Dictadores con alas
Los dictadores, salvadores de la patria, presidentes perpetuos y l¨ªderes inmarcesibles de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo, tienen por lujo preferido los aviones privados. Quiz¨¢s esta afici¨®n no es m¨¢s que el paradigma de una vieja regla, aquella de que el cielo de las ostentaciones, adornado de nubes irisadas, se halla siempre colocado, de manera conveniente, muy lejos del infierno terrenal de la miseria. Sobre las capitales desprovistas de todo, sus edificios gubernamentales decr¨¦pitos, sus mercados hacinados y sus bald¨ªos, se alzan en majestuoso vuelo las ultramodernas naves gigantes compradas de f¨¢brica, llevando a los elegidos de la providencia y a sus s¨¦quitos ¨ªntimos y a sus familias, hijos, nietos, no importa que sean ni?os de pecho, t¨ªos, hermanos, suegras, primos lejanos, para que prueben el v¨¦rtigo dulce de las verdaderas alturas del poder.
Muchos tiranos y l¨ªderes de pa¨ªses pobres tienen como lujo preferido los aviones privados
El Sha de Ir¨¢n, pionero de estos gustos, dispon¨ªa de una flota familiar de aviones Boeing equipados como hoteles de seis estrellas, que ten¨ªan las palanganas y las manijas de los lavabos hechos de oro puro; cuadros de Degas y Picasso colgaban en los paneles divisorios, y los pisos se hallaban cubiertos de alfombras persas hechas a mano, de esas que costaba la vida entera de una persona terminarlas, o la vida de varias generaciones. Hoy en d¨ªa firmas como Gucci o Balenciaga se ocupan de dise?ar y decorar por entero el interior de esos aviones oficiales, desde las camas a los retretes.
Derrocado el Sha hace muchos a?os, su ejemplo no s¨®lo perdura, sino que se multiplica. El dictador de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, estren¨® en 1995 un Boeing BBJ con camas de agua y luces de cabaret, y el presidente Umaru Yar'Ardua de Nigeria posee un Boeing 737-700 equipado con salones de recepci¨®n, dormitorios, un gimnasio, y un comedor con un chef franc¨¦s siempre a bordo. La lista se extiende, como se extienden los abismos de la mendicidad y desamparo en los pa¨ªses que gobiernan.
El poder que vuela con alas de titanio y fibra de carbono. La miseria no es la misma a ras de tierra, sin agua corriente ni electricidad, con las aguas negras corriendo sobre las calles sin pavimento, que a 35.000 pies de altura, la alfombra m¨¢gica a propulsi¨®n a chorro volando sobre un suave colch¨®n de espumosas nubes. A Ibiza, o Montecarlo, desde Malabo o desde Lagos. Desde Caracas o desde Managua, hasta Tr¨ªpoli o Teher¨¢n.
Nursult¨¢n Narzalbayev, que sin ning¨²n empacho pas¨® de ser l¨ªder supremo de Kazajist¨¢n bajo el r¨¦gimen sovi¨¦tico, a presidente perpetuo bajo las nuevas reglas capitalistas, vuela en un Boeing 767 de 146 millones de euros. Mientras m¨¢s altura se alcanza, m¨¢s emperador se es. No le pesan las alas, como tampoco le pesan a su par Kurbanguly Berdymukhamedov, presidente de Turkmenist¨¢n, que tiene otro Boeing 767, pero que tambi¨¦n vuela alto en tierra: su retrato est¨¢ impreso en los billetes de banco, y aun en las etiquetas de las botellas de vodka, y se le puede ver a tama?o monumental en todas las avenidas y plazas, vigilante celoso de la paz y el sue?o de sus conciudadanos.
El presidente de Egipto, Hosni Mubarak, fara¨®n de faraones, utiliza un Airbus A-340, su pir¨¢mide voladora. Su vecino Muammar el Gaddafi, limpiado ahora de toda culpa por sus antiguos enemigos occidentales, prefiere tambi¨¦n para sus viajes celestiales un Airbus A-340, que cuesta otros 146 millones de euros que no son nada, m¨¢s arenas tiene el desierto donde se alzan las torres de sus pozos de petr¨®leo.
Subir a los cielos en un avi¨®n de lujo, a su disposici¨®n todo el tiempo, tampoco es nada para el presidente Hugo Ch¨¢vez, quien acumula horas de vuelo por el mundo, porque tiene una misi¨®n redentora que cumplir, cualquiera que sea la parte del globo donde se le requiera, y as¨ª va de Kuwait a Pek¨ªn, a Mosc¨², a La Habana, a Caracas, a La Paz, a Brasilia, a veces a Managua, a bordo de su flamante Airbus A-319-ACJ de 51 millones de euros, acondicionado a su gusto.
Pero hay magnates de magnates, y la cobija de oro no ajusta para todos; hay alas, y hay alitas, como en el cielo, donde las tienen grandes los arc¨¢ngeles, y chiquitas los serafines. De esta manera, uno que no tiene avi¨®n, pero lo alquila cada vez que viaja al extranjero, es el presidente de Nicaragua, el comandante Daniel Ortega, porque tiene por regla no subir jam¨¢s a ninguno de l¨ªnea comercial.
Y no alquila un avi¨®n de pocas plazas, como podr¨ªa creerse, sino uno de gran envergadura: a veces un Boeing 707 matriculado en Mali, ?frica, con capacidad para 150 pasajeros; y a veces un Boeing 737 a la compa?¨ªa Global Air. Costo de renta por hora de vuelo: casi 3.000 euros. (El 50% de la poblaci¨®n de Nicaragua vive con menos de 1 d¨®lar al d¨ªa, seg¨²n las Naciones Unidas).
Los asientos son llenados cada vez por hijos, nietos, ni?eras, novias y novios de sus hijos, que seg¨²n los boletines oficiales cumplen funciones ¨²tiles a Nicaragua. "No van a divertirse a las discotecas, sino a trabajar", explica el propio presidente. El alquiler del avi¨®n, se alega, adem¨¢s, no le cuesta nada al Estado de Nicaragua, lo paga el Gobierno de Venezuela con los fondos del ALBA (la Alianza Bolivariana de las Am¨¦ricas), con lo que, de ser as¨ª, el pecado del lujo para uno de los ilustres militantes del socialismo del siglo XXI, vendr¨ªa a quedar perdonado por la propia conciencia. No pago, no peco.
Sergio Ram¨ªrez, escritor, fue vicepresidente del Gobierno de Nicaragua en los a?os ochenta.
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