Jos¨¦ se declara en bancarrota
Los concursos de acreedores de los particulares se triplican en 2008
Jos¨¦ Garc¨ªa empieza el relato con algo parecido a un qui¨¦n se lo iba a decir a ¨¦l. Fue empleado de banco durante 35 a?os, hasta 2001, y los ¨²ltimos 15, director de sucursal. A los 59 a?os, casado y con tres hijos ya adultos, espera que cualquier d¨ªa de estos le notifiquen que el piso en el que vive, en la poblaci¨®n barcelonesa de Sant Boi de Llobregat, ya no es suyo y que debe marcharse. Y sus deudas, lejos de extinguirse, le perseguir¨¢n hasta el ¨²ltimo de sus d¨ªas.
Su espiral a la ruina comenz¨® en 2004, despu¨¦s de dejar el banco. Un antiguo cliente le pidi¨® que le avalase en una p¨®liza de cr¨¦dito de 100.000 euros que hab¨ªa pedido para su empresa, una financiera, en la que tambi¨¦n le ofrec¨ªa un puesto de trabajo como administrativo. ?l y su mujer, ama de casa, lo firmaron y se convirtieron en avalistas de una deuda que venci¨® en 2005 y la empresa no pag¨®. Jos¨¦ casi hab¨ªa olvidado la historia cuando la entidad financiera en cuesti¨®n, la Caja de Ahorros de Granada, le envi¨® un burofax pidiendo esos 100.000 euros que no ten¨ªa ni por asomo.
El 15% de los concursos ya corresponden a deudas personales
Jos¨¦ Garc¨ªa debe 100.000 euros por avalar a su empresa en un cr¨¦dito fallido
Un economista forense raciona, por orden judicial, los ingresos familiares
Presidentes de constructoras, como Fernando Mart¨ªn, recurren a esta v¨ªa
Solicit¨® sin ¨¦xito que convirtiese la p¨®liza en pr¨¦stamo para ir pagando poco a poco, pero no lo logr¨®. Es entonces, en el umbral del embargo, cuando llam¨® a la puerta de un abogado y se agarr¨® a algo parecido a un clavo ardiendo: a lo que antes se conoc¨ªa como suspensi¨®n de pagos. Como si fuera una empresa, se declar¨® en bancarrota y solicit¨® un concurso de acreedores con una deuda total de 302.976 euros: 169.000 por el aval de Caja Granada m¨¢s los intereses y costas, 75.300 por otro aval fallido con Banco Guipuzcoano y 58.200 por la hipoteca de la vivienda que ten¨ªa con La Caixa. Era una manera de paralizar el embargo de su casa y ganar unos meses de tiempo.
El a?o pasado este tipo de historias prolifer¨®. La crisis, el cierre del grifo crediticio y los avales con fatal desenlace multiplicaron por 3,5 el n¨²mero de personas que se acogieron a la antigua suspensi¨®n de pagos, como si fueran empresas, hasta las 417, seg¨²n los datos de PriceWaterhouseCoopers. Fue el tipo de concurso que m¨¢s creci¨®, junto con al solicitados por constructores y promotores inmobiliarios. Su peso en el total de procesos ha pasado del 12% al 15%.
Algunas de estas personas ten¨ªan alg¨²n tipo de actividad empresarial, pero otras, como Jos¨¦ Garc¨ªa, son particulares, asalariado sin negocio alguno. Los datos desagregados del Instituto Nacional de Estad¨ªstica revelan que en este caso el salto es a¨²n mayor, del 320%: hasta septiembre, 252 personas sin actividad empresarial se hab¨ªan declarado insolventes (ver cuadro).
Suspender pagos significa agrupar a todos los acreedores y tratar de llegar a un acuerdo para pagar de forma conjunta, pedir un aplazamiento (cinco a?os como m¨¢ximo) y una quita de la deuda del 50% como tope. La aplicaci¨®n del proceso en familias es m¨¢s f¨¢cil desde la reforma de la Ley Concursal en 2004.
"Lo piden cabezas de familia con problemas financieros, y tambi¨¦n personas que han firmado avales para empresas, a veces siendo accionistas", explica Julio Ichaso, de PriceWaterhouseCoopers. Es el caso de Fernando Mart¨ªn, que adem¨¢s de suspender pagos su empresa, Martinsa-Fadesa, lo ha hecho ¨¦l mismo.
Otras veces, se gasta mucho m¨¢s de lo que se tiene y el infortunio, como una bola de nieve, de deuda, no deja de crecer. Francisco Rodr¨ªguez, nombre ficticio, es empleado de unos grandes almacenes de Barcelona. Suspendi¨® pagos el verano pasado con una deuda de 365.000 euros, de los cuales 230.000 correspond¨ªan a un credito hipotecario. El resto, un rosario de peque?as deudas con unas 16 entidades financieras de todo tipo (bancos, cajas, prestamistas de cr¨¦dito r¨¢pido, reunificadoras de deuda, tarjetas de cr¨¦dito...). "No sab¨ªa muy bien explicar en qu¨¦ se hab¨ªa gastado el dinero, en viajar, en consumir, en vivir bien, en vivir...", explica una fuente judicial que ha trabajado en el caso.
Como muchas de las empresas hoy en la UCI, este empleado llevaba a?os viviendo por encima de sus posibilidades junto a su mujer, ama de casa, y sus hijos, de 27 y 22 a?os. Ped¨ªa cr¨¦ditos y luego los refinanciaba sucesivamente, hasta que un d¨ªa ya no logr¨® una nueva pr¨®rroga y no pudo pagar. "La pelota se hab¨ªa hecho muy grande, hab¨ªa agotado ya cualquier capacidad de cr¨¦dito", apunta la misma fuente. Antes, una familia as¨ª pod¨ªa vender su vivienda, pero hoy, en el mejor de los casos, se malvende y no sirve para salir del apuro, explican los expertos.
Este es uno de esos casos con pocas posibilidades de final feliz. "Es un proceso muy cosotos y, salvo que se llegue a un acuerdo con los acreedores, no merece la pena. Lo hace quien no tiene otro remedio", explica, In¨¦s Lant¨ªn, directora del Registro de Economistas Forenses.
El economista forense es el administrador concursal que nombra el juez para administrar a una empresa que suspende pagos. Controla finanzas y decisiones de esa empresa. Y en una familia, se hace cargo de los ingresos y los raciona como un tutor. As¨ª, hasta el final. El final es pagar la deuda. O liquidar la empresa. En el caso de una persona, la deuda pesa hasta el final de sus d¨ªas.
El administrador que el juez nombr¨® tom¨® las riendas de la maltrecha econom¨ªa de Jos¨¦ Garc¨ªa: de 1.000 euros que gana trabajando para la misma empresa que le llev¨® a la ruina, le dej¨® algo m¨¢s de 900 para alimentarse ¨¦l y su mujer, pagar las facturas y los billetes del autob¨²s. El resto debe ahorrarlo. No hay margen para mucho m¨¢s. El pago de la deuda sigue congelado dada la imposibilidad de afrontarla con sus ingresos. Jos¨¦ no tendr¨ªa legalmente derecho a alimentos, pero los tribunales suelen atenuar esta situaci¨®n.
"Ahora es f¨¢cil hablar, yo les firm¨¦ el aval de buena fe, pero me enga?aron. Sigo trabajando para ellos porque necesito esos 1.000 euros para sobrevivir, pero me gustar¨ªa encontrar empleo en otra parte", explica.
Su abogado, Jos¨¦ Mar¨ªa Marqu¨¦s, carga contra los avales. "Las personas en una situaci¨®n as¨ª tendr¨ªan que tener una segunda oportunidad, poner el contador a cero en alg¨²n momento...", se?ala. La acumulaci¨®n de concursos hace trabajar a destajo a los juzgados que ¨¦l m¨¢s conoce, los de Barcelona: "Hay ocho, pero deber¨ªa haber 16", sostiene.
Jos¨¦ no logr¨® cerrar un convenio con los acreedores, Caja Granada y otros bancos. Adem¨¢s, dej¨® de pagar las cuotas de la hipoteca de su piso previendo que le iba a ser embargado tarde o temprano. Lo perdi¨® y Caja Granada, su acreedor, se lo adjudic¨® en la subasta, de modo que, en realidad, aunque haya perdido la vivienda, no ha saldado la deuda con la entidad. Ahora aspira a poder seguir viviendo en su casa. "Yo estoy muy agradecido a Caja Granada por las puertas abiertas que me ha dejado, y espero poder seguir viviendo en el piso pag¨¢ndoles un alquiler", apunta.
Algunas veces el concurso sale bien, o todo lo bien que puede salir un proceso as¨ª. Como el caso de Jos¨¦ Arnulfo Aldana, que suspendi¨® pagos en 2006 cuando su restaurante naufrag¨®, pero lleg¨® a un acuerdo con sus acreedores y logr¨® pagar el 70% de su deuda con el traspaso del local.
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