362 d¨ªas para el cotill¨®n
Ya est¨¢. Estamos estrenando a?o nuevo. Siempre esperas que este ser¨¢ el bueno, que este a?o te caer¨¢ el polvo m¨¢gico y podr¨¢s vivir la vida que te gustar¨ªa, que te querr¨¢n como a una reina, no sabr¨¢s lo que quiere decir la palabra m¨¦dico y todo te har¨¢ una gracia desternillante. Aunque este a?o en el que entramos no parece pintar as¨ª. Est¨¢ la supermegacrisis, las elecciones, y los 362 d¨ªas que nos quedan hasta el pr¨®ximo cotill¨®n parece que vienen grises. Encima, existe la creencia de que estos doce primeros d¨ªas del a?o son como las t¨¦mporas y te indican c¨®mo ser¨¢n los 12 meses por delante; en fin, si as¨ª fuera, habr¨ªa algunos a?os que no merecer¨ªa ni vivirlos.
Me acuerdo de un principio de a?o que est¨¢bamos de gira con una obra de teatro y, claro, tanto kil¨®metro arriba y tanto abajo me dio un sartenazo en la espalda que me dej¨® doblada y sin poder dar ni medio paso. Llegamos a un pueblo perdido y pregunt¨¦ al del hotel si conoc¨ªa alg¨²n masajista, y no quiero ni imaginarme lo que se pens¨® aquel buen se?or. Asustado, me dijo que ¨¦l "de eso no ten¨ªa ni idea". Nada. Me tir¨¦ a las p¨¢ginas amarillas y como eran fechas raras nadie me cog¨ªa el tel¨¦fono, hasta que por fin, me respondi¨® un se?or con acento extranjero y hablar susurrante que ten¨ªa el chiringuito a 35 minutos en autob¨²s (?horror!). Mi dolor de espalda y la perspectiva de tener que hacer la funci¨®n no me dej¨® elecci¨®n. Cog¨ª un autob¨²s despoblado que me escupi¨® en medio de una carretera en obras.
All¨ª estaba, sola, con un edificio de planta baja enfrente que en vez de un local de masaje parec¨ªa... lo que no quer¨ªa ni imaginarme. Llam¨¦ al timbre y me sali¨® un se?or corpulento que me hizo pasar. No me dio tiempo ni a dudar, porque nada m¨¢s dar un par de pasos cerr¨® tras de m¨ª la puerta con pestillo. Ah¨ª empec¨¦ a inquietarme. ?D¨®nde me estoy metiendo? Menudo agobio. Me hizo pasar a un cuartucho sin ventanas y a medio oscuras, con una m¨²sica relajante y con incienso como para marearte. Lo ¨²nico que pensaba era qu¨¦ pu?etas hago yo aqu¨ª. Y de golpe me solt¨® un "qu¨ªtate la ropa". Me sali¨® un "?toda?" con una cara de imb¨¦cil f¨¢cil de imaginar. "S¨ª, claro", respondi¨® ¨¦l con una media sonrisa rara. All¨ª estaba, desnuda, tumbada en una camilla, r¨ªgida como un tabl¨®n, intentando darle pena a un tipo con pinta de gorila, que hac¨ªa unos ruidos rar¨ªsimos mientras me manoseaba. Lo ¨²nico que acertaba a decirle era que "ya est¨¢", que estaba mucho mejor. In¨²til. ?l segu¨ªa y segu¨ªa todo afanoso, mientras sudaba y sudaba. Repas¨¦ mi vida, lament¨¦ no haberle dicho a nadie d¨®nde estaba y llegu¨¦ a la conclusi¨®n que ya no iba a salir viva de all¨ª. Un horror. Por fin, y en contra de todo pron¨®stico, sal¨ª viva y corriendo, aunque no por el efecto del masaje sino por el miedo que pas¨¦.
Haber empezado as¨ª el a?o era un mal augurio, pero qu¨¦ va, fue un buen a?o. Por lo menos estoy aqu¨ª para contarlo.
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