"Con el fr¨ªo viene la muerte"
Los 'sin techo' que malviven en las calles de Euskadi improvisan para ganarle la batalla al duro invierno
Said, marroqu¨ª de unos 40 a?os, conoce bien los altibajos de la vida y lo que conllevan para los que, como ¨¦l, carecen de una red social en la que apoyarse para evitar el infierno de la calle. "Hace unos d¨ªas estaba durmiendo en el parque de Do?a Casilda, debajo del tiovivo. De repente, empec¨¦ a sentir c¨®mo las piernas se me dorm¨ªan". Es dif¨ªcil describir lo que el fr¨ªo le hace a uno en la calle, explica este hombre con los tres idiomas que maneja: "Llega un momento en el que ya no s¨®lo es dolor lo que te produce, sientes que con el fr¨ªo viene la misma muerte, que tienes que escapar y meterte donde sea".
El temporal invernal que se ensa?¨® con Euskadi a lo largo de la semana pasada tiene consecuencias en todos los ¨¢mbitos, como vuelos cancelados, vacaciones fastidiadas u hospitales colapsados por el amplio n¨²mero de casos de gripe. A los seres m¨¢s fr¨¢giles de la sociedad, los sin techo, dormir en un lugar inapropiado puede costarles la vida misma. Sa¨ªd prosigue su relato: "Intent¨¦ entrar en el albergue de Mazarredo a ver si me dejaban dormir por lo menos esa noche, pero nada, si no est¨¢s en sus listas, no hay manera, tienes que esperar hasta el pr¨®ximo mi¨¦rcoles. No sab¨ªa qu¨¦ hacer, cuando se me ocurri¨® ir al Hospital de Basurto. Dorm¨ª dos d¨ªas en recepci¨®n".
"Todo lo que dec¨ªan sobre el trato a los extranjeros en Euskadi es mentira"
El pasado mi¨¦rcoles, el Ayuntamiento de Bilbao dej¨® a veinte personas en la calle
"Siempre crees que ya te las arreglar¨¢s. No pensamos m¨¢s all¨¢ del d¨ªa a d¨ªa"
Pocos hinchas del Athletic de Bilbao se imaginan que debajo de las puertas por las que pasan cada partido suelen cobijarse varios indigentes de noche. O que, bajo el puente de la autopista en Elejabarri, una docena de inmigrantes, casi todos marroqu¨ªs, malviven en improvisadas chabolas de cart¨®n y pl¨¢stico mientras cuentan por tel¨¦fono a sus familiares de las maravillas de Europa. "Nunca dorm¨ª en la calle hasta que vine a Bilbao", relata Hicham, que lleva un mes en la capital vizca¨ªna en busca de trabajo. Tiene los documentos en regla, algo poco habitual entre los sin hogar, pero nadie le contrata. "Aguanto el fr¨ªo como puedo", relata a su lado Morad, de 23 a?os aunque su rostro desgastado aparenta muchos m¨¢s: "Con los albergues no podemos contar. En uno s¨®lo nos dejan estar tres d¨ªas, y en el otro, si no est¨¢s con la ropa echa jirones y con mala pinta, te dicen que no puedes entrar porque suponen que tienes donde dormir. Pues esto es lo que tengo", dice mientras se?ala un colch¨®n que se encontr¨® en la basura. Una rata pasa corriendo a unos metros de ¨¦l. "Por lo menos tenemos compa?¨ªa, ?no?", bromea con un tr¨¢gico sentido del humor.
La gente que sobrevive en la calle no es muy dada a planificar las cosas. Viven al d¨ªa y el fr¨ªo suele cogerles casi siempre de sorpresa -"aunque yo ahora procuro enterarme de c¨®mo va a estar el tiempo ma?ana", precisa Hicham-. Los hay que se refugian en los cajeros, pero si uno llega tarde es dif¨ªcil encontrar alguno accesible y libre. Cuando el fr¨ªo les acorrala, una de las pocas alternativas que les restan es acudir a los albergues municipales. Adem¨¢s del de Elejabarri, que s¨®lo da derecho a tres d¨ªas de estancia a cada uno (en algunos casos pueden quedarse m¨¢s), el Consistorio lleva varias temporadas abriendo otro albergue en Mazarredo durante el invierno. Tiene 50 plazas, ampliables a 85 en caso de emergencia. La brutal ola de fr¨ªo de la semana pasada no le pareci¨® un motivo suficiente, a pesar de que las asociaciones que trabajan con personas sin hogar en Vizcaya solicitaron que se pusiera en marcha el dispositivo y aseguraron que les consta que muchos indigentes que quisieron dormir bajo techo durante esos d¨ªas no pudieron hacerlo.
"No podemos tener recursos abiertos y universales, este programa est¨¢ dise?ado para la gente que est¨¢ habitualmente en las calles de Bilbao", responde el director de Acci¨®n Social del Ayuntamiento, Juan F¨¦lix Madariaga. El pasado mi¨¦rcoles hubo 70 solicitudes en Mazarredo, explica Madariaga, de las cuales s¨®lo doce eran de los que consideran habituales (tienen fichados a entre 70 y 90). Dejaron a veinte personas en la calle esa noche. "No podemos seguir incrementando los recursos indefinidamente porque aumentar¨ªamos el efecto llamada. Nos consta que ha llamado gente de Extremadura para saber si ten¨ªamos plaza. Y Bilbao es el ¨²nico municipio vizca¨ªno que tiene albergues, no podemos acoger la demanda de los dem¨¢s pueblos", razona. Muchas veces no es f¨¢cil ayudar a gente tan vol¨¢til, a?ade. El pasado fin de semana, 8 de los 50 con plaza en Mazarredo desaparecieron sin avisar y volvieron d¨ªas despu¨¦s pidiendo su hueco.
Los indigentes dan su explicaci¨®n: "A veces est¨¢s de juerga unos d¨ªas por all¨ª, te los est¨¢s pasando bien y piensas que ya lo arreglar¨¢s, que te dar¨¢n la plaza despu¨¦s. Tampoco creas que pensamos mucho m¨¢s all¨¢ del d¨ªa a d¨ªa". Muchos de ellos recalaron en Bilbao despu¨¦s de largas estancias en otras comunidades. El impreciso boca a oreja que les sirve de gu¨ªa en su periplo por Europa sigue diciendo maravillas del trato dado a los inmigrantes en Euskadi. "Dec¨ªan que nos daban ayudas para encontrar piso, formaci¨®n, que nos ayudaban a encontrar trabajo. Era todo mentira. Siempre que voy a alguna asociaci¨®n me piden el certificado de empadronamiento. ?C¨®mo voy a estar empadronado si no tengo ni pasaporte?" se pregunta Morad mientras calienta con una fogata una lata de carne de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional para el Desarrollo. ?l tiene suerte, ya comi¨® en uno de los comedores municipales. Para el resto de sus compa?eros, eso ser¨¢ lo ¨²nico que se lleven a la boca en todo el d¨ªa, a menos que un alma caritativa les resuelva el d¨ªa. "Una vez le invit¨¦ a un bocadillo a uno de ellos", relata Tom¨¢s Diez, responsable del bar Las v¨ªas, situado al lado de las chabolas bajo el puente. "Instantes despu¨¦s, corri¨® la voz y todos estaban aqu¨ª pidi¨¦ndome uno para ellos. As¨ª no les puedo ayudar".
Cada capital de provincia lidia con matices distintos al intentar resolver la problem¨¢tica de los sin techo. En San Sebasti¨¢n, por ejemplo, los albergues funcionan al 100% de capacidad desde la hist¨®rica nevada del jueves. Adem¨¢s de los dos albergues habituales, en Intxaurrondo y en Zorroaga, se han habilitado varios locales m¨¢s y se ha intentado convencer a la gente que permanece en la calle que se acerquen a pernoctar a alguno de ellos. Aun as¨ª, sigue habiendo gente como Mar¨ªa y Yoana, que afirman que los albergues no les interesan. Llegaron hace un mes de Ruman¨ªa y llevan consigo una mochila repleta de mantas para aguantar el temporal. ?Por qu¨¦ no acuden a los albergues o a los comedores sociales? "Porque prefiero arregl¨¢melas as¨ª, mendigo un poco en la calle, y con dos o tres euros al d¨ªa me alcanza para comer", responde una de ellas. "No podemos obligarles, hay gente que prefiere seguir en la calle", confirma un agente de la Polic¨ªa Municipal donostiarra.
En Vitoria, el fr¨ªo en invierno no es novedad y en el Ayuntamiento la experiencia en la atenci¨®n a los sin techo est¨¢ consolidada. La capital cuenta con 111 plazas repartidas en tres establecimientos, ampliables si aumenta la demanda. De momento, en este invierno, los usuarios de este alojamiento municipal son en su mayor¨ªa los habituales: vagabundos y politoxic¨®manos. Rafael es un carrilano que lleva deambulando por las ciudades del norte de Espa?a desde hace lustros: "Aunque parezca incre¨ªble, en estas fechas, Vitoria es una buena ciudad para quedarse, por la flexibilidad que tiene el Ayuntamiento en el n¨²mero de d¨ªas de permanencia en el albergue". Durante el a?o, la estancia m¨¢xima es de tres d¨ªas, pero en invierno ese periodo aumenta y desaparecen las condiciones.
Antonio, que apura un cart¨®n de vino en las afueras de la plaza de Abastos, reconoce su estado de exclusi¨®n total, debido al consumo de drogas: "Al final, la familia, los amigos, los vecinos desaparecieron y me qued¨¦ solo en la calle". Mientras el tiempo aguanta, prefiere la estancia en viejas casas o f¨¢bricas abandonadas en las afueras de la ciudad, en compa?¨ªa de otros toxic¨°manos. "Pero con este fr¨ªo, acudimos todos a las estancias municipales", aclara.
Una vez resuelto, desde hace a?os, el problema de los sin techo locales, el reto de las autoridades municipales llega con los nuevos excluidos, los inmigrantes sin papeles. "Son pocos, no llegan a una decena, pero no quieren acudir a estos alojamientos por temor a que la Polic¨ªa les detenga, y ante su negativa no podemos hacer nada", resume Peio L¨®pez de Munain, concejal de Asuntos Sociales.
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