La obra del se?or oscuro
Dick Cheney, el vicepresidente m¨¢s poderoso de la historia de EE UU, ha sido el ide¨®logo de la guerra de Irak, de Guant¨¢namo y de la utilizaci¨®n de la tortura
Cuando la revista People le pregunt¨® a George W. Bush cu¨¢les eran los episodios de sus ocho a?os en la Casa Blanca que recordaba con m¨¢s frecuencia, el presidente resalt¨® uno en particular: la vez que lanz¨® la bola inicial en la final del campeonato nacional de b¨¦isbol. "Curiosamente, nunca sent¨ª tanta ansiedad en ning¨²n otro momento de mi presidencia", explic¨®.
Los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, la guerra en Irak, Abu Ghraib, Guant¨¢namo, las c¨¢rceles secretas de la CIA, Gaza, la implosi¨®n del sistema financiero mundial... Nada comparado con el terror que sinti¨® el presidente saliente ante la posibilidad de hacer el rid¨ªculo en un campo deportivo. Lo cual no deber¨ªa de provocar demasiada sorpresa. En parte porque la gran pasi¨®n de Bush es y siempre ha sido el b¨¦isbol (se ha comentado en Washington m¨¢s de una vez que el puesto de presidente de la federaci¨®n nacional del deporte representaba el l¨ªmite de sus posibilidades de gesti¨®n); y sobre todo, porque la carga de las grandes decisiones que se han tomado durante su presidencia no la ha asumido ¨¦l, sino su vicepresidente, Dick Cheney.
Ejerci¨® de director de orquesta para urdir las mentiras sobre Irak
Es un fan¨¢tico del trabajo que inicia su jornada a las 4.30 de la madrugada
Fue el impulsor de los recortes de los impuestos a los m¨¢s ricos
Vincul¨® sin pruebas a los terroristas del 11-S con Sadam Husein
Retratar a Cheney como la figura siniestra y mal¨¦vola (Darth Vader es uno de los sobrenombres que le han dado en Washington) que ha concebido y puesto en pr¨¢ctica la pol¨ªtica de la Casa Blanca durante los ¨²ltimos ocho a?os, y a Bush como el t¨ªtere que se ha limitado a firmar las iniciativas vicepresidenciales y a darles apoyo publicitario, es una caricatura que no se aleja tanto de la realidad. Bush no s¨®lo ha sido el peor presidente de la historia de Estados Unidos, seg¨²n una abrumadora mayor¨ªa de historiadores especializados, sino el m¨¢s vago, el que menos atenci¨®n le ha prestado a la letra peque?a, el que m¨¢s d¨ªas de vacaciones se ha tomado, habitualmente en su rancho de Tejas. Cheney, en cambio, es un detallista fan¨¢tico que muchas veces empieza su d¨ªa de trabajo a las 4.30 de la ma?ana y es considerado entre los expertos de izquierda y derecha en Washington, por unanimidad, como el vicepresidente m¨¢s poderoso que ha tenido su pa¨ªs.
Toda una colecci¨®n de libros sobre el funcionamiento interno de la Casa Blanca de Bush (destacan El lado oscuro, de Jane Mayer, de la revista The New Yorker; El pescador: la vicepresidencia de Cheney, de Barton Gellman del The Washington Post, y La guerra interna, del legendario Bob Woodward) promueven la tesis en mayor o menor medida de que Cheney ha sido el ventr¨ªlocuo del mu?eco Bush.
El mismo presidente la sustent¨®, de manera no necesariamente intencionada, al declarar en 2003: "Cuando se habla conmigo, se habla con Cheney".
El gran atractivo para Bush es que Cheney hace casi todo el trabajo y no exige nada del cr¨¦dito. Est¨¢ feliz en la sombra. M¨¢s bien, ha preferido no salir de ella, evitando as¨ª el papel protocolario que tradicionalmente le corresponde a un vicepresidente. Los aplausos del p¨²blico le llenan menos que la autosatisfacci¨®n secreta de saber que ¨¦l es el que ejerce el poder. No perdi¨® el tiempo en asumirlo. Nada m¨¢s ser elegido candidato a la vicepresidencia, se encarg¨® en el interregnum entre las elecciones de 2000 y la inauguraci¨®n presidencial de enero de 2001, de seleccionar los candidatos que iban a ocupar los puestos clave de la nueva Administraci¨®n republicana. Bush fue el que aprob¨® la lista final pero todos, sin excepci¨®n, hab¨ªan sido los que hab¨ªa propuesto Cheney.
Dan Quayle, que fue el vicepresidente de Bush padre, entendi¨® que Cheney se propon¨ªa reinventar su antiguo puesto en una reuni¨®n que celebraron los dos a los pocos d¨ªas de que Cheney se instalara en el ala oeste de la Casa Blanca.
"Le dije, 'Dick, ya sabes, tendr¨¢s que viajar mucho al exterior... ir a funerales", Quayle record¨® en una entrevista citada en el libro El pescador. "Es decir, en esto consiste la tarea de un vicepresidente". Cheney le dirigi¨® una leve sonrisa y contest¨®: "Yo tengo otro tipo de conexi¨®n con el presidente".
Ha sido una conexi¨®n no tanto de subordinado como de gu¨ªa paterna. Cheney, la ¨²ltima persona con la que Bush habitualmente hablaba antes de firmar un decreto, fue el principal promotor, junto a su viejo compinche el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, de la guerra de Irak. Y no hubo nadie que luchara con m¨¢s empe?o a favor de la pol¨ªtica m¨¢s pol¨¦mica durante la presidencia de Bush dentro de Estados Unidos y la que m¨¢s da?o ha causado a la imagen internacional del pa¨ªs: la tortura como m¨¦todo para interrogar a los presos sospechosos de terrorismo. El entusiasmo de Cheney por suspender la aplicaci¨®n de la Convenci¨®n de Ginebra en la guerra contra el terror llev¨® al almirante Stansfield Turner, jefe de la CIA en los a?os setenta, a darle el apodo de "vicepresidente de la tortura".
Cheney es un personaje que, como las figuras totalitarias a las que Estados Unidos se opuso durante la guerra fr¨ªa, cree firmemente en la doctrina de que el fin justifica los medios. Nadie particip¨® de manera m¨¢s din¨¢mica que Cheney en lo que el premio Nobel de Econom¨ªa Paul Krugman describi¨® en su columna del The New York Times hace dos d¨ªas como "el esc¨¢ndalo m¨¢s grande de todos": la manera deliberada con la que la Administraci¨®n de Bush enga?¨® al pueblo estadounidense para que apoyara la invasi¨®n de Irak
Sobre las supuestas armas de destrucci¨®n masiva que pose¨ªa Sadam Husein, el pilar central del argumento a favor de la guerra en Irak, Cheney fue m¨¢s lejos que Bush al desde?ar en p¨²blico los consejos de la CIA, que insist¨ªan en que Husein estaba lejos de construir una bomba nuclear y lo mejor ser¨ªa insistir en un programa agresivo de inspecciones. "La inteligencia es un negocio incierto", replic¨® Cheney, con una de sus peque?as sonrisas ir¨®nicas, en un discurso en agosto de 2002, siete meses antes de la invasi¨®n estadounidense. Pero fueron muchos lo que participaron en aquel gran enga?o. Donde Cheney ejerci¨® de director de orquesta fue en la fabricaci¨®n del segundo gran argumento a favor de la guerra, el que convenci¨® al norteamericano medio de que no quedaba m¨¢s remedio que eliminar a Sadam. Aqu¨ª no hubo ninguna incertidumbre, ni posibilidad, siquiera, de autoenga?o. Consisti¨® en divulgar la mentira de que Irak estuvo involucrado en los ataques del 11 de septiembre de 2001, mentira que la mayor¨ªa de los estadounidenses, seg¨²n repetidos sondeos, eligieron creer. Cheney cit¨® un supuesto informe de inteligencia (en este caso el negocio dej¨® de ser tan incierto) seg¨²n el cual uno de los terroristas suicidas del 11-S, Mohamed Atta, se hab¨ªa reunido en Praga con un integrante del servicio de espionaje iraqu¨ª. Tal era su urgencia por lograr un consenso nacional a favor de la guerra que emergi¨®, contra natura, de las sombras para declarar en entrevistas televisivas a lo largo de 2002 que Al Qaeda y el r¨¦gimen iraqu¨ª eran c¨®mplices en la guerra santa contra Estados Unidos.
En diciembre de 2001 declar¨® que se hab¨ªa "confirmado" la existencia de una reuni¨®n entre Atta y un "alto oficial" del servicio de inteligencia iraqu¨ª en Praga en abril de ese mismo a?o. Pese a que tanto la CIA como el servicio de inteligencia checa le dec¨ªan en privado que no ten¨ªan ninguna informaci¨®n al respecto, Cheney reiter¨® en marzo de 2002 que la reuni¨®n hab¨ªa sido "un hecho", y lo volvi¨® a ratificar en septiembre de ese a?o.
Un par de a?os despu¨¦s, con el Ej¨¦rcito de Estados Unidos ya estancado en Irak, actu¨® de manera incluso m¨¢s descarada. Fue en plena campa?a electoral durante un debate televisivo. Su rival dem¨®crata para la vicepresidencia, John Edwards, denunci¨® sus mentiras sobre Irak y Al Qaeda. Con una firmeza implacable, Cheney le contest¨®: "El senador se equivoca. No he sugerido que existiera una conexi¨®n entre Irak y el 11-S".
Bush lleg¨® a la presidencia en 2001 tras una campa?a electoral en la que se hab¨ªa vendido como promotor de una filosof¨ªa que denomin¨® "conservadurismo compasivo". Cheney se ocup¨® desde un principio de borrar la palabra compasi¨®n del l¨¦xico bushiano. En el terreno de la ecolog¨ªa combati¨® arduamente a favor de las industrias m¨¢s contaminantes de Estados Unidos, cuyas empresas amigas (grandes contribuyentes en muchos casos a las campa?as electorales de Bush) prefer¨ªan no invertir en tecnolog¨ªa que reducir¨ªa la emisi¨®n de gases perjudiciales para la capa de ozono. Y en cuanto a la econom¨ªa, Cheney contribuy¨® de manera agresiva al caos reinante hoy al insistir en reducir los impuestos de los m¨¢s ricos. Cuando Paul O'Neill, el secretario del Tesoro que ¨¦l mismo hab¨ªa elegido, le defraud¨® al cuestionar en 2002 la pol¨ªtica de reducci¨®n de impuestos, Cheney recomend¨® a Bush que lo despidiera y Bush, sin apenas pens¨¢rselo, asinti¨®.
Esto fue una mera an¨¦cdota, sin embargo, comparado con el ejemplo de anticompasi¨®n m¨¢s flagrante de la era Bush: el trato que se dio a los presos en la prisi¨®n de Abu Ghraib, en Irak, y en la base militar estadounidense de Guant¨¢namo, en la isla de Cuba.
Cheney hizo p¨²blica su posici¨®n al respecto a los dos meses del 11-S en un discurso ante la C¨¢mara Americana de Comercio. Los terroristas, dijo, "no merecen ser tratados como prisioneros de guerra". Pasar¨ªan 10 semanas hasta que el propio Bush se declarara al respecto, y lo hizo firmando un documento de cuatro p¨¢ginas que Cheney y sus asesores legales confeccionaron sin consultar siquiera al entonces secretario de Estado, Colin Powell. La Convenci¨®n de Ginebra (que un ¨ªntimo asesor de Cheney describi¨® como "obsoleta") sencillamente no se aplicar¨ªa ni a los presos supuestamente afiliados a Al Qaeda o a los talibanes de Afganist¨¢n.
Los primeros presos llegaron a Guant¨¢namo en enero de 2002. "De ese momento en adelante", seg¨²n escribi¨® el The Washington Post en un amplio reportaje que gan¨® el Premio Pulitzer, "Cheney se dedic¨® a la cuesti¨®n pr¨¢ctica de aplastar la voluntad de resistir de los cautivos... La oficina del vicepresidente desempe?¨® un papel central en hacer a?icos a los l¨ªmites impuestos a la coerci¨®n de presos bajo la custodia de Estados Unidos".
Cheney fue el pionero de una casu¨ªstica distinci¨®n te¨®rica entre la tortura no permitida y m¨¦todos violentos de interrogaci¨®n s¨ª permitidos que se tradujo en la pr¨¢ctica a una sistem¨¢tica violaci¨®n de los derechos humanos denunciada en el mundo entero.
Un documento clasificado del Departamento de Justicia, pero motivado por Cheney y su equipo de "gobierno dentro del Gobierno", seg¨²n revel¨® el Post, determin¨® que la ley estadounidense en contra de la tortura "proh¨ªbe s¨®lo las peores formas de trato cruel inhumano o degradante", con lo cual permite otras. El documento especific¨® que la tortura prohibida consist¨ªa en aquella que causaba dolor "equivalente en intensidad" al del "fallo de un ¨®rgano vital... O incluso la muerte".
Tal es el secretismo con el que opera Cheney (siempre se ha negado incluso a revelar cu¨¢nta gente trabaja con ¨¦l en la Casa Blanca) que su no siempre eficiente jefe de relaciones p¨²blicas, George W. Bush, es el que pagar¨¢ el precio hist¨®rico por las atrocidades y desastres de los ¨²ltimos ocho a?os. Pero lo que muchos sospechan en Washington es que Bush habr¨ªa ejercido la presidencia de manera menos radical si hubiera optado por otro consigliere; si hubiera elegido como vicepresidente a un Dan Quayle dispuesto a aceptar su papel secundario, lejos del centro de poder, o a uno m¨¢s inclinado a poner en pr¨¢ctica el concepto en que quiz¨¢ Bush alguna vez crey¨® de conservadurismo compasivo.
En dos d¨ªas pondr¨¢ fin a un mandato de ocho a?os que su sucesor, Barack Obama, ha denunciado por su "espectacular irresponsabilidad", pero lo curioso es que Bush da la sensaci¨®n de que todav¨ªa carece de la experiencia necesaria para ser presidente. Su presidencia lleva su nombre, pero la huella es la de Cheney. La raz¨®n es sencilla: a Bush siempre le ha atra¨ªdo m¨¢s el t¨ªtulo que el cargo de presidente, y las responsabilidades que conlleva. Por temperamento, el trabajo duro del d¨ªa a d¨ªa no le interes¨® y se lo dej¨®, con descuidada tranquilidad, al maquiav¨¦lico Cheney, mientras ¨¦l se preocupaba por su estado de salud (Bush es un obsesivo del fitness), por cuidar su rancho tejano y por el b¨¦isbol.
Preguntado por el periodista Bob Woodward una vez sobre la influencia de su padre, presidente entre 1989 y 1993, en el ejercicio de su presidencia, George W. contest¨®: "Hay otro padre en las alturas al que apelo". Lo que no qued¨® del todo claro fue si se refer¨ªa a la divinidad cristiana, o a su vecino en la Casa Blanca, Dick Cheney.
Ocho a?os, dos guerras
- 2000, noviembre. George W. Bush derrota a Al Gore en las elecciones presidenciales. El margen de su victoria es
muy estrecho en el crucial Estado de Florida. Los dem¨®cratas denuncian irregularidades, pero el Tribunal Supremo zanja la disputa declarando la victoria de Bush.
- 2001, enero. Bush asume el cargo.
- 2001, septiembre. Aviones secuestrados por terroristas se estrellan contra las Torres Gemelas y el Pent¨¢gono. M¨¢s de 3.000 personas fallecen en los ataques.
- 2001, octubre. EE UU lidera una masiva campa?a de bombardeos para derrocar al r¨¦gimen talib¨¢n afgano y capturar a Osama Bin Laden, considerado responsable de los ataques del 11-S. En Washington, el Congreso aprueba la Patriot Act, que extiende los poderes del Ejecutivo en la lucha contra el terrorismo.
- 2001, diciembre. La empresa del sector energ¨¦tico Enron quiebra tras aflorar a la luz un masivo fraude en su contabilidad.
- 2002, enero. En el discurso sobre el estado de la Uni¨®n, Bush describe a Irak, Ir¨¢n y Corea del Norte como el "eje del mal". Los primeros presos empiezan a llegar a la prisi¨®n de la base de Guant¨¢namo.
- 2002, noviembre. Bush crea el Departamento de Seguridad Nacional, la m¨¢s significativa reorganizaci¨®n del Ejecutivo estadounidense en 50 a?os.
- 2003, marzo. Empieza la campa?a contra el r¨¦gimen de Saddam Husein en Irak.
- 2003, mayo. Bush declara "misi¨®n cumplida" en Irak en un discurso pronunciado en el portaviones Abraham Lincoln.
- 2004, mayo. La prensa estadounidense denuncia varios casos de maltrato y torturas a presos iraqu¨ªes por parte
de miembros de las Fuerzas Armadas de EE UU.
- 2004, noviembre. Bush gana un segundo mandato en las elecciones presidenciales tras derrotar a John Kerry.
- 2005, agosto. Casi 2.000 personas mueren a causa del paso del hurac¨¢n Katrina por la ciudad de Nueva Orleans.
La gesti¨®n de la ayuda del Gobierno es muy criticada.
- 2006, noviembre. El Partido Dem¨®crata logra el control de las dos c¨¢maras del Congreso en las elecciones celebradas
a mitad de mandato. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, dimite.
- 2007, enero. Bush anuncia una nueva estrategia militar en Irak, que prev¨¦ un notable aumento de tropas desplegadas. El plan del Pent¨¢gono lograr¨¢ una disminuci¨®n sensible de las acciones violentas en el pa¨ªs ocupado.
- 2008, marzo. El senador John McCain se presenta como candidato republicano a la presidencia.
- 2008, junio. Barack Obama derrota a Hillary Clinton y se adjudica la candidatura del Ppartido Dem¨®crata.
- 2008, septiembre. Violentas turbulencias financieras azotan Wall Street y los mercados internacionales. El colapso del sistema financiero induce la Administraci¨®n Bush a dise?ar un plan de rescate.
- 2008, noviembre. Barack Obama derrota a John McCain en las elecciones presidenciales.
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