n pudieron entrever la posibilidad de una existencia cuyo objetivo no fuera enriquecerse ni imponerse al pr¨®jimo o intentar en vano huir del hambre y del fr¨ªo. Estas condiciones de libertad excepcionales, que afectaron tambi¨¦n con importantes consecuencias a otros territorios est¨¦ticos, acabaron en cuanto lo hizo la d¨¦cada de 1960, y las d¨¦cadas siguientes significaron un retorno al orden y a la seriedad, en donde la m¨²sica popular ha tenido que desarrollarse con un margen muy escaso de libertad con respecto al puro y duro negocio (a ver qui¨¦n es hoy capaz de re¨ªrse de las haza?as b¨¦licas y de las cuentas de resultados); ha ido cambiando, pues, como lo ha hecho la clase obrera posindustrial cuyo himno constituye, y como lo ha hecho la ciudad de la cual es la banda sonora.
Jos¨¦ Luis Pardo (Madrid, 1954) es autor de Esto no es m¨²sica. Introducci¨®n al malestar de la cultura de masas (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores)
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