Tan joven y tan sabia
No tengo claro si Kate Winslet es pelirroja o rubia, no posee un f¨ªsico espectacular, tiene apariencia de ciudadana an¨®nima, no te llamar¨ªa particularmente la atenci¨®n si te la cruzas en la calle. Sin embargo se transforma en el personaje que le da la gana cuando la filma una c¨¢mara, le otorga credibilidad, sentimiento y magnetismo a la tipolog¨ªa m¨¢s variada. Tiene el ritmo y la gracia que exige la comedia y una capacidad proteica para dotar de complejidad a la tragedia, expresa lo m¨¢ximo con lo m¨ªnimo, muestra y sugiere, desprende sensualidad, se mueve con la misma soltura en el cine de ¨¦poca que en la modernidad, puede ser transparente o misteriosa, intensa y sobria, luminosa y sombr¨ªa. Pertenece a esa raza de actrices que siempre justifica que pagues la entrada aunque la pel¨ªcula sea un desastre, que te va a regalar sensaciones, dotada de un halo, una fuerza expresiva y una veracidad que te enganchan permanentemente.
Tiene el ritmo y la gracia que exige la comedia y una capacidad proteica para dotar de complejidad a la tragedia
La imagen de esta se?ora portando en una mano el Globo de Oro a la mejor actriz protagonista por Revolutionary road y en la otra el de mejor actriz secundaria por The reader no supone un abuso de galardones sino la evidencia y el justo reconocimiento a una actriz superdotada, a alguien que hace inmejorablemente su trabajo. Su arte, el don para meterse en la piel y en el coraz¨®n de una galer¨ªa de personajes memorables.
No existe ninguna actriz de su edad (acaba de cumplir 33 a?os) que haya recibido tantas nominaciones al Oscar, incluida alguien tan ancestralmente familiarizada con la anhelada estatuilla como Meryl Streep. A Kate Winslet se le qued¨® careto de circunstancias al constatar que se le escapaba el Oscar en cinco ocasiones. Interpretando con romanticismo del bueno a la hero¨ªna de Titanic, a la dama victoriana, rural y enamorada de Sentido y sensibilidad, a la joven y confusa Iris Murdoch en Iris, a la hastiada y ad¨²ltera ama de casa de barrio residencial que ve pasar la vida desde los parques en la demoledora Juegos secretos, a la exc¨¦ntrica y problem¨¢tica novia del deprimido Jim Carrey en ?Olv¨ªdate de m¨ª! Para compensarla de tanta derrota, el destino tal vez se vuelva racional y ecu¨¢nime y le otorgue este a?o el Oscar por partida doble, algo tan ins¨®lito como merecido. Si eso ocurre, esperemos que esta actriz irreemplazable no considere que ya ha alcanzado su lugar en el sol y decida jubilarse de los rodajes. Hay precedentes. Greta Garbo lo hizo. La extraordinaria Debra Winger desert¨® enigm¨¢ticamente del cine cuando ¨¦ste le ofrec¨ªa los guiones, los directores y la pasta que ella impusiera. Las diosas precoces son imprevisibles.
La imagen de esta actriz inglesa recogiendo esos trofeos que reivindican p¨²blica y acad¨¦micamente su enorme talento te hace recordar la maravillosa tradici¨®n de ese pa¨ªs para alimentar continuamente al cine y al teatro con una catarata de int¨¦rpretes excepcionales. El mejor cine que ha existido se pari¨® en Estados Unidos aunque fuera realizado por directores de cualquier parte, pero resulta obvio que nadie puede quitarle a Inglaterra el renovado honor de disponer de los m¨¢s grandes actores y actrices del mundo. A lo mejor, la culpa de ello la tiene un tal William Shakespeare, la necesidad de los c¨®micos a trav¨¦s de la historia de estar a la altura de los textos y de los personajes m¨¢s grandiosos y complejos que alguien escribi¨® para que ellos los representaran.
Hagamos memoria sobre lo evidente, ci?¨¦ndonos exclusivamente a las actrices inglesas. All¨ª naci¨® Vivian Leigh, aunque esas se?as de identidad no le impidieran componer con autenticidad y encanto a una princesa sure?a que evoca lo que se llev¨® el viento o a una fr¨¢gil y coqueta se?ora de Nueva Orleans que no puede subirse a un tranv¨ªa llamado deseo. Y Julie Christie, una forma de ser y de estar irrepetible, una mujer con may¨²sculas de la que estuvimos enamorados todos los hombres con buen gusto. Y la sutil y penetrante Deborah Kerr. Y la abrasiva Glenda Jackson, actriz de car¨¢cter, con capacidad para borrar de la escena a los machos m¨¢s curtidos. Y la imperial Vanessa Redgrave, cuya presencia puede levantar cualquier ruina. Y la inquietante Judi Dench. Y la vers¨¢til y deslumbrante personalidad de Helen Mirren. Y la andr¨®gina y turbia Tilda Swinton. Y la mod¨¦lica Emma Thompson, asociada al g¨¦nero de refinada, tortuosa o l¨ªrica campi?a inglesa en los principios del siglo XX, pero que tambi¨¦n resulta brillante y veros¨ªmil en cualquier otro registro, una actriz que desprende inteligencia y profundidad en cada personaje al que da vida. Mi amada Audrey Hepburn, o sea: la elegancia, el estilo, la femineidad sublime, la chica de la luna, naci¨® accidentalmente en Holanda y su carrera est¨¢ asociada a Hollywood, pero su educaci¨®n y su formaci¨®n profesional es inequ¨ªvocamente inglesa. Y la siempre impecable Maggie Smith. Y muchas m¨¢s que mi ya d¨¦bil memoria imperdonablemente olvida. Pero no s¨®lo son excelsas las actrices de primera fila. Tambi¨¦n las eternas secundarias. Hasta las extras con frase y sin ella resultan convincentes, sin sombra de impostura. Kate Winslet no responde a la excepci¨®n o a la casualidad. Es la heredera de una casta admirable. -
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