Los f¨¢rmacos ganan a la psicoterapia
El psicoan¨¢lisis pierde terreno frente a las pastillas - Expertos alertan del exceso de medicaci¨®n para trastornos leves
La generaci¨®n Prozac ya ha desbancado a los ep¨ªgonos de Freud. Los psicof¨¢rmacos le ganan la partida a las terapias cl¨¢sicas y, pese a que algunos profesionales subrayan que la crisis propicia las consultas, el div¨¢n del psicoan¨¢lisis queda vacante por el consumo -a veces abusivo- de pastillas. P¨ªldoras para combatir el estr¨¦s, la ansiedad o los trastornos del sue?o circulan de mano en mano, prescritas por el m¨¦dico cuando no recomendadas por alg¨²n conocido. Hablamos de trastornos leves y moderados, no de patolog¨ªas severas; de un paso m¨¢s en la medicalizaci¨®n de situaciones cotidianas, fen¨®meno del que alert¨® hace tiempo la prestigiosa revista cient¨ªfica British Medical Journal, entre otras voces autorizadas.
M¨¢s de 41 millones de envases de ansiol¨ªticos se recetaron en 2007
Hay permisividad social; la gente no los considera medicamentos
En Espa?a, s¨®lo el coste de la depresi¨®n ronda al a?o los 745 millones de euros
Una mala racha econ¨®mica dispara los problemas psicol¨®gicos
Na hay que utilizar f¨¢rmacos para aliviar un duelo o una ruptura
En la atenci¨®n privada, una sesi¨®n de terapia cuesta entre 70 y 150 euros
El psicoan¨¢lisis en el sentido cl¨¢sico -tres sesiones a la semana durante un n¨²mero indeterminado de a?os- pierde fuelle, sobre todo en EE UU, seg¨²n datos de los Archives of General Psychiatry. Las terapias de div¨¢n representan hoy en ese pa¨ªs el 29% del total de la atenci¨®n psicol¨®gica, frente al 44% que supon¨ªan hace diez a?os. Su elevado coste hace de ellas un bien de lujo reservado a una ¨¦lite, pero en la deserci¨®n tambi¨¦n influye el sistema de reembolso de los seguros m¨¦dicos estadounidenses, m¨¢s proclives a sufragar gastos farmac¨¦uticos. "La econ¨®mica es una barrera, es cierto. Es injusto que no pueda acceder m¨¢s gente a estos tratamientos", reconoce la psicoanalista Victoria Queipo, quien no obstante subraya que "en ¨¦poca de crisis aumentan las consultas. Una mala racha econ¨®mica es un disparadero de trastornos psicol¨®gicos".
El tiempo necesario para que la terapia surja efecto -"cuesti¨®n de meses, como m¨ªnimo"- echa tambi¨¦n a los pacientes del div¨¢n. "Prima la inmediatez, la urgencia de los sujetos por desterrar los conflictos y superar r¨¢pidamente todo aquello que les aflige", a?ade Queipo. Si en la atenci¨®n privada hay que pagar precios que pueden ser prohibitivos en ¨¦poca de crisis -en Espa?a, una sesi¨®n de psicoterapia cuesta de 70 a 150 euros-, y la p¨²blica es deficitaria ("ven al paciente una vez al mes, como mucho", dice la psicoanalista), resulta m¨¢s comprensible la opci¨®n farmacol¨®gica. "Vivimos en una ¨¦poca en que se prima la eficacia. Hay poca tolerancia a los reveses, al conflicto y al dolor. Por eso recurrimos a la pastilla, aunque sea una soluci¨®n moment¨¢nea, un dopaje", explica Queipo.
En 2007 se recetaron en Espa?a 41.203.879 envases de ansiol¨ªticos y 23.990.412 de antidepresivos, seg¨²n datos del Ministerio de Sanidad; algo menos que en 2006, con 43.856.219 y 24.682.891 envases expedidos, respectivamente. Fueron recetados por m¨¦dicos de atenci¨®n primaria, neur¨®logos, psiquiatras o geriatras, entre otros especialistas, pues los psic¨®logos, como en otros muchos pa¨ªses de la UE, no pueden prescribir f¨¢rmacos. A favor del consumo de pastillas juega "una variabilidad farmacol¨®gica tremenda", as¨ª como la banalizaci¨®n de su uso y del riesgo de adicci¨®n que implican, seg¨²n Vicente Prieto Cabra, especialista en psicolog¨ªa cl¨ªnica y vocal del Colegio Oficial de Psic¨®logos de Madrid. "Hay tendencia a consumir el f¨¢rmaco al m¨ªnimo s¨ªntoma, y tambi¨¦n a la automedicaci¨®n. El uso de psicof¨¢rmacos ya est¨¢ incorporado a la normalidad y, ya que en la farmacia no los venden sin receta, siempre hay un compa?ero o un amigo que te los dan", se?ala.
Como una pescadilla que se muerde la cola, el uso gratuito, injustificado de psicof¨¢rmacos implica menor capacidad a la hora de tolerar conflictos o frustraciones. "Hay una relaci¨®n directa entre la inmediatez que imponen los tiempos y la incapacidad de enfrentarse a situaciones cotidianas normales. El Prozac marc¨® un antes y un despu¨¦s: con el m¨ªnimo esfuerzo de ingerir una pastilla se obtienen resultados gratificantes y r¨¢pidos. Estamos viendo generaciones enteras de personas no entrenadas en desarrollar recursos personales para gestionar malestares cotidianos. No hay que utilizar f¨¢rmacos para aliviar un duelo, una ruptura o un problema de trabajo", aconseja.
La edad de quienes acuden a una consulta de atenci¨®n primaria en demanda de psicof¨¢rmacos llama la atenci¨®n a Elvira D¨ªaz de Tuesta, m¨¦dico de familia en un centro de salud madrile?o. "La gente llega pidiendo pastillas, quiere solucionarlo todo con ellas: una depresi¨®n, problemas de sue?o, una ruptura sentimental, la mala relaci¨®n con los hijos. Y el perfil es cada vez m¨¢s joven, chicos que acuden a consulta porque han discutido con su pareja. Muy pocos vienen pidiendo atenci¨®n psicol¨®gica". D¨ªaz de Tuesta recuerda el caso de una paciente de veintitantos a?os, con un buen trabajo, a la que atendi¨® durante un buen rato. "Intent¨¦ averiguar qu¨¦ le causaba el malestar que dec¨ªa estar viviendo. Le hice preguntas, indagu¨¦ en sus condiciones de vida, y a los cinco minutos, me espet¨®: 'Pero bueno, ?es que no me va a recetar ninguna pastilla?' El paciente lo que quiere es la receta", sentencia esta m¨¦dico.
Como quien aprieta el bot¨®n del mando a distancia, el sujeto hace presi¨®n para obtener la pastilla-milagro que acabar¨¢, de un plumazo, con una insatisfacci¨®n, un malestar poco espec¨ªfico o una contrariedad con nombre y apellido. Es un gesto cotidiano que va camino de convertirse en acto reflejo gracias a la creciente medicalizaci¨®n de los estilos de vida. "La industria farmac¨¦utica presiona desde los a?os cincuenta para que se medicalicen situaciones cotidianas", se?ala Nuria Romo, antrop¨®loga de la Universidad de Granada, en referencia a una tendencia que se inici¨® con la medicaci¨®n de las disfunciones sexuales. "Son las llamadas 'medicinas de los estilos de vida'", a?ade. Otro antrop¨®logo, ?ngel Mart¨ªnez Hern¨¢ez, profesor de la Universidad Rovira i Virgili, de Tarragona, habla de una "mercantilizaci¨®n de los estados de ¨¢nimo".
Pero ambos se refieren a lo mismo, a malestares y trastornos menores propios de un estilo de vida que imprime v¨¦rtigo, inmediatez y perentoria efectividad y que se cobra, en forma de dificultades del sue?o, depresi¨®n leve, ansiedad o estr¨¦s, el desajuste existente entre la realidad, las expectativas y las exigencias.
Como otras dolencias, ¨¦stas tambi¨¦n tienen una clara marca de g¨¦nero: las mujeres son diagnosticadas tres veces m¨¢s que los hombres. No es de extra?ar, recuerda Nuria Romo, que "sean m¨¢s prevalentes en psicopatolog¨ªas menores, porque se las ve m¨¢s d¨¦biles y quejosas, y por tanto m¨¢s necesitadas de medicaci¨®n. Pero el malestar de la vida cotidiana es mayor porque las mujeres viven en desigualdad, hay un desequilibrio de g¨¦nero tambi¨¦n en lo cotidiano: no s¨®lo nos ocupamos de la vida privada, tambi¨¦n estamos en la p¨²blica, y hasta en la del medio".
En Espa?a, s¨®lo el coste de la depresi¨®n gira en torno a los 745 millones de euros anuales, el 53,5% en costes directos. Las multinacionales farmac¨¦uticas hacen el agosto, apuntan varios de los profesionales consultados, y como muestra vale un dato: del total de tranquilizantes recetados en Espa?a hasta octubre de 2008, el 89,29% eran marcas comerciales, y el resto (10,71%), gen¨¦ricos, seg¨²n la consultora IMS Health. "El porcentaje de psicotr¨®picos gen¨¦ricos en la factura farmac¨¦utica es a¨²n peque?¨ªsimo", asegura ?ngel Luis Rodr¨ªguez de la Cuerda, presidente de la Asociaci¨®n Espa?ola de Fabricantes de Sustancias y Especialidades Farmac¨¦uticas Gen¨¦ricas. "No obstante, est¨¢n m¨¢s extendidos en el tratamiento de patolog¨ªas menores. Es el caso por ejemplo de la fluoxetina, el principio activo del Prozac, o la paroxetina. Pero un uso generalizado de gen¨¦ricos podr¨ªa suponer un ahorro enorme en el gasto farmac¨¦utico".
Cuotas de mercado al margen, hay un en¨¦simo factor que explica el abuso de psicof¨¢rmacos, o, en palabras de la psicoanalista Victoria Queipo, "la ingesta de Lexat¨ªn como si se tratara de un caramelo". Seg¨²n la antrop¨®loga Nuria Romo, frente a los psicof¨¢rmacos "hay permisividad social. La gente no los considera medicamentos, se ha banalizado la percepci¨®n de sus efectos a medio y largo plazo". Romo se?ala la ¨²ltima encuesta del Plan Nacional sobre Drogas referida a adolescentes, que refleja realidades como que "las chicas consumen tres veces m¨¢s que los chicos. Las madres trasladan el ejemplo de normalidad y legalidad a sus hijas, y eso es muy preocupante por la falsa percepci¨®n que acarrean. Hay una frontera muy porosa entre drogas y medicamentos".
Orfidal, Tranquimazin, Lexat¨ªn, Diazepam, Tranxilium y Alprazolam -el cuarto y el sexto son gen¨¦ricos; el resto, marcas comerciales- son los "tranquilizantes" m¨¢s recetados en Espa?a, seg¨²n datos de IMS Health correspondientes a septiembre de 2008. Todos los especialistas consultados coinciden en que su prescripci¨®n y consumo resulta indispensable cuando "la vida del paciente se ve afectada, en situaciones limitantes o incapacitantes". Pero todos est¨¢n tambi¨¦n de acuerdo en que el f¨¢rmaco solo, sin ayuda de una terapia, no resuelve nada. "La medicaci¨®n establece las condiciones b¨¢sicas necesarias para acometer una terapia personalizada", dice Queipo. Terapias que, en Espa?a y en casos como el del psicoan¨¢lisis, no est¨¢n cubiertas por la Seguridad Social, a diferencia de lo que ocurre en Alemania, donde el sistema de salud p¨²blico cubre el tratamiento de psicoan¨¢lisis con un tope de 300 sesiones.
La masificaci¨®n de la sanidad p¨²blica a la hora de atender psicopatolog¨ªas es otro de los factores a que los especialistas atribuyen el masivo recurso a las pastillas. "El sistema p¨²blico es deficiente. Los servicios de salud mental est¨¢n saturados, con periodos de tres y cuatro meses de demora. Cuando el paciente recibe atenci¨®n, es visto una vez cada tres o cuatro semanas. Eso explica tambi¨¦n el recurso generalizado al f¨¢rmaco", explica la psic¨®loga cl¨ªnica M¨®nica Mart¨ªn Gil, de la mutua Fraternidad Muprespa. "En el caso de trastornos menores, se recurre al psicof¨¢rmaco porque aplaca el s¨ªntoma, pero no debemos olvidar que los ansiol¨ªticos, que son f¨¢rmacos que a diferencia de los antidepresivos no producen cambios en la estructura interna del cerebro, apagan el fuego pero dejan las ascuas", a?ade.
Para trabajar m¨¢s a fondo la estructura de la personalidad, es decir, para solucionar definitivamente el problema -no es lo mismo sufrir un episodio de estr¨¦s que responder siempre con estr¨¦s a cualquier situaci¨®n, sea estresante o no-, Mart¨ªn Gil recomienda atreverse con la psicoterapia, aunque ello suponga "abrir una caja de Pandora interior, o incluso experimentar cierto dolor". "Para evitar el sufrimiento como estado, o para extirpar pensamientos insanos, es inevitable hacer una psicoterapia profunda. Es un proceso que conlleva miedo y a veces implica dolor, pero tiene efectos duraderos y permanentes. "No hay marcha atr¨¢s", explica. Eso s¨ª, las terapias anal¨ªticas precisan de un a?o -como m¨ªnimo, de seis meses- para obrar efecto. La prolongada duraci¨®n del tratamiento, as¨ª como la dureza del mismo, son igualmente factores que empujan a los pacientes hacia el suced¨¢neo de las pastillas.
Condiciones de trabajo cada vez m¨¢s precarias -y agravadas adem¨¢s por la crisis-, generaciones que han desterrado de su vocabulario las palabras frustraci¨®n, sufrimiento o fracaso -"frustrar es poner l¨ªmites y crear mecanismos de defensa, y en esto los padres no est¨¢n ense?ando a los hijos", recuerda Mart¨ªn Gil-, y "un mejor nivel de vida que no ha venido acompa?ado de mayor calidad de vida", en definici¨®n de Romo, constituyen un fermento para la insatisfacci¨®n.
?Pueden contribuir a ello tambi¨¦n las etiquetas, los titulares m¨¢s o menos afortunados, los felices hallazgos de los s¨ªndromes? La psicoanalista Victoria Queipo cree que se abusa, "con frivolidad", de s¨ªndromes psicol¨®gicos de nuevo cu?o, y pone un ejemplo, el del posvacacional. "Hay un exceso de etiquetas. Algo que es naturalmente fastidioso, como volver al trabajo tras las vacaciones, se est¨¢ medicalizando, o convirtiendo en carne de ca?¨®n psicol¨®gica. ?Pero si s¨®lo es un fastidio, no un trastorno...!".
M¨¢s Plat¨®n y menos Prozac, recomendaba hace a?os desde el t¨ªtulo de uno de sus libros el terapeuta estadounidense Lou Marinoff, y con gran ¨¦xito de ventas: el libro en cuesti¨®n fue todo un best seller. Lejos de la consolatio philosophiae que ya hab¨ªan prescrito autores anteriores en varios siglos a Marinoff, Internet abunda tambi¨¦n en reclamos que parecen sacados de un almanaque ilustrado: "Psicolog¨ªa moderna en poco tiempo y a bajo coste". Sin div¨¢n, mal que les pese a c¨¦lebres asiduos como Woody Allen, pero con otro fetichismo a?adido, el de la pastilla m¨¢gica que proporciona una vida casi perfecta.
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