Vitrocer¨¢micas contra el fr¨ªo
Las 100 familias de inmigrantes que viven en el poblado chabolista de El Gallinero combaten con ingenio las bajas temperaturas que castigan Madrid
"A las dos de la ma?ana empieza el fr¨ªo de verdad. Te despiertas. Das vueltas, te encoges, te arrimas al de al lado. Somos tres, cuatro en cada cama, pero no importa. Sigue haciendo fr¨ªo". Constantin, uno de los cientos de gitanos rumanos del poblado chabolista de El Gallinero (al lado de la Ca?ada Real), fuma igual que habla: despacio, bocanada a bocanada, con pausas. Sus 20 a?os parecen por lo menos 35. Los 18 de su mujer, Simona, aparentan ser 30. El ¨²nico en la choza con los a?os bien encajados es Armando, que el dos de enero cumpli¨® un a?o.
Hace meses alguien tir¨® varias vitrocer¨¢micas al vertedero. Los gitanos rumanos del poblado las despiezaron una a una, extrayendo las resistencias de metal redondas que dan calor bajo la placa de vidrio. De cada vitrocer¨¢mica sacaron cuatro radiadores. Cuatro chabolas calientes. Al menos, no tan fr¨ªas. Fuera, a las once de la noche, hay dos grados bajo cero. Enchufan las resistencias a la corriente, aunque a menudo hay cortes de luz. "Aqu¨ª llegamos a los menos siete", cuentan.
"Tenemos fr¨ªo y tenemos miedo", relata Florist¨¢n, uno de los siete hijos de Petra, en la choza de su madre. "?El miedo? Por los incendios", resume. En cada choza, decenas de enjambres de cables a medio pelar desaf¨ªan a las cortinas y telas que cubren las paredes. "Las telas nos a¨ªslan del fr¨ªo m¨¢s que la chapa sola", cuenta, en rumano, Petra, de 50 a?os, una de las mujeres de m¨¢s edad del poblado. Aparenta 70. Entre los adultos, todos recuerdan al menos 20 incendios. "?Te imaginas lo que es despertar, en mitad de la noche, y ver el fuego en la pared delante de ti? No coges nada, pierdes lo que tengas. Agarras a tu hijo y sales corriendo de all¨ª", cuenta uno de ellos. Ni?os y adultos, entre suciedad y fr¨ªo, enferman muy a menudo.
"Aun as¨ª estamos mejor que en Rumania", cuenta uno de los hijos de Petra. "Mejor en una chabola aqu¨ª que en un piso all¨ª. Aqu¨ª, al menos, podemos comer".
Fuera s¨®lo las ratas se atreven a cruzar los caminos. Las placas de hielo, resbaladizas, rellenan los baches m¨¢s bajos. Los pocos vecinos que salen conocen los atajos y esquivan el hielo, expertos, hasta sus chamizos de lata.
Cuando muere el sol las familias se re¨²nen en torno a su trozo de vitrocer¨¢mica. Algunas calientan la cena. Otras no tienen qu¨¦ calentar. Un par de j¨®venes permanecen al raso, combatiendo la helada con una hoguera. Charlan. Se distraen. Pasan el rato. Hasta que el fr¨ªo, el de verdad, les encierra de nuevo en sus chozas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.