Obama, sin demoras

Barack Obama se ha puesto a la tarea nada m¨¢s instalarse en la Casa Blanca, y sus primeras decisiones se han ajustado a las prioridades que fue definiendo durante la campa?a electoral y sus contadas apariciones p¨²blicas como presidente electo. Aunque anunci¨® un plazo de dos a?os para cerrar Guant¨¢namo, una de sus primeras decisiones ha sido suspender temporalmente los juicios contra los internos de este penal. La orden presidencial ha sido transmitida a los fiscales por el secretario de Defensa, y supone el principio del fin de uno de los m¨¢s negros episodios del mandato de Bush. El cierre de Guant¨¢namo y la renuncia a la tortura constituyen pasos imprescindibles para que Estados Unidos recupere la capacidad de liderazgo internacional, y as¨ª parece haberlo entendido el nuevo presidente.

La promesa de retirar las tropas de Irak, reiterada por Obama en su discurso de toma de posesi¨®n, tambi¨¦n ha recibido un impulso inequ¨ªvoco. La agenda de su primera jornada como presidente incluy¨® una reuni¨®n con responsables militares y de seguridad para poner en marcha una estrategia de salida, que deber¨ªa completarse en 16 meses. No s¨®lo la posibilidad de reconducir la situaci¨®n en Afganist¨¢n, sino tambi¨¦n la de restablecer la capacidad de disuasi¨®n convencional de Estados Unidos pasa por poner fin a una guerra en la que resulta cada vez m¨¢s borrosa la frontera entre victoria y derrota. Si, como parece, la nueva Administraci¨®n contempla explorar la v¨ªa del di¨¢logo en algunos conflictos enquistados, como el de Afganist¨¢n, es imprescindible la salida del pantano iraqu¨ª. S¨®lo as¨ª, Estados Unidos estar¨¢ en condiciones de transmitir el mensaje de que la negociaci¨®n es una estrategia libremente asumida, no el reconocimiento impl¨ªcito de un fracaso.

La situaci¨®n econ¨®mica ha sido el tercer gran asunto al que Obama ha consagrado su jornada inaugural en la Casa Blanca. Las decisiones en este terreno est¨¢n mediatizadas, sin embargo, por el hecho de que los planes anunciados por el nuevo presidente deben contar con la aprobaci¨®n del Congreso. Pero Obama y su equipo no parecen haber interpretado este requisito como un simple tr¨¢mite, sino como una ocasi¨®n para reforzar el acuerdo entre dem¨®cratas y republicanos en torno al que, sin duda, constituye el m¨¢s ambicioso plan de est¨ªmulo econ¨®mico de la historia de Estados Unidos. Las cautelas de la nueva Administraci¨®n son a¨²n m¨¢s necesarias cuando Wall Street y las principales Bolsas mundiales reaccionaron negativamente al traspaso de poderes, al menos en un primer momento.

La paradoja a la que se enfrenta un presidente que ha levantado tantas esperanzas como Obama es que mientras sus conciudadanos y el resto del mundo est¨¢n decididos a otorgarle los obligados 100 d¨ªas de gracia, son los problemas econ¨®micos e internacionales los que no le han concedido ni un m¨ªnimo respiro. Pero tampoco Obama ha dado de momento signos de querer rehuirlos.