Eta, Ridruejo y la buena conciencia
Qu¨¦ m¨¢s se puede decir de unos tipos que le pegan dos tiros por la espalda a un anciano desarmado y sin escolta? A m¨ª, francamente, ya no se me ocurre nada. Pero a Rosa Lluch -hija de Ernest Lluch, asesinado por los mismos que asesinaron a Ignacio Uria, y en parecidas circunstancias- s¨ª se le ocurre. En una entrevista reciente dice: "?No ven los seguidores de ETA que esos pistoleros son una pandilla de cobardes?". Est¨¢ claro que no lo ven, pero la entrevista es admirable; Rosa Luch es admirable. Hay sin embargo un punto en que discrepo de ella. "Esta gente no puede saber lo que hace", dice. "Nadie les ha ense?ado a pensar, o no les han dejado hacerlo". Yo creo que s¨ª saben lo que hacen, y que piensan; otra cosa es que esos pensamientos sean perversos y hayan engendrado un monstruo; otra cosa es que todav¨ªa no entendamos del todo al monstruo. No me parece f¨¢cil entenderlo. Quiz¨¢ s¨®lo alguien que conoce sus entra?as y lo ha alimentado lo entienda del todo y pueda permitirnos entenderlo a los dem¨¢s. Nos har¨ªa un gran favor: entender al monstruo es la primera condici¨®n para acabar con ¨¦l.
Dionisio Ridruejo vuelve a las librer¨ªas: Jordi Gracia edita Escrito en Espa?a, uno de sus libros fundamentales; tambi¨¦n Jordi Gracia publica una biograf¨ªa fundamental: La vida rescatada de Dionisio Ridruejo. Yo no s¨¦ si mucha gente tiene una idea muy clara de qui¨¦n fue este hombre; en mi opini¨®n, es uno de los m¨¢s notables que ha dado Espa?a en el siglo XX. Ridruejo quiso ser poeta, y lo fue, pero su poes¨ªa no hace grande a Ridruejo; tampoco su prosa: lo que hace grande a Ridruejo es el propio Ridruejo. Jovenc¨ªsimo falangista con el cerebro nublado de ideales, durante la guerra, Ridruejo acumul¨® cargos y provey¨® de ideolog¨ªa y de ret¨®rica al franquismo, pero en 1942, cuando lleg¨® la hora de disfrutar los privilegios de la victoria, se apart¨® de Franco, dimiti¨® de todos sus cargos, abandon¨® el poder; no lo hizo porque Franco fuese fascista, sino porque no le parec¨ªa suficientemente fascista. Desterrado aqu¨ª y all¨¢, se convirti¨® en un disidente tolerado del r¨¦gimen, en una oveja descarriada que volver¨ªa al redil. Pero no volvi¨®. Empez¨® a pensar, la nube de los ideales empez¨® a disiparse, empez¨® a comprender que el fascismo era un monstruo, que el franquismo era un monstruo, y obr¨® en consecuencia. En 1956 lo metieron por primera vez en la c¨¢rcel. Para entonces era ya una absoluta extravagancia en la Espa?a de la ¨¦poca: un dem¨®crata; a partir de entonces se consagr¨® casi en exclusiva a dos cosas: la primera, describir desenmascar¨¢ndolos los mecanismos hist¨®ricos e ideol¨®gicos que engendraron el monstruo; la segunda, buscar la forma de acabar con ¨¦l. De Ridruejo no puede decirse que fuera un cobarde, pero lo admirable no fue s¨®lo lo que hizo, sino c¨®mo lo hizo: sin esconder su pasado, reconociendo a cada momento su culpa, sin vanidades ni exhibicionismos, sin re?ir a nadie, sin dar lecciones a nadie, con un esfuerzo encarnizadamente honesto de racionalidad y de lucidez. Lean Escrito en Espa?a: en su d¨ªa poca gente lo hizo, pero, si hay alguien que previ¨® la transici¨®n democr¨¢tica, ¨¦se fue Ridruejo; ahora algunos piensan que la transici¨®n fue un fraude o una nader¨ªa: a finales de los cincuenta, cuando Ridruejo escribi¨® esas p¨¢ginas, era una revoluci¨®n tan descomunal que s¨®lo ¨¦l fue capaz de vislumbrarla. Ridruejo conoc¨ªa muy bien las entra?as del monstruo, porque hab¨ªa ayudado a engendrarlo; de ah¨ª que pudiera describirlo como nadie y ayudar como pocos a entenderlo y a enterrarlo. Todo eso que le debemos.
Quiz¨¢ ETA y alrededores esperan a su Ridruejo. Es verdad que algunos de los que en el pasado estuvieron con ellos y alimentaron el monstruo ahora est¨¢n contra ellos, y que han demostrado coraje. Tambi¨¦n es verdad que algunos han intentado describir los mecanismos que engendraron el monstruo; no estoy seguro de que lo hayan conseguido: en todo caso, el monstruo sigue con vida. Adem¨¢s, hay cosas que ellos hacen y que Ridruejo nunca hizo: gritan mucho, ri?en mucho, dan muchas lecciones, ni siquiera desde?an la soberbia, la petulancia y la coqueter¨ªa. Nuestros padres nos enga?aron, ha dicho alguno. Ridruejo tambi¨¦n hubiera podido decirlo, pero no lo dijo: fue ¨¦l quien se enga?¨® y quien enga?¨®; nadie lo hizo por ¨¦l: carg¨® con su responsabilidad como un hombre. Me temo que ahora algunos no lo hacen; otros ya ni siquiera recuerdan que alimentaron el monstruo, o que estaban encantados con ¨¦l. Rebosan de buena conciencia. Ridruejo no la ten¨ªa; m¨¢s a¨²n: es posible que el motor de todo lo que hizo bien fuera la mala conciencia por todo lo que hizo mal. La mala conciencia es muy mala, pero la buena conciencia todav¨ªa es peor. A algunos, ahora, no les vendr¨ªa mal una dosis de mala conciencia, aunque fuera peque?a. Re?ir¨ªan menos, ser¨ªan m¨¢s humildes, ayu??????da??r¨ªan m¨¢s a entender el monstruo y a terminar con ¨¦l. Les deber¨ªamos m¨¢s cosas de las que les debemos.
Otra cosa es que no entendamos del todo esos pensamientos y no entendamos todav¨ªa del todo al monstruo. Desde luego, no debe de ser f¨¢cil entenderlo. Quiz¨¢ s¨®lo alguien que conoce sus entra?as y lo ha alimentado y ayudado a crearlo lo entiende del todo y podr¨ªa permitirnos entenderlo a los dem¨¢s. Nos har¨ªa un gran favor: entender al monstruo es la primera condici¨®n para acabar con ¨¦l.
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