"En la guerra, un acto extraordinario deviene normal"
Zeina Abirached (Beirut, 1981) creci¨® creyendo que los disparos de francotiradores eran tiros con que los cazadores abat¨ªan a los p¨¢jaros, o que hab¨ªa vacaciones cada vez que su familia part¨ªa de Beirut (porque se recrudec¨ªan los combates). Eran las mentiras con las que su madre intentaba protegerla de la guerra civil. "Era c¨®mico, tierno, surrealista, ver un coche con bicicletas en la baca atravesar una ciudad destruida y vac¨ªa", dice en Madrid, donde ha presentado el c¨®mic El juego de las golondrinas (Sins Entido).
Sus vi?etas est¨¢n llenas de situaciones as¨ª. Retrata las vivencias cotidianas de la guerra que de 1975 a 1990 desangr¨® L¨ªbano, vistas por dos ni?os. "En una guerra, una situaci¨®n extraordinaria deviene normal. Y cada acto banal se convierte en un acto de resistencia", explica, mientras pasa revista a los otros personajes del libro: una antigua Miss L¨ªbano, toda coqueta ella; una parejita de reci¨¦n casados, el se?or Ernest, profesor de franc¨¦s que recita fragmentos del Cyrano todo el rato..., o la se?ora Anhala y su receta de sfouf, un bizcocho de c¨²rcuma. "Todos los personajes son reales", dice. Mientras habla, el desayuno espera pacientemente sobre la mesa.
La autora libanesa creci¨® creyendo que iba de vacaciones al huir del conflicto
El juego de las golondrinas es un trabajo de memoria en torno a su ciudad, "una ciudad excesiva en lo bueno y en lo malo". "Un d¨ªa, en 2002, me acord¨¦ del muro donde de peque?a pensaba que terminaba la ciudad [la l¨ªnea verde], y sent¨ª urgencia de contar una historia. Lo hice en forma de c¨®mic, porque para m¨ª primero es la imagen y luego la palabra. No estaba previsto que fuera un c¨®mic, pero sali¨® un c¨®mic". Y r¨ªe.
Zeina Abirached estudi¨® Bellas Artes en Beirut y animaci¨®n en Par¨ªs, donde reside. Biling¨¹e desde peque?a, mam¨® de la estupenda biblioteca familiar, "llena de autores francobelgas". Confiesa su veneraci¨®n por Herg¨¦, el padre de Tint¨ªn, as¨ª como por las novelas de Perec o Queneau. Pero lo latino tambi¨¦n le tira: "Me gusta mucho Almod¨®var. Tambi¨¦n I?¨¢rritu [cineasta mexicano] y Lhasa [cantante de origen mexicano]. Lhasa lleg¨® a adaptar una canci¨®n de Fayruz [m¨ªtica cantante libanesa], f¨ªjate", r¨ªe subrayando la osad¨ªa, y recuerda que su abuelo fue productor de Fayruz, y que ¨¦sta, c¨®mo no, forma parte de su educaci¨®n musical (y sentimental), "pero tambi¨¦n los Beatles, o las pel¨ªculas de Jacques Tati o Emir Kusturica. Viendo Underground, de este ¨²ltimo, me di cuenta de lo parecidas que son las guerras en todas partes. Hay cosas universales", asegura, con tanta luz en los ojos que nadie dir¨ªa que est¨¢ hablando de una guerra atroz. O de todas ellas.
S¨®lo tras la charla, Zeina repara en el cuenco de frutas tropicales con miel y granola, y picotea con inter¨¦s, apura el zumo o se sirve leche. Locuaz y simp¨¢tica, sacude a menudo su melena frondosa, muy parecida a la de la protagonista de su corto de animaci¨®n Cordero: una chica con tanto pelo que le esculpen a tijeretazos la figura de un cordero en la cabeza, como si fuera un seto versallesco.
Al despedirse, coge un boli y traza, en vez de una dedicatoria, un divertido dibujo. Podr¨ªa parecer que todo est¨¢ dicho, pero ella, c¨®mplice, recuerda: "Lo esencial en un c¨®mic sucede en el blanco entre las vi?etas". ?S¨®lo en los c¨®mics?
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