2009, el a?o previo al de la recuperaci¨®n
Cuando hace unas semanas me pidieron que moderase un debate entre empresarios para hablar de la situaci¨®n econ¨®mica, hice una recomendaci¨®n a los que iban a intervenir. "?Aqu¨ª se viene llorado!" dije, ante el temor de que la sala se convirtiese en un valle de l¨¢grimas.
De tanto hablar de la crisis y compararla con la de los a?os treinta, una neblina de miedo y derrotismo ha empapado el esp¨ªritu de la gente. Un derrotismo que, y eso es lo peor, afecta a muchos dirigentes pol¨ªticos y empresariales.
Hablemos, pues, de soluciones y de actitudes positivas.
Vayamos primero con las actitudes. De esta crisis saldremos. No es acto de fe, es puro pragmatismo. A finales de 2007, cuando todo era a¨²n alegr¨ªa, les dije que la crisis que ven¨ªa era algo m¨¢s que una suave desaceleraci¨®n. Ahora que todo es pesimismo hay que recordar que despu¨¦s de la tempestad siempre viene la calma. El ciclo econ¨®mico es as¨ª, como una gripe, que tiene su propio recorrido. Eso s¨ª, podemos favorecerlo o empeorarlo con nuestro comportamiento.
Se trata de sobrevivir en tiempos de crisis, algo a lo que ayudar¨¢ la reducci¨®n de precios de fabricantes y comerciantes
Mi impresi¨®n es que ¨¦sta no es la peor crisis que hemos vivido. Fue peor la de 1979-84, cuando desapareci¨® un tercio de la banca y hubo que cerrar grandes sectores, como el sider¨²rgico, el naval y el textil. Entonces el problema era de oferta y de costes. Ahora es un problema de demanda, un problema provocado por el miedo y la desconfianza causada por el fraude masivo que se ha practicado desde el sistema financiero.
A corto plazo, la prioridad es hacer retornar el consumo. Es necesario sostener un cierto nivel de demanda agregada: la suma del consumo privado de las familias, la inversi¨®n de las empresas y el gasto de los gobiernos. Sin esa demanda, las empresas cierran, el desempleo aumenta y el malestar social y la pobreza se agudizan.
?C¨®mo? Hablando sobre la crisis en estas vacaciones en mi parroquia gallega, escuch¨¦ tres propuestas. El peque?o contratista que hace las obras en mi casa est¨¢ esperanzado con que la convocatoria de elecciones gallegas y vascas aumente el gasto p¨²blico. Su deseo ser¨ªa que hubiese elecciones en todas las comunidades aut¨®nomas. Por su parte, la due?a de la mercer¨ªa est¨¢ contenta viendo como se recuperan las ventas con las rebajas. Desear¨ªa que fuese Reyes todo el a?o. Por ¨²ltimo, un amigo sindicalista defiende la necesidad de no reducir los salarios y de aumentar el salario m¨ªnimo. Es su propuesta para mantener el consumo y salir de la recesi¨®n.
Parecen propuestas populistas, parciales e interesadas, pero tienen fundamento en la teor¨ªa econ¨®mica. Podr¨ªamos decir que son soluciones keynesianas, recordando el an¨¢lisis y las soluciones de John Maynard Keynes, m¨¢s tarde lord Keynes, a una situaci¨®n similar que vivi¨® la econom¨ªa en los a?os treinta del siglo pasado.
Despu¨¦s del desplome de Wall Street un martes negro de octubre de 1929, que contagi¨® al resto del mundo, y de la aparici¨®n de fraudes financieros al estilo del de Madoff, la desconfianza llev¨® a los banqueros a no dar cr¨¦dito y a la gente a dejar de consumir para ahorrar. La econom¨ªa entr¨® en lo que Keynes llam¨® una "trampa de liquidez", una situaci¨®n en la que por m¨¢s dinero que se inyecte para que la banca d¨¦ cr¨¦ditos y por m¨¢s que se bajen los tipos de inter¨¦s oficiales para que la gente consuma y los empresarios inviertan, todos prefieren atesorar esa liquidez antes que gastarla. El consumo privado desaparece.
Ante esa trampa, lord Keynes defendi¨® la intervenci¨®n masiva del Estado en dos frentes. Por una parte, incrementar el gasto p¨²blico para mantener el empleo y los ingresos de la gente que tiene mayor propensi¨®n a gastar, que son los trabajadores de bajos salarios. Por otra, pol¨ªtica monetaria cuantitativa, comprando activos a la banca, sanearla y bajar los tipos de inter¨¦s a largo plazo, que son los que determinan el coste del cr¨¦dito para las familias y empresas. No pretend¨ªa sustituir el capitalismo por el Estado. Su visi¨®n era m¨¢s pragm¨¢tica: reconoc¨ªa que los mercados no son perfectos y necesitan de la intervenci¨®n p¨²blica. No es casual que 70 a?os despu¨¦s las soluciones pragm¨¢ticas vengan de nuevo del Reino Unido.
Pero esa expansi¨®n fiscal a corto plazo para mantener la demanda y el empleo choca ahora con dos actitudes.
Por una parte, con el s¨ªndrome del alcoh¨®lico rehabilitado que sufren algunos responsables pol¨ªticos y econ¨®micos. Recordando lo que cost¨® acabar con el d¨¦ficit p¨²blico de los a?os ochenta, ahora, como les ocurre a los alcoh¨®licos reformados, no quieren o¨ªr hablar de alcohol. Temen que los d¨¦ficit eleven los tipos de inter¨¦s a largo plazo y dificulten la recuperaci¨®n. Pero en las condiciones actuales esa preocupaci¨®n no tiene fundamento: la expansi¨®n fiscal es la garant¨ªa de la salida a la recesi¨®n y de la prosperidad futura.
Por otra parte, la medicina fiscal choca tambi¨¦n con la ideolog¨ªa de los que creen que las recesiones y el desempleo son una terapia necesaria para purificar el cuerpo de los excesos de la etapa anterior. Pero eso no es teor¨ªa econ¨®mica, es moralidad seudorreligiosa. Olvidan que los excesos no los cometieron los trabajadores, que son los m¨¢s afectados por la crisis.
Hay que volver a beber del d¨¦ficit p¨²blico, procurando, ?ay!, no caer en el alcoholismo. Se trata de sobrevivir en tiempos de crisis. Algo a lo que ayudar¨¢n las reducciones de precios por parte de fabricantes y comerciantes. No es casualidad que las ventas se hayan recuperado con las rebajas de Reyes. Esas ca¨ªdas de precios en otros bienes, como las viviendas y los coches, ayudar¨¢n, y mucho, a salir del bache del consumo.
Hoy, en este inicio de a?o, lo importante es pensar que, dentro de lo mal que estamos, si hacemos bien las cosas, 2009 puede ser el a?o previo al del inicio de la recuperaci¨®n. Esperemos que as¨ª sea.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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