El ocaso del alquimista
Eran empresarios an¨®nimos. Ten¨ªan buenos contactos pol¨ªticos y disfrutaban de jugosas ganancias. La ambici¨®n de poder econ¨®mico les perdi¨®. Salieron de compras por el mundo. Hoy son la cara de la bancarrota del sector inmobiliario espa?ol
Enrique Ba?uelos (Sagunto, 1966) apareci¨® en el mercado como un nuevo alquimista. Alguna raz¨®n ten¨ªa de su parte: conoc¨ªa la f¨®rmula para convertir un solar de terreno bald¨ªo en una mina de oro. En ning¨²n sitio como en Espa?a la suma de dinero barato, legislaci¨®n sin restricciones y bonanza econ¨®mica pod¨ªan originar que el valor de una hect¨¢rea de tierra improductiva alcanzara el nivel de una piedra preciosa. Eso sucedi¨® a primeros de siglo y, como consecuencia de ello, naci¨® una generaci¨®n de emprendedores an¨®nimos que, llegado el momento, sali¨® a la superficie dispuesta a comerse el mundo. Ba?uelos fue uno de ellos. Joven. Amable en el trato. Extrovertido. Y un depredador cuando pisaba la alfombra roja del mundo de las finanzas: "A m¨ª me dejan desnudo en Central Park y en 24 horas estoy pase¨¢ndome por la Quinta Avenida en una limusina".
"T¨² me dejas desnudo en Central Park y en 24 horas estoy paseando con una limusina por la Quinta Avenida"
Ba?uelos es hoy una de las bajas identificadas del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, un derrumbe sin precedentes que ha protagonizado las suspensiones de pagos m¨¢s cuantiosas de la historia de Espa?a. Astroc, su empresa, la madre de un proyecto de inmobiliaria internacional que ofreci¨® por medio mundo, ha desaparecido del mercado de valores. Su cotizaci¨®n lleg¨® a multiplicarse por 1.000 en apenas un a?o. Como ¨¦l, otros empresarios han experimentado el mismo ciclo: ascensi¨®n a las alturas y ca¨ªda en picado. Abandonaron su anonimato y se abrazaron a la tentaci¨®n del poder econ¨®mico. Cada uno a su estilo, no midieron su ambici¨®n. La ca¨ªda del imperio del ladrillo amenaza un sector que representaba el 2,5% del PIB espa?ol.
La biograf¨ªa de Ba?uelos comenz¨® a rodar a demasiadas revoluciones a partir del a?o 2006. De ser un desconocido pas¨® a formar parte del selecto club de los 100 hombres m¨¢s ricos del planeta, seg¨²n la revista Forbes. Con raz¨®n afirmaba Ba?uelos que para ¨¦l "un a?o dura tres meses". "No me encari?o con las cosas", afirmaba. Compraba empresas y vend¨ªa nuevos proyectos en cualquier parte del mundo. Necesitaba m¨¢s espacio. Dej¨® Valencia, se traslad¨® a Madrid, luego a Nueva York, en pleno Manhattan, donde quer¨ªa hacer realidad uno de sus proyectos -las Spanish Towers-, unos rascacielos donde podr¨ªan instalar sus sedes sociales en Estados Unidos las principales empresas espa?olas. Adquiri¨® un jet privado, el mismo Falcon 900 que usaban los grandes patronos de la econom¨ªa espa?ola. Pero no quer¨ªa ser un igual, quer¨ªa diferenciarse, as¨ª que adquiri¨® un modelo con una caracter¨ªstica de la que carec¨ªan los otros: el jet de Ba?uelos dispon¨ªa de detector antimisiles. O as¨ª lo afirmaba.
Ba?uelos no era el ¨²nico caso de s¨²bita irrupci¨®n en el mercado inmobiliario. Estaba Luis Portillo (Sevilla, 1962). Si Ba?uelos hab¨ªa hecho dinero en el entorno de la Comunidad Valenciana sacando partido de la figura del agente urbanizador (una novedad en la ley urban¨ªstica que permit¨ªa convertir en urbanizable un suelo r¨²stico con la simple presentaci¨®n de un proyecto inmobiliario), Portillo era el exponente de la explosi¨®n urban¨ªstica andaluza. De origen m¨¢s humilde, hijo de alba?il, Portillo hizo dinero con las reformas de inmuebles y, m¨¢s tarde, con la expansi¨®n de la localidad de Dos Hermanas, en el cintur¨®n de Sevilla. Ambos hicieron mucho dinero bajo el amparo de sus contactos pol¨ªticos y la complicidad de las cajas de ahorros locales. Pero hubo un momento en el que tanto Valencia como Andaluc¨ªa se les quedaron peque?as. Y dieron un salto m¨¢s: dejaron el anonimato y se fueron de compras por el mundo.
Portillo hab¨ªa empezado antes que Ba?uelos, entre otras cosas porque su patrimonio era mucho m¨¢s s¨®lido. Tras un primer asalto a la constructora Metrovacesa, despu¨¦s de adquirir participaciones en el Santander y el BBVA, compr¨® la inmobiliaria Inmocaral, donde comparti¨® accionariado con algunos de los grandes apellidos del establishment nacional, l¨¦ase Alicia Koplowitz, Amancio Ortega o Joaqu¨ªn Rivero. Luis Portillo es un hombre sin formaci¨®n, con serias dificultades para expresarse correctamente en p¨²blico, pero a quien se le reconoc¨ªa una extraordinaria inteligencia natural para moverse en el mundo del urbanismo. Despu¨¦s de la compra de Inmocaral y una posterior OPA a Colonial, una constructora tres veces m¨¢s grande que la suya, Portillo hab¨ªa traspasado ya la barrera de su entorno natural. De la licencia de obras al mundo de las finanzas hay un abismo.
Ya no era un personaje an¨®nimo, ya no se mov¨ªa sigilosamente entre pol¨ªticos y banqueros locales, ahora estaba expuesto a la luz: sus empresas cotizaban en Bolsa y, como Ba?uelos, sus proyectos traspasaban fronteras. Portillo comenz¨® a ser un hombre de excesos. Entre su patrimonio figura una propiedad que llama la atenci¨®n, un colegio. Todas las fuentes consultadas para este reportaje ofrecen la misma versi¨®n de aquella adquisici¨®n. Las diferencias entre la direcci¨®n del colegio y Portillo, relacionadas con los estudios de una de sus hijas, acab¨® con una acci¨®n terminante: Portillo compr¨® el colegio y despidi¨® al director. Pudo haber sucedido algo parecido tiempo despu¨¦s cuando, tras un incidente en un hotel, Portillo quiso saldar el problema con id¨¦ntica actitud y amenaz¨® en p¨²blico: "Esto lo arreglo en un momento: compro el hotel, despido al director y me quedo tan tranquilo".
Ahora Colonial, la joya de su patrimonio, lleva tres meses sin vender un piso y lucha para evitar la suspensi¨®n de pagos. Y Portillo ha perdido la presidencia de la empresa.
"Gestionar como gestionaron estos personajes no tiene ning¨²n misterio", explica un catedr¨¢tico, consultor en el sector, que no autoriza a dar su nombre. "En una ¨¦poca de dinero barato y en un sector sin tarifas reguladas donde pod¨ªan obtenerse m¨¢rgenes extraordinarios, estos empresarios se fueron de compras sin darse cuenta de que caminaban con muletas. Y si pierdes la muleta, te caes. Eso es lo que pas¨®".
Fernando Mart¨ªn era un perfecto desconocido incluso cuando entr¨® a formar parte de la directiva del Real Madrid junto a Florentino P¨¦rez, en julio de 2004. Su papel como vocal fue irrelevante en una junta donde figuraban otros pesos pesados (Abell¨®, Fern¨¢ndez Tapias, Luis del Rivero en aquellos momentos), pero no as¨ª su patrimonio, consolidado sobre todo a la sombra de la expansi¨®n urban¨ªstica de Madrid. De nuevo, las mismas claves: amistad con ediles y amparo de los bancos. De ser un empresario an¨®nimo, aunque muy rico, pas¨® a ser una celebridad moment¨¢nea con su ascenso a la presidencia del Real Madrid. Apenas dur¨® unos meses en el cargo, pero viajar por el mundo representando al Madrid y moverse con guardaespaldas y en primera l¨ªnea de palco cambiaron algunas formas en la conducta de Fernando Mart¨ªn, seg¨²n sus allegados. "Ya no aceptaba cualquier invitaci¨®n, comenz¨® a poner condiciones", explican. Mart¨ªn dio tambi¨¦n un paso adelante y quiso convertir su empresa, Martinsa -una sociedad de estructura familiar donde su mujer trabajaba como responsable de marketing- en algo m¨¢s. Tambi¨¦n sali¨® de compras. Adquiri¨® Fadesa y entr¨® en bolsa. Total, costaba 4.000 millones de euros.
Lo que desconoc¨ªa Fernando Mart¨ªn era que Jos¨¦ Mar¨ªa Castellano, brazo derecho de Amancio Ortega en la irresistible expansi¨®n de Inditex, le hab¨ªa hecho una recomendaci¨®n especial a Manuel Jove, due?o de Fadesa: "Vende". Jove estaba muy afectado por la muerte de su hija, en quien hab¨ªa puesto toda su confianza como heredera del negocio, y sufr¨ªa serios problemas de estructura en una inmobiliaria que ten¨ªa proyectos en marcha tanto en Espa?a como en Europa del Este y el norte de ?frica. El consejo de Castellano, que conoc¨ªa las interioridades de Fadesa, fue muy ¨²til: cuando todos compraban, Jove vendi¨®.
Algunos de los protagonistas de la burbuja inmobiliaria coincidieron en la b¨²squeda del mismo signo de identidad: tener asiento como consejeros en alguno de los dos grandes bancos espa?oles. Fracasaron en el intento. Actualmente, todos ellos est¨¢n en suspensi¨®n de pagos o al borde de ella, mientras Jove ha podido instalarse como un accionista importante del BBVA.
Es curioso c¨®mo colaboradores de Ba?uelos, Portillo o Fernando Mart¨ªn coinciden en calificarles como "personas normales", amables en el trato y correctas con sus empleados, como queriendo separar su perfil humano de su personalidad como empresario. Otros testigos afirman que en el mundo de sus negocios inmobiliarios se conduc¨ªan como tiburones. Pero a¨²n hab¨ªa otro escal¨®n: qu¨¦ personalidad desarrollaron cuando vivieron en la cresta de la ola. De todos los protagonistas del desplome del sector inmobiliario, s¨®lo Luis del Rivero (Murcia, 1950) tiene un perfil menos ondulante: autoritario, prepotente, irascible y ambicioso.
Nadie discute estas caracter¨ªsticas del personaje. Por ello, quiz¨¢, Luis del Rivero, una vez instalado en Sacyr-Vallehermoso, quiso jugar la apuesta m¨¢s alta. Sus amistades no se limitaban a los Gobiernos locales. Picaba en el Gobierno central. Picaba m¨¢s alto. No se fij¨® en inmobiliarias ni en constructoras. Busc¨® el asalto a un banco (BBVA) y, cuando fracas¨®, opt¨® por el sector energ¨¦tico entrando, entre otras empresas, en el capital de Repsol. Ahora, Luis del Rivero necesita vender su participaci¨®n en Repsol para intentar salvar su imperio, en cuya sede central hay una visible diferencia entre las plantas donde se mueve Rivero (que dispone de restaurante y comedor privado) y el resto de las dependencias, conocidas en la casa como la "oficina de Cu¨¦ntame" por su deterioro.
De entre todos estos personajes, el m¨¢s explosivo fue Enrique Ba?uelos. Nadie puede predecir d¨®nde habr¨ªa querido llegar. Si alguien puede representar los extremos de la burbuja es este hombre criado en Sagunto que cay¨® al vac¨ªo tan r¨¢pido como pareci¨® subir al cielo. Porque, a diferencia de sus compa?eros de bancarrota, Enrique Ba?uelos se trabaj¨® una biograf¨ªa como medio para obtener un fin. Ten¨ªa dotes para hablar en p¨²blico. Dotado de una energ¨ªa contagiosa, transmit¨ªa y convenc¨ªa. "Era un fuera de serie", dice todav¨ªa un antiguo colaborador suyo. "En una reuni¨®n de tres horas, ¨¦l era capaz de hablar durante dos horas y 59 minutos y dejar el ¨²ltimo minuto para su interlocutor", coinciden de forma gr¨¢fica varios testigos que han estado presentes en sus reuniones de trabajo. "Dec¨ªa y ejecutaba", explica otro colaborador.
Proyectar una imagen de ¨¦xito fue un empe?o premeditado. Si para darse a conocer en Nueva York fue capaz de organizar una paella para 25.000 comensales en Central Park es porque no hab¨ªa l¨ªmites a su necesidad de ser conocido y reconocido. Pag¨® lo que fuera necesario para estar presente en algunos actos sociales de Nueva York, encontr¨® sitio para formar parte de una delegaci¨®n que acompa?¨® a la visita del Pr¨ªncipe de Asturias a la Casa Blanca. No dud¨® en gastarse un mill¨®n de euros para ser uno m¨¢s de los selectos empresarios espa?oles que invert¨ªan en la Fundaci¨®n Procenic, cuyos fondos se destinaban a la investigaci¨®n cardiovascular dirigida por el cardi¨®logo Valent¨ªn Fuster. Y, tras fundar la Fundaci¨®n Astroc, dedicada al mundo de la cultura, compr¨® un palacete en Madrid como sede. El palacete, sin embargo, ten¨ªa un defecto: estaba situado en el n¨²mero 1 de la calle de L¨®pez de Hoyos. No era una calle con pedigr¨ª, pero nada se le resist¨ªa a Ba?uelos en aquellos tiempos, ni siquiera el callejero de Madrid. As¨ª que, dado que la finca tocaba en un extremo con el paseo de la Castellana, entre dos edificios, los n¨²meros 56 y el 58 de dicha calle, se las ingeni¨® para que el Ayuntamiento le reconociera al inmueble una segunda direcci¨®n: paseo de la Castellana, 56 bis. Ese detalle permit¨ªa a Ba?uelos tener una propiedad en una de las calles m¨¢s conocidas del mundo de los negocios. All¨ª, en la ¨²ltima planta, hizo que le construyeran cuatro apartamentos de lujo, con jacuzzi incluido y seguridad las 24 horas, reservados para sus invitados. "As¨ª hago yo los negocios", explicaba.
Su proyecto cay¨® como un castillo de naipes a partir de abril de 2007. La cotizaci¨®n se desplom¨® a pesar de sus esfuerzos por sostener el valor a fuerza de comprar en el mercado. En unos d¨ªas emple¨® todas sus energ¨ªas, y mucho dinero, para mantener a flote su imperio, pero alguien le traicion¨®. Alguien de los suyos, de quienes compart¨ªan viaje con ¨¦l en el accionariado de Astroc. Alguien vendi¨® dos millones de acciones y tumb¨® irremediablemente a Ba?uelos. ?Una traici¨®n? A cierta altitud, en el mundo de los negocios no se conjuga el verbo traicionar. No se sabe a ciencia cierta qui¨¦n acab¨® con su carrera.
Ninguno de estos personajes ha aceptado una entrevista. Ahora huyen del primer plano de la actualidad. Y han vuelto a cierta normalidad. Ba?uelos fue visto hace unas semanas paseando con su mujer por una c¨¦ntrica calle de Valencia. A Luis Portillo se le ve ahora, con alguna frecuencia, en el AVE Madrid-Sevilla. -
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