La ciencia que ayuda
Dos noticias min¨²sculas. La pasada semana un hombre de 54 a?os se desmay¨® en un polideportivo de Madrid al terminar su clase de gimnasia. La enfermera del lugar se sirvi¨® entonces de un desfibrilador que tienen all¨ª, detect¨® una parada cardiorrespiratoria, aplic¨® tres descargas al deportista y le salv¨® la vida mientras llegaba el Samur. La otra: los m¨¦dicos de un hospital del Reino Unido mantuvieron con vida a la ex campeona de patinaje libre Jayne Soliman, que fue declarada cl¨ªnicamente muerta tras sufrir una hemorragia cerebral el mi¨¦rcoles 7, para que dos d¨ªas despu¨¦s pudiera nacer la hija que llevaba en su vientre. Pes¨® 950 gramos, y los m¨¦dicos la colocaron un instante sobre la madre, y se la llevaron a la unidad de cuidados intensivos.
La ciencia sigue trabajando al servicio de la vida. Un hombre consigue sortear un infarto, una ni?a llega al mundo en las peores condiciones. Conviene celebrar estos peque?os acontecimientos cuando las noticias de primera p¨¢gina han estado bombardeando d¨ªas y d¨ªas con titulares que anunciaban un n¨²mero cada vez mayor de v¨ªctimas en el terrible drama que azota Oriente Pr¨®ximo.
Por las im¨¢genes y las noticias que llegan de esa guerra se sabe tambi¨¦n que la ciencia contribuye ah¨ª a afinar la capacidad destructiva de las armas empleadas para liquidar al enemigo. Los milicianos de Ham¨¢s han renovado su arsenal de cohetes, incorporando algunos cuyo alcance podr¨ªa poner a tiro a los habitantes de Tel Aviv. Y se sabe que los israel¨ªes est¨¢n a la vanguardia de la sofisticaci¨®n. Hace unos meses, diferentes medios informaron de que su industria militar estaba desarrollando aparatos de transmisi¨®n tan peque?os que son pr¨¢cticamente invisibles. Y en sus ataques a Gaza han empleado todo tipo de armas, prohibidas y no prohibidas.
Ya Einstein hab¨ªa manifestado a Roosevelt su preocupaci¨®n a prop¨®sito de la energ¨ªa que pod¨ªa desencadenar una reacci¨®n en cadena del uranio. De nada sirvi¨®: las bombas at¨®micas terminaron por estallar. Hay cient¨ªficos que hoy conciben nanoc¨¢maras que sirvan para espiar mejor al enemigo. Otros hacen lo posible por reunir a la ni?a reci¨¦n nacida con la madre que no pudo conocerla. En ¨¦stos queda la esperanza.
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