El otro opio del pueblo
En Europa del Este el opio del pueblo era otra cosa. En Polonia, cuando el 4 de junio de 1989 se celebraron las primeras elecciones libres en medio siglo, el partido comunista, sobre 100 esca?os del Senado y 150 de la C¨¢mara, obtuvo uno, y eso porque no hab¨ªa otro candidato. En Rusia, el partido comunista ha resistido algo mejor, ataviado de nacionalismo, pero no hay quien pare el auge de la ortodoxia, con su exponente en la proliferaci¨®n de publicaciones religiosas.
Cuando el bolchevismo triunf¨® en 1917 hab¨ªa 600 peri¨®dicos de ¨¢mbito ortodoxo, y todos estaban cerrados en 1918. Pero hoy no existen menos de 500 con 10.000 profesionales vinculados a ellos, y 3.500 p¨¢ginas web. Cuando falleci¨® recientemente el patriarca de la Iglesia ortodoxa, Alexis II, el funeral llen¨® la televisi¨®n oficial un d¨ªa entero y la raci¨®n de documentales en d¨ªas siguientes pod¨ªa rivalizar con la m¨¢s extensa cobertura de la Semana Santa en tiempos del franquismo.
Y no se trata de una prensa complaciente con el poder. La miniguerra entre Rusia y Georgia fue considerada una tragedia que nunca debi¨® suceder, m¨¢s que un evento patri¨®tico.
Tampoco esas publicaciones son siempre austeras hojas diocesanas, sino que abundan en colorines propios de la prensa del coraz¨®n. La m¨¢s destacada de todas ellas, Foma, que toma su nombre del ap¨®stol Tom¨¢s, el que quer¨ªa tocar para creer, adopta una posici¨®n de respeto ante el escepticismo religioso. Y goza de una tirada de 30.000 ejemplares, un presupuesto de 80.000 euros mensuales, 30 periodistas, una web y un programa de radio.
Hoy est¨¢ de moda tener alg¨²n tipo de relaci¨®n con el hecho religioso, y as¨ª artistas y personalidades p¨²blicas -el propio primer ministro, Vlad¨ªmir Putin- presumen de asistencia al culto, tienen iconos a domicilio y visitan famosos monasterios que ilustran la historia de la Santa Rusia.
La Iglesia ortodoxa, que ya santific¨® la Gran Guerra Patria (1941-1945) contra Hitler, se afana ahora en promover el culto de los miles de ciudadanos inmolados por el estalinismo, a los que ha canonizado haciendo horas extraordinarias.
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