La soledad de Gaza
Cuando para acceder a Gaza por el paso de Erez, el visitante autorizado se ve obligado a introducirse en las diab¨®licas m¨¢quinas israel¨ªes inquisidoras del cuerpo humano, unas m¨¢quinas no vistas antes en ning¨²n otro sitio, que le zarandean y escudri?an sus entra?as, comprende que se dispone a entrar en uno de los lugares m¨¢s solitarios del planeta. Atravesados puertas y corredores, un inquietante kil¨®metro, largo, a pie, de tierra de nadie, de cascotes y escombros, hace que el extranjero mude la impresi¨®n de la artificiosa frontera f¨ªsica en la certeza psicol¨®gica de hallarse ante un nuevo cap¨ªtulo, uno de los m¨¢s ins¨®litos, de las aberraciones de la historia reciente.
Un muro de hormig¨®n armado, de nueve metros de alto, separa la franja de Gaza de Israel. Es un muro hermano del de Cisjordania, aunque primog¨¦nito, pero que no ha tenido la misma repercusi¨®n jur¨ªdica y medi¨¢tica. Un muro que encierra la mayor densidad de poblaci¨®n por kil¨®metro cuadrado del mundo. Gaza, que ha sido descrita en ocasiones como una gran prisi¨®n al aire libre, est¨¢ condenada a la soledad de todas las prisiones.
La franja palestina, aislada por un muro, es como una gran prisi¨®n al aire libre
Israel bloquea por tierra, mar y aire el tr¨¢nsito de personas y de bienes
Esta dram¨¢tica realidad responde a una deliberada y planificada pol¨ªtica israel¨ª. Nada es casual en Gaza. Detr¨¢s de lo que ven los ojos hay una firme voluntad israel¨ª de acoso militar, institucional y jur¨ªdico. ?Qu¨¦ fue antes: Ham¨¢s o la gallina? La gallina. Veamos por qu¨¦.
En octubre de 2004, el Parlamento de Israel aprob¨® "el plan de desconexi¨®n de Gaza", que en agosto del a?o siguiente llev¨® a cabo unilateralmente. Pretend¨ªa poner fin a un problema demogr¨¢fico insoslayable para la empresa israel¨ª de colonizaci¨®n del territorio: la imposibilidad militar y econ¨®mica de sostener a una poblaci¨®n de 9.000 colonos en un enclave con un mill¨®n y medio de palestinos. Faltaban todav¨ªa varios meses para el triunfo de Ham¨¢s en las elecciones legislativas palestinas de enero de 2006, pero el pron¨®stico era meridiano y allanaba el camino a la estigmatizaci¨®n colectiva. Cuando en junio de 2007 los islamistas dieron un golpe de mano en Gaza y truncaron el Gobierno de ficticia unidad nacional de la Autoridad Nacional Palestina, la comunidad internacional se aprest¨® a endurecer su actitud hacia Ham¨¢s como organizaci¨®n terrorista. Poco importa que su triunfo en las urnas hubiera contado con la escrupulosa supervisi¨®n de observadores internacionales, incluidos algunos diputados espa?oles. La condena hallaba refrendo y con ella se consumaba la desconexi¨®n. Gaza quedaba aislada del mundo: del Israel ocupante, de la madre Palestina y del socorro y la benevolencia internacionales.
El paso siguiente por parte de Israel fue la declaraci¨®n de Gaza como "entidad hostil" el 19 de septiembre de 2007, que le ha servido para desentenderse interna-cionalmente de las obligaciones que, como potencia ocupante, tiene. La poblaci¨®n sufre con ello la paradoja jur¨ªdica de estar a la vez bajo ocupaci¨®n y bajo bloqueo. Las operaciones militares israel¨ªes, que el Gobierno de Israel tan pronto llama de castigo como ofensivas, se han sucedido desde entonces, trufadas de treguas que en absoluto han aliviado el imparable deterioro de la situaci¨®n de la poblaci¨®n. El bloqueo al tr¨¢nsito de personas y bienes de primera necesidad por tierra, mar y aire, castiga en primera instancia al 62% de la poblaci¨®n, que depende directamente del reparto de alimentos y de los servicios b¨¢sicos a cargo de la UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados palestinos. La Organizaci¨®n Internacional del Trabajo, en su memoria de 2007, habla de una "econom¨ªa de estado de sitio", y en la de 2008 constata que el aislamiento casi total de Gaza la ha llevado al borde de la crisis humanitaria. El resultado es lo que Issam Younis, de Al Mezan Center for Human Rights, denomina la "subdesarrollizaci¨®n de Gaza": descalabro de los ¨ªndices de empleo y del PIB, descomposici¨®n del sector p¨²blico, desaparici¨®n de la econom¨ªa productiva, regresi¨®n en los derechos de los trabajadores, debilitamiento institucional y deterioro del tejido social. La mera supervivencia se impone a otras prioridades individuales y colectivas a costa de logros hist¨®ricos de la sociedad palestina, como el pluralismo, la participaci¨®n de las mujeres en la vida p¨²blica, la vitalidad de la cultura de base o los elevados ¨ªndices de educaci¨®n universitaria.
A Ham¨¢s le dieron su triunfo electoral la par¨¢lisis pol¨ªtica y el derrumbe econ¨®mico que culminaron en la Segunda Intifada (2000-2005). Pero sus r¨¦ditos en Gaza los alimenta a diario la pol¨ªtica israel¨ª, con la aquiescencia de Estados Unidos y la estolidez de la Uni¨®n Europea, involucrada en inmensas inversiones econ¨®micas en los Territorios Ocupados pero sin compromiso pol¨ªtico equiparable. Este m¨²ltiple concurso ha convertido a Ham¨¢s en el protagonista de la historia actual de Palestina. Y lo ha hecho hasta el punto de que la principal cr¨ªtica de algunos l¨ªderes hist¨®ricos de la OLP a su triunfo haya sido su af¨¢n por reescribir la historia de la resistencia palestina, como si ¨¦sta hubiera empezado en 1987, cuando coincidiendo con la Primera Intifada se fund¨® Ham¨¢s. Porque los partidos y actores no islamistas minimizan la importancia de la religiosizaci¨®n del espacio p¨²blico, mientras crece su temor a que, una vez m¨¢s, los hechos consumados adquieran naturaleza jur¨ªdica y Gaza se vea amputada del devenir de los Territorios Ocupados, que en el discurso israel¨ª han quedado reducidos a la demediada Cisjordania.
La interiorizaci¨®n del aislamiento y la rutinizaci¨®n del bloqueo no hacen sino asentar la frustraci¨®n entre los gazau¨ªes. El clientelismo, conocido popularmente en Palestina como "cultura de la jaima", se alimenta de este ambiente falto de expectativas y experiencias nuevas. Las iniciativas ciudadanas peligran (son mod¨¦licos los Comit¨¦s de Salud Mental, pioneros en el tratamiento de la violencia de g¨¦nero y que han desarrollado una categor¨ªa propia de empoderamiento civil) y flaquea la actuaci¨®n de las ONGs y las agencias de ayuda humanitaria, que se sienten impelidas a tomar partido entre los actores pol¨ªticos, con el consiguiente deterioro de su actividad y de la imagen general de la cooperaci¨®n.
Pese a todo, la sociedad de Gaza ha desarrollado f¨®rmulas de relaci¨®n con el exterior, procederes abiertos y descentralizados que se sirven de las redes de intercambio que propicia la globalizaci¨®n tecnol¨®gica. Sorprende en Gaza la vitalista actividad de organizaciones independientes en materia de derechos humanos, salud o cultura, con mod¨¦licos sistemas de toma de decisiones colegiada, elaboraci¨®n de un discurso cr¨ªtico y autocr¨ªtico, financiaci¨®n y sustentos locales y colaboraci¨®n en red con otros centros palestinos e internacionales. Estos gazau¨ªes, una mayor¨ªa, insisten en la importancia simb¨®lica y psicol¨®gica de romper el aislamiento, en el valor de los gestos e intercambios que desde Europa abren una grieta en el cerco. Son iniciativas que no deben morir, porque garantizan, entre otras cosas, un futuro lejos de Ham¨¢s, si es esto lo que Europa desea.
Gaza materializa el proyecto israel¨ª para Palestina: dividir y fragmentar el territorio, dividir y fragmentar a su poblaci¨®n, y crear nuevos guetos identitarios que propicien la disoluci¨®n de la unidad hist¨®rica, social, cultural y pol¨ªtica de Palestina. La estrategia es vieja y conocida, pues proviene de la Nakba misma. Seg¨²n el historiador israel¨ª Amnon Raz-Krakotzkin, dos son sus armas principales: negar toda responsabilidad hist¨®rica e inculpar a las v¨ªctimas de su suerte.
Luz G¨®mez Garc¨ªa es profesora de Estudios ?rabes e Isl¨¢micos de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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