Seguimos la pista a los Reyes Magos
Son unos de los personajes m¨¢s misteriosos de la Biblia y su existencia se desliza a trav¨¦s de unas escasas l¨ªneas, dignas de una pel¨ªcula de suspense. Los Reyes Magos de Oriente acudieron al rey Herodes atra¨ªdos aparentemente por culpa de una estrella colgada en el cielo. De acuerdo con Mateo, Herodes les interrog¨® "sobre los tiempos de la aparici¨®n de la estrella". Les conmin¨® a encontrar al Ni?o y a informarle de su emplazamiento exacto. Ellos encontraron a Jes¨²s, le ofrecieron "oro, incienso y mirra", y, advertidos en sue?os de las intenciones de Herodes para destruir al peque?o, retornaron a su tierra "por otro camino". En la Biblia no se cita ni una sola vez que eran reyes, ni se mienta su n¨²mero. No sabemos si eran hombres o mujeres. Ni siquiera tenemos la m¨¢s m¨ªnima pista acerca de sus nombres. ?Existieron realmente? ?De d¨®nde ven¨ªan?
"La referencia que hay en los evangelios sobre los Magos es simb¨®lica, y tiene una finalidad puramente narrativa", asegura Juan Pedro Monferrer, profesor del departamento de Estudios Isl¨¢micos y sem¨ªticos de la Universidad de C¨®rdoba. "Los nombres que hoy conocemos no aparecen hasta el siglo VIII", asegura Monferrer. En la cr¨®nica Excerpta latina barbari, los vemos plasmados sobre tinta: "En el tiempo del reinado de Augusto, el 1 de enero, los Magos le trajeron regalos y le adoraron. Los nombres de los Magos eran Bithisarea, Melichior y Gathaspa [Baltasar, Melchor y Gaspar]".
La investigaci¨®n de los textos religiosos permite sin embargo escarbar en un pasado lleno de secretos, pistas, sorprendentes posibilidades y contradicciones. Por ejemplo, ?hubo m¨¢s de tres Magos? Las tradiciones antiguas sugieren que pudieron existir hasta doce. "Once pr¨ªncipes y un rey", nos dice John A. Tvedtnes, antrop¨®logo y experto ling¨¹ista en estudios hebreos y de Oriente Medio. Tvedtnes adelanta algunas de las conclusiones de su ¨²ltimo libro, The First Noel: The Origin and Evolution of Christmas, sobre la historia de la Navidad: "De acuerdo con registros persas, eran pr¨ªncipes que llevaban un ej¨¦rcito de hasta ocho mil, cuando llegaron a Callinice, que es Raqah (el actual Om¨¢n), y se enteraron de que una gran hambruna reinaba en Judea. Los pr¨ªncipes dejaron a la mayor¨ªa de sus hombres y acudieron a Bel¨¦n con un millar de hombres para hacer sus ofrendas". "Fue el papa Leo el Grande (entre los a?os 440 y 464 despu¨¦s de Cristo) el que populariz¨® la idea de tres Magos", escribe este experto bas¨¢ndose en los tres regalos tan caros que trajeron -oro, incienso y mirra-.
Los mitos sobre la primera Navidad abundan, pero no sabemos siquiera si los Magos usaron camellos o alg¨²n tipo de animal para el transporte. Ni siquiera estamos seguros de que fueran reyes. La primera traducci¨®n al ingl¨¦s del Nuevo Testamento se llev¨® a cabo en 1382 por John Wickliffe, un te¨®logo y reformista nacido en Lutterworth que interpret¨® el t¨¦rmino griego magoi como kyngis, reyes. Mateo se refiere a ellos como "magos"; un t¨¦rmino griego, magoi, que es el nombre de una tribu parta de origen persa. Pero el desacuerdo geogr¨¢fico sobre su procedencia es amplio y diverso.
El monje carmelita Juan de Hildesheim s¨ª "aporta" en el siglo XIV m¨¢s informaci¨®n sobre los Magos. Su obra Historia Trium Regum narra que murieron probablemente en la mitad del siglo en el que falleci¨® Jes¨²s. Helena de Bizancio retornar¨ªa siglos m¨¢s tarde a la Tierra Santa y se hizo con los huesos de Sus Majestades para llevarlos hasta la catedral de Santa Sof¨ªa, en Constantinopla. Pero a la muerte de Constantino, su hijo, los restos se trasladaron hasta una iglesia de Mil¨¢n. Entre 1158 y 1162, Federico I Barbarroja, rey de Italia, pidi¨® ayuda militar al arzobispo de Colonia en su lucha contra Mil¨¢n, y como recompensa le regalar¨ªa posteriormente los restos de los Magos, que descansar¨ªan finalmente en el altar de una catedral de Colonia (Alemania). ?Son los aut¨¦nticos huesos? Ni aunque pudi¨¦ramos analizar su ADN obtendr¨ªamos respuesta.
Queda, pues, la estrella de Bel¨¦n. Si hubiera existido, podr¨ªa argumentarse que lo que vieron estos Magos de leyenda fue al menos real. El s¨²bito inter¨¦s por el astro como signo premonitorio implicar¨ªa, de acuerdo con Tvedtnes, que eran astr¨®nomos o astr¨®logos. Sin embargo, se trata de un nuevo objeto brillante en el firmamento que aparece dos veces: la primera, para atraer a los Magos hasta Jerusal¨¦n, y la segunda, para se?alar el emplazamiento exacto de Bel¨¦n. Que el rey Herodes les interrogue sobre la estrella sugiere que desconoc¨ªa su existencia. Asumiendo que los Magos fueran persas, el viaje, nos dice el astrof¨ªsico Mark Kidger, supone una odisea de 1.500 kil¨®metros por dos desiertos inh¨®spitos y una cordillera monta?osa. Una traves¨ªa que podr¨ªa llevar entre 3 y 12 meses. Kidger, astrof¨ªsico de la misi¨®n del Observatorio Espacial Herschel de la Agencia Espacial Europea, sugiere que la estrella de Bel¨¦n pudo ser una nova, el resultado de una explosi¨®n estelar. "Prueba de ello son los registros de cr¨®nicas chinas realizadas durante el mes de marzo en el a?o 5 antes de Cristo", indica. La mayor¨ªa de los expertos coinciden en que la fecha del alumbramiento del Mes¨ªas pudo ocurrir cuatro o cinco a?os antes del a?o 0, ya que los escritos b¨ªblicos sostienen que Jes¨²s naci¨® cuando Herodes a¨²n reinaba, y el rey jud¨ªo muri¨® en el a?o 4 antes de Cristo. La explosi¨®n de esta nova fue observada entre las constelaciones de Capricornio y el ?guila, explica Kidger, autor del libro The Star of Bethlehem (La estrella de Bel¨¦n, Princeton University Press). La nueva luz en el cielo habr¨ªa mantenido su intensidad durante unos dos meses y medio, tiempo suficiente para que los Magos hubieran llegado hasta Jerusal¨¦n, y de ah¨ª hasta Bel¨¦n, si hubieran utilizado transporte animal.
Simo Parpola, profesor de Asiriolog¨ªa de la Universidad de Helsinki, argumenta que este tipo de explosiones estelares se mantienen fijas en el cielo con relaci¨®n al movimiento de las dem¨¢s estrellas, algo que no cuadrar¨ªa con la concepci¨®n de san Mateo sobre la estrella de Bel¨¦n: un objeto que se desplazaba en el cielo. Para Kidger, esta estrella viajera es sin embargo una mala interpretaci¨®n, "ya que los mismos Magos comentan que la estrella que hab¨ªan visto en Oriente ya iba delante de ellos cuando caminaron de Jerusal¨¦n a Bel¨¦n, y Bel¨¦n est¨¢ exactamente al sur de Jerusal¨¦n [a unos diez kil¨®metros]". Una nova aparecida al sur podr¨ªa haber dado la impresi¨®n de una estrella que acompa?ar¨ªa a los Magos en su viaje, yendo por delante de ellos en el camino.
En cualquier caso, Parpola sugiere, en un art¨ªculo publicado en la revista Bible Review, que pudo deberse a la conjunci¨®n de planetas. La que ofrece una mejor explicaci¨®n, de acuerdo con este profesor, fue la que se produjo cuando J¨²piter y Saturno se aproximaron hacia el a?o 7 antes de Cristo. La arqueolog¨ªa confirm¨® que los astr¨®nomos babilonios la hab¨ªan registrado en sus tabletas de barro hacia ese mismo a?o, concretamente en la constelaci¨®n de Piscis, e indicaron que fue visible durante 11 meses. En esa ¨¦poca "existi¨® un cierto vac¨ªo de poderes en el Cercano Oriente", escribe Parpola. Judea no era otra cosa que los restos del Imperio Sel¨¦ucida, desmoronado hacia el a?o 64 antes de Cristo y que ahora era una provincia, Siria, anexionada a Roma, cuyo poder tampoco estaba consolidado en la regi¨®n. Los romanos eran vistos como invasores ileg¨ªtimos, y exist¨ªa la esperanza de que un rey llevado por la mano de Dios pudiera echarles para crear un mundo nuevo. Saturno y J¨²piter no habr¨ªan pasado inadvertidos para cualquier astr¨®logo babilonio. El resto, ya es historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.