Rigola ha tenido d¨ªas mejores
Una devastadora crisis econ¨®mica impulsa a varios j¨®venes en paro a cometer actos de rebeli¨®n y vandalismo. ?lex Rigola dirige una comedia negra sobre los modelos caducos de una sociedad y la b¨²squeda de nuevas metas
Disc¨²lpenme el chiste del t¨ªtulo: es para estar a tono, porque los de D¨ªas mejores tampoco son la monda. D¨ªas mejores (Better Days), de Richard Dresser, es el nuevo espect¨¢culo de ?lex Rigola. Coproducci¨®n a cuatro bandas: Lliure, Teatro de la Abad¨ªa, Temporada Alta y CAER de Reus. Se estren¨® en Girona, se est¨¢ dando en el Lliure, hasta el 18, y a partir del 22 recala en Madrid. En 1991 se present¨® en Primary Stages, el equivalente neoyorquino del Royal Court. Cr¨ªticas discretitas tirando a malas. En la Schaub¨¹hne de Berl¨ªn la repescaron en 2002. Desconozco el original. No s¨¦ si el texto del Lliure (en traducci¨®n de Ignacio Garc¨ªa May) ha sido aligerado, pero lo visto me parece muy poca comedia, con tramas escu¨¢lidas, pantanosas, y un cierto aroma a sopa recalentada: un poco de Kopit, un poco de Orton, un poco de Shepard, un poco de John Guare, y una mano torpona a la hora de revolver el guiso. Si esos autores les suenan lejanos, hay tropecientas series inglesas de humor cafre que dejan a D¨ªas mejores al nivel del balbuceo: Young Ones, Bottom, Spaced, This is England. Y entre nosotros, Muchachada Nui. ?se es, para mi gusto, el tono que deber¨ªa tener la funci¨®n: entre el primer Ben Elton y Joaqu¨ªn Reyes. Har¨¢ ocho a?os, Rigola dirigi¨® otra pieza de Dresser, Un golpe bajo (Below the belt), infinitamente mejor resuelta. Quiz¨¢ porque era una comedia paranoica pero naturalista, en la l¨ªnea de American Buffalo, y D¨ªas mejores es un intento de comedia negra preapocal¨ªptica, que requiere otro tipo de modulaci¨®n y de talento. A Rigola tambi¨¦n le va, pienso yo, un estilo de comedia m¨¢s anclado en lo real, en el dibujo psicol¨®gico: da fe de ello su extraordinaria segunda parte de Rock'n'roll, por ejemplo.
Falta chispa, falta sorpresa, faltan vueltas de tuerca a la mayor¨ªa de las r¨¦plicas. Te dices: "Deber¨ªa estar ri¨¦ndome. ?Por qu¨¦ no me r¨ªo?"
La acci¨®n de D¨ªas mejores transcurre en Lowell, Massachusetts, durante una crisis salvaje. F¨¢bricas cerradas, jaur¨ªas de perros por las calles, saqueos de supermercados, coches ardiendo, ni un d¨®lar en los bolsillos. Ray (Marc Rodr¨ªguez) y su colega Arnie (Lino Ferreira), obreros en paro, tienen la capacidad mental de Beavis y Butthead. Phil (Ernesto Arias), un falso abogado, vende art¨ªculos de limpieza a punta de pistola. Crystal (Irene Escolar), su amante, es una adolescente colgad¨ªsima, obsesionada por el sexo. Faye (Cristina Otero), esposa de Ray, es una boba ser¨¢fica, pero, con todo, la m¨¢s pragm¨¢tica del quinteto, empecinada en salir adelante de tan catastr¨®fica situaci¨®n. Casi nada de lo que hacen o dicen tiene, para m¨ª, un excesivo inter¨¦s. Ray cree escuchar voces a trav¨¦s de un casco con antena y quiere fundar una secta como podr¨ªa dedicarse a herrar mosquitos. Cuando un autor sit¨²a a sus personajes en la idiocia o en la frontera del disparate, s¨®lo puede atraparnos con una gran dosis de convicci¨®n: sus locuras, que jam¨¢s perciben como tales, han de ser de vital importancia para ellos. (Departamento de Comparaciones Odiosas: La omisi¨®n de la familia Coleman, de Claudio Tolcachir). Los actores han de arrastrarnos, en una palabra, al epicentro de su l¨®gica, y esto no sucede en el equipo de D¨ªas mejores. Sirven trabajos dignos, esforzados, con ocasionales buenos momentos, pero la direcci¨®n de Rigola es cansina, previsible, y confunde el ritmo con el barullo. Falta chispa, falta sorpresa, faltan vueltas de tuerca a la mayor¨ªa de las r¨¦plicas. Te dices: "Deber¨ªa estar ri¨¦ndome. ?Por qu¨¦ no me r¨ªo? Peor: ?por qu¨¦ no me lo creo?". Casi todo suena a imitaci¨®n, a impostaci¨®n, como los chavales que dicen ese "puto" cada dos frases que s¨®lo suena bien en ingl¨¦s. Con una excepci¨®n descomunal: el actor argentino Tom¨¢s Pozzi interpretando a Bill, un mafioso pirado que parece la versi¨®n suburbial de Paul Williams en El fantasma del para¨ªso. Obsesionado en quemar media ciudad para sacar tajada de las indemnizaciones, Bill es la mejor creaci¨®n de Dresser: un personaje de tebeo, desmesurado, explosivo, pero con un motor muy poderoso.
Pozzi, rebosante de energ¨ªa mal¨¦vola y estupendamente guiado por Rigola, escupe su furia l¨ªnea a l¨ªnea, gesto a gesto, creando una constante sensaci¨®n de peligro. S¨®lo pasan cosas cuando Bill / Pozzi est¨¢ en escena. Naturalmente, se lleva la funci¨®n. En la ¨²ltima parte, Dresser intenta ponerse trascendente. La b¨²squeda de la espiritualidad cuando las estructuras capitalistas han ca¨ªdo, blablabl¨¢. Las masas buscan a un mes¨ªas, blablabl¨¢. Tampoco hay quien se crea a un sos¨ªsimo Marc Rodr¨ªguez, presunto elegido para comandar la Iglesia de la Divina Garant¨ªa, que recita sus soliloquios visionarios como quien lee el prospecto de un antitus¨ªgeno.
Aparte del aburrimiento, hay dos cosicas que me molestan de este espect¨¢culo. Cosas de las que nunca se habla, porque todos vamos con prisa y somos muy modernos. Los disparos en escena, por ejemplo. En Inglaterra advierten: "Esta obra contiene luces estrobosc¨®picas", por los epil¨¦pticos. "Y disparos", porque son un verdadero co?azo. ?nica ventaja: te despiertan. Es que crean tensi¨®n, dicen. Hombre, y descuartizar a un caniche en directo. Yo cont¨¦ unos quince disparos. Son muchos. Bu?uel se qued¨® sordo por uno solo, en el comedor de su casa. Ah¨ª dejo el dato.
Segunda cosa: la paja en el ojo ajeno. Irene Escolar, nieta de Irene Guti¨¦rrez Caba, se masturba, perniabierta, en un sof¨¢. En primer¨ªsimo t¨¦rmino. Tambi¨¦n ignoro si eso estaba en la obra original. Me parece tan ajeno a la funci¨®n, tan a?adido, como lo de pegar tiros: una forma espuria de llamar la atenci¨®n del p¨²blico. No s¨®lo me parece machista: me parece denigrante. Por una raz¨®n muy sencilla. Si lo hace un t¨ªo, casi siempre es par¨®dico. Y rapidito. Si lo hace una mujer, curiosamente, suele haber demora, recochineo: imposible no pensar que est¨¢n intentando excitar al personal. A las pruebas me remito: Arnie se la casca al fondo, de espaldas al p¨²blico. No es que me muera de ganas de ver a Lino Ferreira d¨¢ndole al manubrio, pero todav¨ªa me gusta menos ver a una joven actriz haci¨¦ndose una paja a dos metros del p¨²blico. No s¨¦ lo que opinar¨¢ Irene Escolar. Igual no tiene ning¨²n problema y son pu?eter¨ªas de mi avanzada edad. -
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