Mediterr¨¢neo contra el estr¨¦s
Alguero, al noreste de la isla de Cerde?a, ofrece playas limpias, torres y murallas sorprendentes y templos para so?ar con el mar
Cerde?a es una tierra adusta, sobria, de aire rudo, pero tiene fama, sin embargo, de todo lo contrario: de excelencia y de refinamiento. De isla aristocr¨¢tica. Contribuye a ello, sin duda, el lustre encopetado de la Costa Esmeralda, en el noreste de la isla, donde tienen mansiones o pasan temporadas veraniegas Tom Cruise, Denzel Washington o el mism¨ªsimo Berlusconi, y donde, seg¨²n cuentan quienes pueden permit¨ªrselo, est¨¢ ubicado el para¨ªso terrenal. Alguero, en la costa opuesta, al noroeste de la isla, es m¨¢s humilde: tiene un lejano aire a los paisajes de la Costa Azul francesa, a esas ciudades que encaran el mar con vestimenta veraniega en cualquier ¨¦poca del a?o. Vida plomiza, despaciosa, un poco aturdida por la calma. Incluso el traj¨ªn de los meses m¨¢s bulliciosos, cuando la gente abarrota las calles y las terrazas, parece apacible. Alguero, seg¨²n los lugare?os, es un lugar distinto del resto de Cerde?a. No lo dicen con vanagloria ni con pesar, sino con indiferencia.
El n¨²cleo monumental de Alguero, su ciudad vieja, tiene en el mapa forma de for¨²nculo. Es una peque?a inflamaci¨®n de la costa, un saliente desde el que es posible avistar el mar en todas las direcciones y otear, hacia el norte y hacia el sur, el litoral. La muralla que proteg¨ªa a la ciudad de ataques mar¨ªtimos se conserva en magn¨ªfico estado, y se conservan tambi¨¦n, encastradas en ella, las torres de avistamiento desde las que los alguereses escudri?aban el horizonte. Estas torres, con una u otra forma, de planta circular u octogonal, recorren toda la costa sarda, pues, adem¨¢s de usarse para el avistamiento de barcos o de enemigos, serv¨ªan como punto de comunicaci¨®n: de una a otra, como postas, se iban pasando mensajes mediante juegos de espejos o fogatas.
Desde la torre de Sulis hasta la de la Maddalena, en los dos extremos de la muralla que cerca el Alguero medieval, no hay coches. El paseo mar¨ªtimo se convierte aqu¨ª en un pasaje peatonal que bordea las murallas -los bastioni- o se alza sobre ellas. A un lado puede verse el mar azuleando con bravura en las rocas. Al otro, los tejados de la ciudad, los patios ajardinados de algunas villas, las fachadas de piedra vieja de las casas centenarias.
Alguero perteneci¨® a la Corona de Arag¨®n desde el siglo XIV hasta principios del XVIII, y de ese antiguo dominio pol¨ªtico quedan restos bien visibles en sus calles, que, empedradas y estrechas, son un buen espejo de la arquitectura catalana de la ¨¦poca. En la plaza C¨ªvica, donde se alza el ayuntamiento, se encuentra uno de los palacios m¨¢s hermosos de la ciudad, el Palazzo Civico, que tiene el rostro inequ¨ªvoco del g¨®tico catal¨¢n. En sus bajos est¨¢ la Joyer¨ªa Marogna, donde el visitante puede admirar -y comprar- algunas de las mejores piezas labradas con el coral rojo que los buceadores recogen en los fondos submarinos cercanos.
Dios siempre merece una visita en los recorridos tur¨ªsticos. En la Alguero vieja hay cinco iglesias: la del Carmelo, la de la Misericordia, la de San Michele, la de San Francesco, que tiene un peque?o claustro, y la catedral de Santa Mar¨ªa. La catedral, levantada y reconstruida en distintas fases, como suele ser habitual, tiene un aspecto exageradamente desfigurado: una sobria edificaci¨®n g¨®tica, un p¨®rtico neocl¨¢sico y un interior barroco. Ninguno de los templos vale por s¨ª solo una misa, pero su salpicadura por las calles resulta sugestiva.
Dos comensales por mesa
A un costado de este n¨²cleo hist¨®rico de Alguero est¨¢ su puerto deportivo, que luce lleno de m¨¢stiles y le da a la ciudad una fisonom¨ªa m¨¢s mundana. En sus vecindades hay caf¨¦s y restaurantes que sacan a la calle sus terrazas cuando el clima lo permite. Algunos de ellos, con un enfoque comercial extra?o: el restaurante Mirador, que ofrece a sus clientes comer sobre las murallas, con unas magn¨ªficas vistas al mar, s¨®lo permite dos comensales por mesa: no son bienvenidos ni solitarios ni promiscuos. Sea en uno u otro lado, el visitante que quiera echar un bocado en Alguero deber¨¢ ser cuidadoso con los horarios, pues, a pesar de las ambiciones tur¨ªsticas de la ciudad, los locales bajan el cierre con demasiada diligencia y dejan en ayunas al viajero retrasado.
En Alguero hay dos playas. Una, la de San Giovanni, comienza en el borde del puerto y se extiende hacia el norte, larga y aseada. La otra, la de Maria Pia, est¨¢ a continuaci¨®n. All¨ª la ciudad empieza a desaparecer y la playa se esconde de la vista detr¨¢s de unos pinares. Es un paisaje que puede verse ya en pocas costas europeas, devastadas por la edificaci¨®n, de modo que su aspecto antiguo lo vuelve m¨¢s rom¨¢ntico. Las playas, adem¨¢s, como casi todas las de Cerde?a, son extraordinarias: arena suave y limpia, agua de tonalidades verdosas y turquesas. Queda todav¨ªa un hilo de salvajismo en ellas que las engrandece.
No es posible terminar la visita a Alguero sin ir al cabo Caccia, que se encuentra a 25 kil¨®metros de la ciudad. El cabo Caccia es uno de esos parajes fragosos que todav¨ªa abundan tambi¨¦n en las costas mediterr¨¢neas de las Baleares o de C¨®rcega: farallones inh¨®spitos, rompientes sin domesticar, ensenadas enriscadas. Desde all¨ª, a lo lejos, podr¨ªa verse Alguero. S¨®lo se ve, al parecer, en d¨ªas muy claros. Lo que se ve siempre, sin embargo, es el mar bell¨ªsimo, trasl¨²cido. Indescifrable.
? Luisg¨¦ Mart¨ªn es autor de la novela Los amores confiados (Alfaguara).Datos b¨¢sicos
? Prefijo telef¨®nico: 00 39.
C¨®mo ir
? Ryanair (www.ryanair.com) vuela a diario desde Girona a Alguero, desde 20 euros, todo incluido. Compa?¨ªas espa?olas como Iberia (www.iberia.com; 902 400 500) tambi¨¦n ofrecen vuelos a la capital de la isla, Cagliari, todos los fines de semana desde Madrid con escala en Barcelona, a partir de 129 euros m¨¢s 32 euros de gastos de emisi¨®n. Desde Barcelona, a partir de 104 euros.
Informaci¨®n
? Turismo de Cerde?a (www.sardegnaturismo.it).
? Alguero (www.comune.alghero.ss.it)
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