Los colores de Obama
Barack Obama ya ha entrado en la historia como el primer presidente negro de Estados Unidos. Sin embargo, ni Estados Unidos ni el propio Obama han tenido a¨²n la oportunidad de demostrar al mundo que nos hallamos ante el primer presidente norteamericano del siglo XXI.
Para ello, para ser el primer presidente del siglo XXI, Obama tendr¨ªa que realizar una serie de profundos cambios en la pol¨ªtica y en el comportamiento de Estados Unidos.
El primer punto de inflexi¨®n consistir¨ªa en situar la preocupaci¨®n por el medio ambiente en el centro del debate y de las decisiones en lo que ata?e a la econom¨ªa, la sociedad, la ocupaci¨®n de la Tierra por los norteamericanos y dem¨¢s ciudadanos del mundo. Ser¨ªa preciso empezar por firmar el Protocolo de Kioto, rechazado hasta hoy por Estados Unidos. Pero sin quedarse ah¨ª. Debe asimismo proponer, inspirar, formular y aprobar dentro de Estados Unidos y en los foros internacionales medidas que contribuyan a acabar con la clara tendencia suicida de nuestro proyecto de civilizaci¨®n. La econom¨ªa ha de ser reorientada hacia un compromiso con el equilibrio ecol¨®gico. Para ser considerado el primer presidente norteamericano del siglo XXI, es de esperar que Obama, adem¨¢s de un presidente negro, sea tambi¨¦n un presidente verde.
Para ser un l¨ªder del siglo XXI, Obama debe ser no s¨®lo negro, sino tambi¨¦n verde, rojo y blanco
Como muestra, debe acabar con el bloqueo y sabotaje de ciertos pa¨ªses
La preocupaci¨®n social por la pobreza es un segundo punto de inflexi¨®n imprescindible para hacer de Obama un presidente del siglo XXI. La actual marcha de la econom¨ªa, carente de compromiso social alguno, ha de ser reorientada hacia una econom¨ªa comprometida con la reducci¨®n de la pobreza. El presidente del siglo XXI, adem¨¢s de negro y verde, deber¨¢ ser rojo tambi¨¦n. No en el sentido de subvertir el orden econ¨®mico y romper las bases de la econom¨ªa, sino en el de crear los mecanismos necesarios para afrontar el cuadro de desigualdades en los distintos pa¨ªses y en el mundo en general.
El abandono de la postura de arrogancia imperialista que ha caracterizado a Estados Unidos desde finales del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX tambi¨¦n habr¨¢ de ser activado. Especialmente a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos pas¨® a verse como el portador del destino de la humanidad e intent¨® apropiarse al m¨¢ximo de los mercados y recursos de los dem¨¢s pa¨ªses, influyendo para hacer de cada uno de ellos una parte de la econom¨ªa norteamericana. Adem¨¢s de provocar antagonismos, injusticias y falta de respeto hacia las soberan¨ªas de muchos pueblos, Estados Unidos termin¨® por crear y apoyar sistemas autoritarios. Incluso en pa¨ªses democr¨¢ticos gener¨® desigualdades a¨²n m¨¢s formidables que las que hab¨ªa anteriormente.Sobre todo, se impidi¨® a estos pa¨ªses, en especial en Latinoam¨¦rica, la b¨²squeda aut¨®noma de sus propios rumbos, conforme a sus recursos y a su voluntad pol¨ªtica. En tal sentido, el presidente del siglo XXI adem¨¢s de negro debe tener tambi¨¦n el color blanco de la paz. Como muestra, tendr¨ªa que acabar con medio siglo de bloqueo y sabotaje en relaci¨®n a ciertos pa¨ªses, de los que Cuba es ejemplo y s¨ªmbolo.
El final de la arrogancia ha de conducir a una postura de tolerancia con la diversidad cultural. El Estados Unidos del siglo XX intent¨® imponer la concepci¨®n y el estilo del american way of life a todo el mundo. Y gran parte del mundo lo acept¨®, por ver en este patr¨®n un estadio superior de desarrollo. Hoy, aparte del choque entre este patr¨®n y los l¨ªmites ecol¨®gicos, se da una resistencia cultural que Estados Unidos ha de entender y tolerar.
El nuevo presidente norteamericano ha de respetar plenamente la diversidad religiosa, cultural y sobre todo de experiencias, como la de los nuevos modelos econ¨®micos, siempre que se sit¨²en dentro de los valores humanistas definidos por instancias internacionales como Naciones Unidas. Por esta raz¨®n, el primer presidente del siglo XXI tendr¨¢ que abrirse al di¨¢logo con todos los que deseen participar en el concierto humano, siempre que todos ellos renuncien a la violencia y al terrorismo, que muchas veces nace como resultado del antagonismo ante las imposiciones norteamericanas. El presidente negro de EE UU, para ser el primero del siglo XXI, deber¨¢ aceptar los variados colores que se dan en la sociedad planetaria de los seres humanos.
Debe someterse, asimismo, a los valores morales internacionales. La democracia limitada a cada pa¨ªs, que elige a sus presidentes cada cuatro a?os, no va a permitir resolver los problemas globales y planetarios, de soluci¨®n a largo plazo, que afectan a la humanidad. Valores como los l¨ªmites ecol¨®gicos del crecimiento y como los l¨ªmites ¨¦ticos en el uso de la ciencia y de la tecnolog¨ªa, as¨ª como los patrones de un comportamiento humanista de respeto a los derechos humanos, deber¨ªan ser cada vez m¨¢s cuestiones globales, internacionales, de toda la humanidad. El primer presidente del siglo XXI tendr¨¢ que aceptar para su Gobierno y para sus ciudadanos el acatamiento a las cortes internacionales de justicia.
Por ¨²ltimo, el primer presidente del siglo XXI ha de ser un inductor de la distribuci¨®n por todo el mundo de la educaci¨®n, del conocimiento cient¨ªfico y tecnol¨®gico, de la cultura. Despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos jug¨® un papel fundamental en la distribuci¨®n del capital econ¨®mico entre los pa¨ªses del mundo. El siglo XXI va a exigir la distribuci¨®n de su nuevo capital: el conocimiento. Este capital de conocimiento ser¨¢ capaz de truncar la desigualdad que acarre¨® el desarrollo econ¨®mico basado en el capital financiero y las m¨¢quinas, de liberar las energ¨ªas reprimidas en millones de cerebros humanos a causa de la carencia de educaci¨®n. El presidente del siglo XXI deber¨¢ ser el defensor de una visi¨®n del capital del conocimiento como base del futuro de cada naci¨®n y del mundo global y el promotor de una revoluci¨®n intelectual en el mundo entero a trav¨¦s de la educaci¨®n.
Otro punto de inflexi¨®n ha de ser el abandono de la econom¨ªa de consumo material para unos pocos en beneficio de una sociedad del desarrollo del conocimiento para todos. Un desarrollo que respete la diversidad de modelos y estilos de vida; que defina l¨ªmites sociales inferiores a los que nadie se vea condenado y l¨ªmites ecol¨®gicos superiores que nadie tenga derecho a superar; que acepte, sin constricciones ¨¦ticas, las desigualdades de renta, pero que ofrezca a todos la oportunidad de participar en ese desarrollo conforme el talento y esfuerzo de cada cual. En mitad de estos l¨ªmites, una desigualdad leg¨ªtima y ¨¦tica derivada del talento, en un mundo en el que todos tengan los mismos derechos y oportunidades, como los que han permitido a un joven de color transformarse en el primer presidente negro de Estados Unidos, originando expectativas de que pueda llegar a ser el primer presidente del siglo XXI.
Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
Cristovam Buarque es senador de la Rep¨²blica de Brasil.
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