El mundo de Trump

Ojal¨¢ el mundo entienda la era de Trump como una aberraci¨®n pasajera m¨¢s que como un cambio, y se mantengan a salvo las relaciones que sostuvieron el orden productivo en el Occidente de posguerra as¨ª como en otros lugares del planeta. EE UU siempre cumple su palabra y respeta sus tratados, como tambi¨¦n las fronteras de los dem¨¢s. Donald Trump ha inyectado un tosco desorden, quiz¨¢s con una duraci¨®n limitada, en los asuntos estadounidenses e internacionales. Y el mismo caos que este hombre tanto incita, parece haber empezado a engullirle.

A golpe de proclamar que atesora una gran riqueza que posiblemente no sea tal, y una brillantez cuya ¨²nica prueba de existencia es esa misma riqueza, ha creado un culto a la personalidad que eleva potencialmente a cualquier multimillonario a la categor¨ªa de genio. Las pol¨ªticas durante su mandato, en particular las rebajas fiscales, aumentaron de forma importante la fortuna de los m¨¢s ricos, haci¨¦ndoles m¨¢s poderosos, econ¨®mica y pol¨ªticamente. ?l mismo se benefici¨® supuestamente de una donaci¨®n de 130 millones de d¨®lares a su campa?a, cortes¨ªa de Elon Musk, un hombre cuya riqueza real nunca se discute, ni tampoco las pruebas de su agudeza empresarial. Musk es el hombre m¨¢s rico del mundo, y Trump, se supone, el m¨¢s poderoso, gracias al cargo que est¨¢ a punto de asumir.

Pero la gran riqueza tiende a relativizar el poder pol¨ªtico, a menoscabarlo, a veces hasta hacerlo desaparecer. Elon Musk pidi¨® a los republicanos del Congreso que eliminaran una importante ley bipartidista a la que ¨¦l se opon¨ªa, y ellos la eliminaron. Tanto si malinterpret¨® el proyecto de ley como si no lo entendi¨® ¡ªninguna de las dos cosas resulta muy tranquilizadora en un hombre con tanto poder¡ª, o si simplemente quer¨ªa hacer una demostraci¨®n de fuerza sin especial referencia a su contenido, se sali¨® con la suya. Al parecer, el presidente electo ni siquiera fue consultado antes de que Musk iniciara su intervenci¨®n e hiciera gala de un formidable control sobre el partido de Trump. De hecho, se trat¨® pr¨¢cticamente de una parodia de los propios m¨¦todos de control que ejerce Trump y que tanto le engrandec¨ªan cuando parec¨ªan estar exclusivamente en su poder. En general, cabe esperar que la tribu de los ultrarricos sea una fuente de turbulencias, con el presidente intentando controlar su poder y, al mismo tiempo, granjearse su aprobaci¨®n.

Donald Trump ha sentado las bases de la oligarqu¨ªa en Estados Unidos, reclamando para s¨ª, como hombre inmensamente rico, el m¨¢s alto grado de inteligencia pr¨¢ctica. Su cerebro, asegura, es el de ¡°un genio¡±. Esto le justifica a pisotear normas y tradiciones que los mortales de menor rango podr¨ªan considerar sacrosantas. Act¨²a con una especie de desahogo que ning¨²n hombre de Estado tendr¨ªa o querr¨ªa tener. ?A qui¨¦n se le pasar¨ªa siquiera por la cabeza comprar Groenlandia, que no est¨¢ en venta de ninguna de las maneras? ?A qui¨¦n se le ocurrir¨ªa intimidar a Canad¨¢ para que comprometa su soberan¨ªa? A Donald Trump, c¨®mo no. Para ¨¦l, el arte del trato en los asuntos internacionales empieza con una ofensa, y se desarrolla con la esperanza de obtener ventaja en aspectos que, por derecho, pertenecen a otro. Es verdad que, si Estados Unidos adquiriera Canad¨¢, se convertir¨ªa en un manch¨®n en el globo tan grande como Rusia. ?Es esta la ¡°grandeza¡± de la que no deja de hablar? En cualquier caso, ha demostrado tener un poder de amenaza al que ni siquiera el hombre m¨¢s rico del mundo puede aproximarse. Puede que, cuando decidi¨® a qui¨¦n asustar, tuviera un ojo puesto en esos minerales raros que se encuentran en Canad¨¢ y en Groenlandia y que la industria tecnol¨®gica desea tanto y con tanta premura. De modo que, al tiempo que alardea de su singular poder para amenazar, tambi¨¦n podr¨ªa estar esperando ganarse el favor de donantes muy importantes, entre ellos Elon Musk. Los aliados clave ser¨ªan una consideraci¨®n secundaria.

La competici¨®n no hace aflorar en Trump cualidades admirables. Puebla de ¡°enemigos¡± su mundo mental. La energ¨ªa que hay detr¨¢s de su ret¨®rica y de muchas de sus intenciones confesas es el resentimiento. Tal vez se beneficie de la intensidad que conlleva esta profunda animadversi¨®n contra el otro partido y sus miembros, contra la oposici¨®n en cualquiera de sus formas. ?l mismo dice que est¨¢ empe?ado en la venganza, la forma cin¨¦tica del resentimiento. Aparte de su hostilidad hacia los adversarios y los detractores, ve perjuicios materiales en las relaciones hist¨®ricas entre Estados Unidos y otros pa¨ªses. Si ellos han prosperado gracias a cualquier tipo de proximidad a nosotros, est¨¢n en deuda con nosotros. Peor a¨²n, nos han enga?ado. Han estado rob¨¢ndonos a manos llenas, vaci¨¢ndonos los bolsillos, lo que a este respecto significa que nos han negado nuestra justa tajada de su prosperidad.

Trump habla como el l¨ªder de la naci¨®n m¨¢s rica en la historia del mundo, y tambi¨¦n como un hombre que empe?a zapatos dorados y Biblias profanadas. Deber¨ªa ser, a estas alturas, un personaje refinado. Presume de su educaci¨®n en una universidad prestigiosa, pero no parece que esta lo haya pulido demasiado. Hijo del privilegio multimillonario, su mentalidad es insoportablemente tiquismiquis, incluso para las relaciones internacionales. Es como el turista que siente que el camarero le ha insultado demasiadas veces y encima le ha enga?ado con la cuenta. La intensidad de este estado emocional se magnifica en funci¨®n de la cantidad de dinero que ¨¦l infiere que hay en juego.

Su ego es gigantesco y al mismo tiempo est¨¢ cr¨®nicamente herido. Las consideraciones que influyen en su pol¨ªtica son inestables porque son ego¨ªstas y se enfocan en su autodefensa. De ¨¦l hemos aprendido que, en el caso de un presidente, la decisi¨®n de despotricar es, de hecho, una decisi¨®n pol¨ªtica y tiene consecuencias que afectan a muchas vidas, mercados, alianzas, etc¨¦tera.

Tras muchos a?os como figura poderosa de la vida pol¨ªtica, como presidente o presidente en potencia, parece haber buscado o atra¨ªdo a muy pocas personas con la experiencia o las competencias adecuadas para gobernar una sociedad avanzada. A estas alturas ya deber¨ªa haber compuesto una lista de nombres plausibles que hagan que su dependencia de amigotes, compinches y personalidades de la Fox parezca menos extra?a. La lealtad hacia ¨¦l no parece suficiente como para que una magnate de la lucha libre profesional [Linda McMahon] cuele como cabeza del Departamento de Educaci¨®n. Y esa lealtad tampoco alcanza para contrarrestar los problemas legales de la persona que ha elegido para liderar el Departamento de Justicia [Pam Bondi]. Los nombramientos para su gabinete dan pena. Insin¨²an miedo o desconfianza hacia la solvencia. Estados Unidos est¨¢ lleno de instituciones universitarias en las que abundan economistas, historiadores, juristas y epidemi¨®logos de gran prestigio. La derecha tiene unas cuantas universidades dedicadas a propagar el evangelio republicano, y tambi¨¦n poderosos centros de estudios. As¨ª que seguramente Trump podr¨ªa captar all¨ª sin problema a personas de ideas afines. En lugar de eso, nos presenta a su peque?o pu?ado de leales, que nunca le avergonzar¨¢n con una comparaci¨®n inc¨®moda y nunca har¨¢n que parezca incompetente o desinformado.

Al parecer, o bien la derecha es incapaz de formar un comit¨¦ de expertos, o bien deja de lado a los mejores y los m¨¢s brillantes porque cualquier conocimiento representa una amenaza para Trump. Esto es muy relevante con respecto a qu¨¦ se puede esperar de este segundo Gobierno del magnate. El r¨¦gimen que est¨¢ creando refleja su inseguridad, una emoci¨®n que nubla el juicio, fomenta la precipitaci¨®n e intensifica la ira y el resentimiento. Las cualidades estabilizadoras incluyen el amor propio y tambi¨¦n la codicia. Trump, sin duda, debe interesar al propio Trump. ?Se preguntar¨¢ alguna vez por qu¨¦ las multitudes aplauden una y otra vez las enrevesadas peroratas que ha dado en m¨ªtines sobre Hannibal Lecter? ?Por qu¨¦ puede contradecirse tan a menudo que sus verdaderas opiniones, sobre la sanidad, por ejemplo, son indescifrables, y aun as¨ª a sus muchos seguidores les parecen sinceras y determinantes? ?Por qu¨¦ es tan posible que no perdiera un solo voto si matara a alguien en la calle? Un ser tan excepcional puede aspirar a sentar nuevos precedentes, a rebajar normas de comportamiento que a ninguno de los presidentes anteriores se les habr¨ªa ocurrido poner a prueba siquiera, lastrados como estaban por la preocupaci¨®n al respecto de la dignidad de la naci¨®n y la suya propia. El af¨¢n de lucro y su facilitador, el oportunismo, son insaciables, y por consiguiente visionarios y perversamente optimistas. As¨ª pues, encontramos constantes en lo que a priori podr¨ªa considerarse puro caos.

La realidad puede parecer una ofensa. Y solo por este motivo puede f¨¢cilmente desestimarse. Mucha gente conf¨ªa en Trump porque no cree lo que dice, pues ninguna persona razonable podr¨ªa realmente querer decir algo tan radical. Se limita a provocar a su oposici¨®n para que arremeta contra ¨¦l de forma cada vez m¨¢s extrema y, por tanto, menos racional. Esta constante desacreditaci¨®n de la informaci¨®n negativa y de sus fuentes es una de las razones por las que esas controversias que parec¨ªa que le iban a perjudicar ¡ªsus planes inconstitucionales de permanecer en el cargo una vez finalizado su primer mandato, su evasi¨®n de impuestos, su mal uso de los documentos secretos¡­¡ª tuvieron un impacto limitado. Como los medios de comunicaci¨®n eran sus enemigos, a ¨¦l siempre se le deber¨ªa aplicar la presunci¨®n de inocencia, o al menos se le deber¨ªa conceder el mismo trato que a un chico malo pero de buen coraz¨®n cuyas virtudes compensan todos sus defectos.

Una cuesti¨®n que seguramente se cernir¨¢ sobre EE UU en un futuro pr¨®ximo es si una democracia verdadera puede realmente sobrevivir a las distorsiones de nuestra econom¨ªa. Trump ha anunciado que demandar¨¢ a The Des Moines Register, un peri¨®dico venerable e inocuo que public¨® un sondeo que le mostraba perdiendo en Iowa por varios puntos. La empresa de sondeos ten¨ªa buena reputaci¨®n y los resultados fueron sorprendentes, por lo que recibieron considerable atenci¨®n. Result¨® que estaban equivocados. El Estado es profundamente republicano, pero Trump sostiene que esa encuesta y su publicaci¨®n constituyeron una injerencia electoral. Su demanda se ampara en la ley de protecci¨®n del consumidor de Iowa.

La Primera Enmienda concede tradicionalmente a la prensa una gran libertad. Los sondeos se equivocan a menudo y lo ¨²nico que ha salido perjudicado es la reputaci¨®n de la responsable de la encuesta, que ha decidido jubilarse. De modo que un pol¨ªtico que gan¨® unas elecciones nacionales y estatales utilizar¨¢ el sistema judicial para castigar un error inofensivo. A primera vista, parece improbable que la demanda prospere, pero, aunque no lo haga, dar¨¢ igual. Infligir¨¢ costes punitivos a un peri¨®dico regional y a una empresa privada peque?a, pudiendo destruir a ambos. Antes esto se habr¨ªa llamado bullying, un t¨¦rmino que sol¨ªa ser peyorativo.

Por su parte, ABC, un canal de alcance nacional, acaba de pagar millones de d¨®lares para poner fin a una demanda por difamaci¨®n que Trump interpuso contra ellos, con el fin de evitar una batalla judicial. Los bolsillos muy llenos se burlan de las protecciones legales. Los estadounidenses invocan la Primera Enmienda, que consideran sagrada y definitoria, y lo es mientras mantengamos esa visi¨®n de ella. Pero ahora tenemos pruebas s¨®lidas de que Trump y su ej¨¦rcito de abogados tienen otra opini¨®n.

El sentimiento ciudadano sobre Donald Trump es un misterio tan profundo como el hombre en s¨ª mismo, y de mucha mayor importancia. No es republicano. Ha amoldado el partido a s¨ª mismo y a sus usos. Ya no propone una pol¨ªtica nacional coherente m¨¢s all¨¢ de una aversi¨®n activa hacia las minor¨ªas vulnerables. En su primer mandato, a?adi¨® a la deuda nacional cantidades billonarias sin precedentes, humill¨® a la OTAN y elogi¨® a Putin. El viejo republicanismo, o conservadurismo, que hab¨ªa pretendido ser fiscalmente responsable y fuerte en pol¨ªtica exterior, abandon¨® estos principios y entr¨® en vereda. Por eso es imposible saber qu¨¦ es lo que Trump pretende con su elecci¨®n de partido, ni tampoco si sus intenciones entrar¨ªan dentro de las categor¨ªas tradicionales asociadas a la vida pol¨ªtica estadounidense.

Se le llama populista, quiz¨¢ porque sus seguidores ¡ªno muy diferentes demogr¨¢ficamente de otros p¨²blicos pol¨ªticos, m¨¢s blancos, m¨¢s machos¡ª van vestidos como los figurantes en una pel¨ªcula sobre populismo, pero no parecen esperar nada de ¨¦l en cuanto a justicia econ¨®mica, por ejemplo, aunque la realidad actual lo pida a gritos. Les promete ¡°grandeza¡± que nunca ha definido. Si volver a ser grandes significa tomar nota de nuestro pasado, podr¨ªan salir a colaci¨®n el Plan Marshall y la defensa de Europa en apoyo de la OTAN. Pero, en lugar de un libro de historia, el trumpismo tiene un libro de contabilidad lleno en el saldo deudor. Proclama ser el n¨²mero uno, una frase absolutamente vac¨ªa de contenido. ?Con qui¨¦n competimos? Compet¨ªamos desesperadamente con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, hasta que un d¨ªa se derrumb¨®, agotada de competir contra nosotros. Ten¨ªa una fracci¨®n de nuestra poblaci¨®n y de nuestra riqueza, en parte porque hac¨ªa poco que hab¨ªa sido invadida por Hitler. Al menos, esa competencia mejor¨® nuestro ajedrez y nuestro ballet, nuestro patinaje sobre hielo y nuestra educaci¨®n superior. Y nos llev¨® al espacio. Que sus ni?as realizaran figuras gimn¨¢sticas m¨¢s impresionantes que las nuestras no significaba nada, era una competencia inocua y de bajo presupuesto. Todav¨ªa vivimos con muchas de las peores consecuencias de las tensiones de posguerra. Pero cuando la disputa que a veces se sublimaba en un concurso de piano se convert¨ªa en un debate sobre la ordenaci¨®n adecuada de la sociedad, eso al menos conduc¨ªa a la articulaci¨®n de los valores; la libertad por un lado, la seguridad por el otro. El populismo ¡ªen el sentido m¨¢s literal del t¨¦rmino¡ª tiene que ver con el bienestar de la mayor¨ªa de las personas. MAGA, en cambio, ataca a las ¨¦lites solo para introducir una ¨¦lite propia: esos multimillonarios que personifican la injusticia econ¨®mica a la que el populismo, propiamente dicho, se opondr¨ªa.

Los magnates de la tecnolog¨ªa est¨¢n inmersos en el proyecto de implantar la inteligencia artificial en la econom¨ªa mundial. Estamos compitiendo con China, afirman, y cuando se compite no hay vuelta atr¨¢s. No sabemos ad¨®nde vamos, ni por qu¨¦, pero no debemos dejar que los chinos lleguen antes. Hay predicciones bien fundadas de que la tecnolog¨ªa crear¨¢ desempleo masivo y ocupar¨¢ el lugar hasta ahora ocupado por la sociedad a la hora de decidir, pensar y crear, aunque es y ser¨¢ propensa a errores impredecibles. Esto creen los optimistas. Otros la consideran capaz de una autonom¨ªa maligna que alg¨²n d¨ªa podr¨ªa volverse contra nosotros. Ambos puntos de vista nos distraen del hecho de que se han gastado decenas de miles de millones de d¨®lares en su desarrollo e infraestructura, que sus cada vez m¨¢s numerosos centros de datos requieren tanta electricidad que hasta las formas m¨¢s rudimentarias de generaci¨®n de energ¨ªa, incluida la nuclear, se est¨¢n reactivando. El agua se utiliza en cantidades inimaginables. La pol¨ªtica medioambiental nacional se abandona sin proceso democr¨¢tico alguno. A estas alturas, el proyecto es demasiado grande para fracasar, como suele decirse de las cosas que podr¨ªan perfectamente malograrse con consecuencias desastrosas. Que Trump haya llegado tan lejos es una prueba de la absoluta insensatez que es permitir la concentraci¨®n de tanta riqueza y tanto poder en tan pocas manos. Necesitamos la restauraci¨®n de una democracia seria e informada.