Jueces: la insidia del "corporativismo"
No hay etiqueta m¨¢s gastada que la de "corporativismo" para descalificar actitudes de procedencia judicial de las que se discrepa. Conozco, en cambio, modalidades de corporativismo, como el de grupo pol¨ªtico, que gozan del impagable privilegio de la invisibilidad. Por algo ser¨¢. Dir¨¦ tambi¨¦n que reducir lo que est¨¢ pasando en medios judiciales a mero s¨ªntoma de cerrada fijaci¨®n en s¨®rdidos intereses personales, de quienes s¨®lo buscar¨ªan eludir su responsabilidad, es, antes que un error culpable, una miope estupidez.
La situaci¨®n de la Administraci¨®n de justicia es gravemente cr¨ªtica, por la acumulaci¨®n progresiva de diversos factores. Entre ¨¦stos, una correlaci¨®n de necesidades y medios de ejemplar desequilibrio. Con end¨¦mica tendencia a potenciarse, merced al socorrido recurso de ampliar la respuesta judicial con un mero "tirar de BOE". A lo que ahora se sumar¨¢n las secuelas de conflictividad producto de la crisis.
Los medios prestar¨ªan un gran servicio informando de la deficiente dotaci¨®n de la justicia
Preside semejante estado de cosas la cr¨®nica ineficiencia de la gesti¨®n ministerial, de la que es buena muestra una oficina judicial en la que toda disfuncionalidad tiene su asiento. Con -?todav¨ªa!- su decimon¨®nica definici¨®n de roles y elevad¨ªsimos ¨ªndices de interinidad del personal. Por no hablar, en el orden penal, de la probada incapacidad para promover con eficacia reformas procesales urgentes; mientras el C¨®digo sufre un compulsivo reformismo de oportunidad marcado por la improvisaci¨®n y la desatenci¨®n a las consecuencias.
Sobre el medio judicial pesa, adem¨¢s, la escandalosa incapacidad de las fuerzas pol¨ªtica para pactar en serio medidas legales imprescindibles, que demandan acuerdos solventes cuyo desarrollo, que no cabe en una legislatura, tendr¨ªa que ser inmune a la odiosa sinraz¨®n del electoralismo.
Recordar¨¦ tambi¨¦n que el marco judicial est¨¢ asolado, desde hace m¨¢s de veinte a?os, por la pat¨¦tica deriva, par¨¢lisis a veces, del Consejo. Grav¨ªsimo fen¨®meno de causa pol¨ªtica y efectos perversos en todo el sector y su cuenta de resultados.
Un contexto tan atormentado por la superposici¨®n de elementos inductores de caos, es el caldo de cultivo ideal de intolerables faltas de profesionalidad, que las hay y no siempre encuentran sanci¨®n eficaz. Pero es tambi¨¦n el incre¨ªble espacio donde gran n¨²mero de jueces honestos derrocha esfuerzos no retribuidos, e incontables horas de vida privada. Sin m¨¢s raz¨®n que su respeto por los valores en juego y un grado de autoexigencia que, en much¨ªsimas ocasiones, carecer¨¢ de apreciaci¨®n en la pol¨ªtica de nombramientos; tan permeable, en cambio, al juego de oscuras influencias. Y hay que hablar, por ejemplo, de horarios interminables de trabajo sumamente delicado, realizado bajo la presi¨®n que supone el peso creciente de la estad¨ªstica y la gravedad de los asuntos, sobrevolados, con harta frecuencia, por presiones diversas. Y por la atenci¨®n, a veces arbitraria, de los media; que, por cierto, prestar¨ªan un gran servicio informando, con rigor y en concreto, de la deficient¨ªsima dotaci¨®n de muchos ¨®rganos judiciales, aunque no venda.
Que tal sea la forma natural de ejercicio de la jurisdicci¨®n era algo asumido. Pero ocurre que ya no se trata, s¨®lo, de trabajar m¨¢s de lo razonable y en condiciones precarias. Tambi¨¦n hay que afrontar el riesgo de que, dado alg¨²n incumplimiento, no importar¨¢ que la carga de trabajo sea materialmente inabarcable, ni cu¨¢les las condiciones en que el mismo se presta. Sobre todo, ahora que -?a su edad!- algunos eminentes juristas del Gobierno han descubierto la responsabilidad objetiva por el resultado... incluso de acciones ajenas de dif¨ªcil previsi¨®n. Y lo rentable que resulta desviar la atenci¨®n popular de lo que, en buena medida, son efectos -¨¦stos bien previsibles- de la infradotaci¨®n y la penosa gesti¨®n de los recursos.
El momento es muy delicado, incluso l¨ªmite, y ser¨ªa suicida desatender la gravedad de la situaci¨®n, que responde a causas estructurales y exige respuestas en este mismo plano; del que surge la desaz¨®n que hace pensar incluso en el recurso a la huelga. Algo nada descabellado en principio, porque el juez, que, es verdad, ejerce poder, tiene un estatuto funcionarial. No como, por ejemplo, el parlamentario, que, adem¨¢s, no sabr¨ªa frente a qui¨¦n hacerla: pues decide sobre su propia carga de trabajo, su sueldo, sus dietas y su pensi¨®n; y, por lo que se sabe, que es poco, no se trata tan mal.
Con todo, entiendo que la huelga es un medio ¨²ltimo -jur¨ªdicamente defendible y con antecedentes de ejercicio en pa¨ªses del entorno- que, salvo casos extremos (as¨ª el de Italia, por el berlusconiano proyecto de demolici¨®n del modelo constitucional de justicia), deber¨ªa excluirse de ¨¢mbitos p¨²blicos como ¨¦ste que tienen encomendados intereses tan sensibles. Al respecto, encuentro m¨¢s pertinente un esfuerzo por explicar bien lo que pasa, la legitimidad del recurso a la misma y que estar¨ªa justificada si faltase el compromiso pol¨ªtico que se necesita. Pero que, no obstante, se renuncia, responsablemente, a su uso pensando en el justiciable de a pie.
Perfecto Andr¨¦s Ib¨¢?ez es magistrado.
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