La Roliflex de un amante de la vida
El director discogr¨¢fico ha sido fot¨®grafo y promotor de conciertos
"?Mario Pacheco? Uy, qu¨¦ va: demasiado pronto para ¨¦l". Son las once menos cuarto de la ma?ana en la sede de la discogr¨¢fica Nuevos Medios y no se advierte el menor atisbo de sarcasmo en el tono del informante. El aludido encajar¨¢ la an¨¦cdota una hora m¨¢s tarde, frente a su taza de t¨¦ con lim¨®n, sin perder la sonrisa. "De acuerdo, no soy de llegar demasiado pronto a trabajar, pero por las noches me dan las tantas acompa?ando a tal o cual artista. Me quieren para que les amenice las cenas con mis batallitas...".
Pacheco, madrile?o de 58 a?os, es fot¨®grafo, productor, ingeniero de sonido y director de Nuevos Medios, pero seguramente no se merezca esta p¨¢gina de peri¨®dico. Lo suyo deber¨ªa ser una autobiograf¨ªa amplia y en condiciones, como la que su amigo Joe Boyd (el descubridor de Pink Floyd, Nick Drake o Fairport Convention) se marc¨® cuando entreg¨® a la imprenta Blancas bicicletas. "Yo es que ahora me he vuelto algo perezoso para escribir, pero... ?le he contado que Joe comenz¨® sus memorias en mi casa?". No, no se ejercita en ninguna modalidad de exhibicionismo. Habla pausado, fuma mucho, apenas presume. Sucede, sencillamente, que este hombre lleva muchos kil¨®metros a las espaldas y tan pronto puede rememorar sus d¨ªas junto a Camar¨®n de la Isla como unos copazos en compa?¨ªa de Pete Townsend, el guitarrista de los Who.
"Soy mel¨®mano, pero, visto con perspectiva, el jazz es lo m¨¢s grande"
Conocen su trabajo, sin duda, aunque no lo sospechen. Ten¨ªa 18 a?os cuando guard¨® en la maleta su vieja c¨¢mara de fotos Roliflex de formato cuadrado y puso rumbo a la isla brit¨¢nica de Wight, donde se celebraba un aquelarre hippy llamado a dejar huella en la historia de la cultura popular. "Me gustaba la fotograf¨ªa porque me gustaba la vida", recalca entre bocanadas de humo. Aquel verano de 1968, el pipiolo Pacheco capt¨® unas instant¨¢neas de un Jimi Hendrix en trance que dieron la vuelta al mundo.
Once a?os m¨¢s tarde llegar¨ªa La leyenda del tiempo, ese disco que algunos llaman, en se?al de respeto, "el Sgt. Pepper's espa?ol". La portada, un contraluz crud¨ªsimo en blanco y negro, es obra de Mario. A Camar¨®n, barbudo y de perfil, se le intuye m¨¢s que reconocerlo. La casa Philips ten¨ªa ya escogida una portada alternativa: el rostro de Camar¨®n recortado sobre una discoteca de la ¨¦poca, con sus bolas de espejo y destellos de mil colores. "Deb¨ªan de tener en mente la est¨¦tica de Los Chichos, supongo", recuerda, condescendiente.
Mario hab¨ªa aprendido en casa, la mejor escuela. El abuelo era operador de cine y Mario Pacheco padre trabajaba para Juan Antonio Bardem (suya es la impresionante fotograf¨ªa de Calle Mayor) o Luis Garc¨ªa Berlanga. Aquel ni?o curioso conoci¨® a Faye Dunaway, Burt Lancaster o los plat¨®s de los espagueti-westerns. Y aunque su familia intent¨® reconducirle por el camino del Derecho y las Ciencias Econ¨®micas, el virus de la bohemia ya le hab¨ªa contaminado para siempre.
"Yo era un hippy de libro", rememora. "Abominaba del tardofranquismo, pero los conciertos de Raimon en Econ¨®micas me parec¨ªan un co?azo". En cambio, segu¨ªa con atenci¨®n a Hendrix, Dylan, Queen o, desde luego, Bill Evans. ?Un resumen? "Soy mel¨®mano hasta las ¨²ltimas consecuencias, pero, visto con perspectiva, el jazz es lo m¨¢s grande".
Fund¨® Nuevos Medios en 1982 y entre ¨¦l y su socio convencieron a Joan Mir¨® para que les dise?ara el anagrama de la compa?¨ªa. Desde entonces ha difundido unas 900 referencias discogr¨¢ficas, de las que dos quintas partes son de producci¨®n propia. "Habremos hecho unos 10 o 12 discos buenos", recapitula, "y no me parece mala media: desde El eterno femenino de La Mode al Veloz hacia su sino de Jorge Pardo o el Shongai de Ketama, que era world music cuando nadie a¨²n hab¨ªa inventado el t¨¦rmino".
En la actualidad gestiona una plantilla de ocho trabajadores que le profesan un respeto casi reverencial, aunque ¨¦l presume de que cada uno de ellos "hace lo que le da la gana". Pacheco gravita entre mesa y mesa, pero prefiere pasar las m¨¢s de las horas absorto en esa gruta subterr¨¢nea que tiene por despacho. Le flanquean millares de vinilos, muchos descalabrados por unas fat¨ªdicas inundaciones que casi arramblan con un archivo personal irremplazable: la historia de la m¨²sica popular en este pa¨ªs.
Le ha cundido el tiempo. En los a?os ochenta, al tiempo que establec¨ªa los pilares del llamado "nuevo flamenco", se encargaba de promover los ¨²nicos conciertos de unos jovenc¨ªsimos Smiths por Espa?a. Las fotos entre bambalinas de Morrissey en el paseo de Camoens, el 18 de mayo de 1985, son, evidentemente, suyas. "Le llamaba siempre por su nombre de pila, Steve, y acab¨¦ por cogerle el punto", sonr¨ªe. "Ten¨ªa una buena conversaci¨®n. En cambio, el guitarrista, Johnny Marr, ejerc¨ªa m¨¢s de hooligan". A la ma?ana siguiente, desayunando en el hotel Ritz de Barcelona, Morrissey y Pacheco acertaron a sentarse junto al escritor James Baldwin. "?l no sab¨ªa qui¨¦n era, as¨ª que se lo present¨¦ yo. Le dije: 'Steven, puesto que vas de medio gay, necesitas conocer la obra de este hombre'. Y s¨ª, se hicieron buenos amigos...".
Hoy sigue escuchando m¨²sica por toneladas, pero a ratos no puede evitar una cierta nostalgia. "A?oro la creatividad y la efervescencia de los a?os setenta", se confiesa. "No es lo mismo un disco de Ray Heredia que uno de Pitingo, nos pongamos como nos pongamos. Entonces hab¨ªa menos dinero, pero mucha m¨¢s chicha". El dinero tampoco sobra hoy en Nuevos Medios ("me paso medio d¨ªa de banco en banco"), pero al menos no escasea el talento. A lo largo de este 2009, Tomasito, Mastretta o Mayte Mart¨ªn har¨¢n por demostrarlo.
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